Enclavada entre las montañas y el mar Mediterráneo, la provincia de Almería ubicada al sur de España alguna vez fue el paisaje de fondo de los spaghetti westerns que convirtieron a Clint Eastwood en una estrella.
En estos días, se extienden hacia el horizonte kilómetros resplandecientes de invernaderos de plástico, donde se cultivan tomates, pimientos y otros productos que hicieron que esta provincia pasara de ser una región empobrecida a un centro agrícola neurálgico.
No obstante, la semilla más importante que crece aquí, a lo largo de la costa sur de España, podría ser la de Vox, el primer partido de ultraderecha desde el fin de la dictadura de Francisco Franco en 1975.
El presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, decidió convocar nuevas elecciones y, con ello, Vox —que tuvo su primer éxito electoral aquí— ahora tendrá una oportunidad para poner a prueba su atractivo en una plataforma nacional. Su participación terminará con un tabú en España, un país que hasta ahora había resistido la ola de nacionalismo de ultraderecha que circula por una buena parte de Europa.
En las elecciones regionales celebradas en diciembre pasado en Andalucía, donde se ubica Almería, Vox obtuvo un 11 por ciento de los votos. En El Ejido, una municipalidad de unas noventa mil personas, obtuvo el primer lugar con casi el 30 por ciento.
De acuerdo con sus simpatizantes, lo que motiva a Vox es una necesidad por reclamar y defender el nacionalismo español ante las que se perciben como amenazas para la integridad del país.
Para Vox, eso incluye la migración —aunque esta región depende en gran medida del trabajo de temporada—, así como el impulso independentista en Cataluña, el cual se percibe como un intento de la acaudalada región del noreste por darles la espalda a los españoles más pobres del sur.
"La migración ilegal es un problema para toda España", comentó Juan Francisco Rojas, el presidente de Vox en Almería, adonde el año pasado llegaron unos catorce mil migrantes de África cuando el gobierno populista de Italia reforzó sus fronteras.
En cuanto al secesionismo catalán, Rojas mencionó: "Cualquier cosa que afecte una parte de nuestro territorio también impacta en el resto de España, razón por la cual Vox quiere garantizar que nadie amenace nuestra unidad".
Aunque una buena parte de España está a favor de una línea dura respecto al tema de Cataluña, el país ha sido relativamente tolerante con el asunto de la migración.
Por lo tanto, no queda claro qué tan lejos de la costa sur viajará el mensaje de Vox. Sin embargo, el surgimiento del partido en un país que vivió un largo periodo de dictadura bajo el mandato de Franco ha perturbado a muchos.
Santiago Abascal, el fundador de Vox, no ha tardado en encontrar gente en Europa con la que comparte puntos de vista; acompañó a la nacionalista francesa Marine Le Pen en su campaña presidencial de 2017. Vox también ha buscado la asesoría de Stephen K. Bannon, el otrora estratega principal del presidente estadounidense, Donald Trump.
De hecho, el partido también quiere seguir el ejemplo de Trump y erigir muros alrededor de dos enclaves españoles ubicados al norte de África para bloquear el paso de los migrantes.
"Si se observa a Trump en Estados Unidos o a Bolsonaro en Brasil, se puede ver que la gente ahora quiere políticos que tengan la convicción necesaria para hacer lo que prometen", mencionó Juan Carlos Pérez Carreño, el dueño de una flotilla de camiones refrigeradores que transportan productos de los invernaderos, en referencia a Jair Bolsonaro, el presidente de derecha de Brasil.
"El problema con la gente que dice cosas horribles de Vox es que predica democracia, pero solo cuando son elegidos sus candidatos favoritos", agregó.
Vox no ha tomado de manera oficial los símbolos fascistas que suelen usar grupos mucho más pequeños de España, los cuales se han vuelto más visibles a medida que se intensifica la disputa en Cataluña.
En cambio, la formación ha prometido abolir una "ley de memoria histórica" de 2007, la cual exige quitar los símbolos franquistas de lugares públicos. El partido se considera un defensor de los valores católicos y asegura que cerrará las mezquitas donde se sospeche que se realiza adoctrinación radical.
Hasta ahora, los partidos establecidos de España, lejos de rehuir a Vox, han indicado que se aliarán con este si es necesario.
Después de las elecciones de Andalucía, Vox ayudó a formar un gobierno regional de coalición de derecha, un papel de partido bisagra que podría repetir a nivel nacional en la política fracturada de España.
Este mes, cuando decenas de miles de manifestantes de derecha se reunieron en Madrid para exigir el remplazo de Sánchez —quien es socialista—, Abascal ocupó la primera fila junto con los líderes del Partido Popular y de Ciudadanos.
De hecho, Abascal espera quitarle votos al Partido Popular, el cual abandonó en 2013 para fundar Vox.
Andalucía exhibió el declive de los partidos tradicionales, de izquierda y de derecha, pues la elección sirvió para expulsar a los socialistas del poder por primera vez en cuatro décadas.
Pepe Moreno, de 67 años y quien ha convertido su casa en un museo para su colección de autos viejos, señaló que siempre había votado por el Partido Popular, pero que consideró cambiar a Vox básicamente porque le preocupaban los escándalos de corrupción dentro del Partido Popular. No obstante, también tuvo presente la migración.
"No me molesta dejar que entren algunos migrantes, pero no con una política de puertas abiertas que implica que nadie sabe ni siquiera quién entra a España", mencionó.
En otra parte, Javier Adolfo Iglesias, un maestro del Instituto de Educación Secundaria Fuente Nueva, comenzó su clase afirmando que la "xenofobia no puede ser la razón de la existencia de Vox", porque nunca la ha visto en su salón de clases "ni tampoco en el bar de mi barrio".
Sin embargo, cuando se les preguntó a sus quince estudiantes si iban a votar por Vox, cinco alzaron la mano, lo cual provocó un debate sobre la falta de integración entre los adolescentes de orígenes distintos.
Muchos migrantes viven apartados, al lado de los invernaderos, en pequeños pueblos como Las Norias de Dazas, el cual fue "tomado por los moros", opinó Fernando Fuentes, el dueño de un bar.
"Tengo el último establecimiento verdaderamente español", sobre su calle, aseguró Fuentes, quien tiene una bandera de la época de Franco colgada en la trastienda y habló con algunos clientes sobre cómo los migrantes traen enfermedades infecciosas.
Temprano por las mañanas, los migrantes se reúnen en rotondas para buscar trabajos por jornada en las granjas. Ibrahim Hantar, de 30 años, recolecta tomates y vive en un albergue improvisado con otros cuatro migrantes de Marruecos.
Comparten dos colchones y un conjunto de cobijas sucias, y cocinaron dos piezas de pollo para la cena, en una estufa portátil de gas.
Hantar señaló que su problema era que los agricultores locales querían que pagara unos 3000 euros para ayudarle a obtener sus documentos de trabajo.
"No tengo ningún problema con los españoles, pero, si no les pagas, no te dan papeles", explicó.
En 2000, El Ejido fue testigo de un raro episodio de violencia racial en España, cuando los residentes lanzaron ataques en contra de migrantes, a los que culpaban por una serie de homicidios, lo cual forzó la intervención de la policía antimotines española.
Sin embargo, no ha ocurrido ninguna confrontación de ese tipo recientemente, de acuerdo con los funcionarios, a pesar de que la población migrante ha crecido.
"Es probable que, gracias a Cataluña, Vox haya logrado aprovechar un momento de exaltación nacionalista en el cual los más vulnerables también se convierten en chivos expiatorios", comentó Juan Miralles, el presidente de Almería Acoge, una organización de la sociedad civil que ayuda a los migrantes.
Ante la ausencia de estadísticas oficiales confiables, Miralles mencionó que facciones de la ultraderecha habían usado las redes sociales para propagar cifras falsas sobre el aumento del crimen y las enfermedades.
Sentado en una mezquita para compartir una cena de cuscús con otros miembros de la comunidad musulmana local, Issam Mehdaj, quien distribuye agua a las casas locales, no sonó muy preocupado por el surgimiento de Vox.
"No importa qué diga Vox o cualquier otro partido", señaló mientras se encogía de hombros, "aquí la gente necesita que vengamos a trabajar".
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