El veredicto de culpabilidad en contra del capo mexicano Joaquín Guzmán Loera es uno de los logros más visibles para las autoridades estadounidenses en la lucha contra el narcotráfico desde que esta empezó en los años setenta; es una victoria legal frente al dirigente de un cártel que sobrevivió y prosperó durante décadas gracias a sus habilidades empresariales, actos de violencia brutal y sobornos a funcionarios mexicanos.
Sin embargo, el 31 de enero pasado —exactamente el mismo día en que terminó el juicio a Guzmán Loera, o "El Chapo", antes de las deliberaciones del jurado— los oficiales fronterizos estadounidenses en Arizona anunciaron una confiscación histórica: la carga más grande de fentanilo interceptada en todo Estados Unidos. El narcótico iba escondido en un camión de pepinos que pasó por el cruce en Nogales, que el Cártel de Sinaloa del Chapo ha utilizado durante años.
El decomiso del fentanilo, para un total de 100 millones de dosis letales, es una clara señal de que los agentes antinarcóticos todavía tienen mucho trabajo por hacer para desmantelar a los cárteles mexicanos incluso después de la labor ardua que fue conseguir un veredicto en contra de Guzmán Loera. Lo más probable es que ese veredicto tenga poco efecto a largo plazo en el Cártel de Sinaloa o en el esfuerzo más generalizado de detener el narcotráfico.
El Cártel de Sinaloa, incluso sin su principal líder, es una amenaza considerable y entre sus rivales es el que tiene "la huella más grande en Estados Unidos", según un informe de la Administración para el Control de Drogas (DEA). El más reciente encarcelamiento del Chapo y su juicio habrían interrumpido sus relaciones y acuerdos para el contrabando, pero los agentes federales estadounidenses indican que el imperio que construyó se mantiene intacto en manos de los hijos de Guzmán Loera y de su socio Ismael "el Mayo" Zambada García.
Las drogas nunca dejaron de moverse por la frontera entre México y Estados Unidos. En 2016 y 2017, cuando se tramitó la extradición del capo para ser enjuiciado en Nueva York, la producción de heroína en territorio mexicano aumentó en 37 por ciento y las incautaciones de fentanilo en sitios como Nogales creció más del doble, de acuerdo con la DEA.
El Departamento de Estado estadounidense indica que el 90 por ciento de toda la cocaína contrabandeada hacia Estados Unidos ingresa desde territorio mexicano. La producción mundial de cocaína tuvo un récord en 2016 de 1140 toneladas, 25 por ciento más que el año anterior, de acuerdo con un reporte de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito.
En Estados Unidos, el presidente Donald Trump ha sugerido que el flujo de narcóticos puede detenerse con la construcción de un muro por la frontera con México, pero los testimonios durante el juicio a Guzmán Loera —varios de ellos de narcotraficantes que fueron testigos— mostraron que un muro sería poco efectivo. La mayoría del tráfico de drogas por la frontera sucede vía cruces oficiales, no en zonas remotas donde las vallas frenarían el paso.
Por donde se le vea, el juicio de tres meses contra Guzmán Loera fue monumental; con él culminó más de una década de recopilación de evidencia de parte de procuradores federales y agentes policiales en Estados Unidos, en colaboración con varios gobiernos latinoamericanos. El caso contra Guzmán develó para un público más generalizado las operaciones del cártel y ayudó a desmitificar a quien durante décadas se volvió un héroe popular para muchos en el mundo.
"Este juicio puso los reflectores en el poderío del Cártel de Sinaloa, lo que le dio un mayor entendimiento al público respecto a cómo opera y funciona", dijo Raymond Donovan, agente especial a cargo de la oficina de la DEA en Nueva York y quien estuvo involucrado en la más reciente captura de Guzmán Loera. "Antes del juicio, la gente conocía la leyenda del Chapo y ahora conocen la realidad: la violencia, las manipulaciones, el tráfico de narcóticos. Lo que quienes trabajamos en organismos de seguridad hemos sabido desde hace años".
Sin embargo, varios expertos en seguridad dijeron que el encarcelamiento del capo cuando se confirme su condena es, en gran medida, solo un mensaje simbólico.
"Capturar al Chapo es importante porque es una señal, pero nada más", dijo Christain Ehrlich, analista de Riskop, consultora de seguridad y riesgos en Monterrey, México. "En términos logísticos puede que haya un cambio superficial, pero estas organizaciones saben adaptarse con gran velocidad".
Antes del arresto de Guzmán Loera en 2014, en un hotel en Mazatlán, México, y antes de su recaptura en 2016 después de su segunda fuga de prisión, el enfoque para detener y enjuiciar a los mayores narcotraficantes —la estrategia del capo— no redujo la violencia ni el tráfico de drogas. En los últimos años la colaboración de autoridades de Estados Unidos y de México sirvió para abatir o encarcelar a muchos de los mayores narcotraficantes de México, incluido el primo del Chapo, Alfredo Beltrán Leyva, y a Vicente Zambada Niebla, hijo de el Mayo y quien sería el heredero del cártel, al igual que a varios lugartenientes. Todo eso tuvo pocos efectos medibles en las organizaciones.
En vez de eso, surgieron varios grupos fragmentados que se enfrentan por el control de las rutas y que incursionaron en otros emprendimientos, así, contribuyeron a los 33.341 homicidios en México en 2018, una cifra récord. "En el mismo territorio hay organizaciones pequeñas y grandes", dijo Eduardo Guerrero, experto en seguridad de Lantia Consultores, con sede en Ciudad de México. "Las grandes intentan absorber a las pequeñas y estas intentan mantenerse independientes. Es algo muy inestable".
Las autoridades estadounidenses dicen que rival más considerable del Cártel de Sinaloa es el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), el cual alguna vez fue usado por Guzmán Loera como la primera línea de combate a otro grupo rival, el de Los Zetas. CJNG, después de separarse del Chapo hace unos años, se involucró en actividades como la extorsión, secuestros, contrabando de migrantes y robo de combustible; este último le ha costado a México unos 3000 millones de dólares anuales, de acuerdo con funcionarios del gobierno.
El hombre que se reporta como el líder del cártel jalisciense, Nemesio Oseguera Cervantes, apodado el Mencho, está prófugo; en 2014 fue imputado en Washington con cargos similares a los que enfrentó el Chapo durante el juicio. Los dos procuradores identificados en el caso contra el Mencho fueron parte del equipo de la fiscalía en el proceso contra Guzmán Loera.
El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, declaró el 30 de enero que su gobierno no estará enfocado en la detención de capos como estrategia. Fue una declaración que por coincidencia hizo justo cuando una integrante del equipo de la procuraduría presentaba el resumen final del caso contra el Chapo en la Corte de Distrito Federal en Brooklyn.
"No se han detenido a capos, porque no es esa nuestra función principal", dijo López Obrador en su conferencia de prensa diaria en enero. "La función principal del gobierno es garantizar la seguridad pública, ya no es la estrategia de los operativos para detener a capos".
En el pasado, las detenciones de líderes de cárteles como el Chapo y el Mencho han tenido poco efecto en la viabilidad de sus organizaciones delictivas. En 1997, un juez federal en Houston condenó a Juan García Ábrego, entonces líder del Cártel del Golfo, a once sentencias de prisión vitalicia. El fiscal encargado de ese caso declaró sobre ese cártel: "Si este no es el fin, es casi el fin. Fueron mortalmente heridos".
Sin embargo, dos décadas después, el Cártel del Golfo mantiene sus operaciones en Matamoros, México, directamente del otro lado de Brownsville, Texas. Un procurador que trabajó en la investigación del juicio contra García Ábrego dijo que no se arrepiente de conseguir el arresto de capos.
"Hubo un tiempo en el que se sentían invencibles, inmunes, que estaban muy lejos del alcance de la justicia", dijo Kenneth Magidson, el exfiscal. "Ese sentimiento de inmunidad ya no es parte de la ecuación. No solamente son alcanzables, sino que hemos alcanzado a cada uno de ellos".
Donovan, el encargado de la oficina de la DEA en Nueva York, dijo que la captura y enjuiciamiento de Guzmán Loera fue inédita porque colaboraron tantas agencias juntas —el FBI, la DEA, el departamento de investigaciones de Seguridad Nacional— y porque pudieron "dejar de lado el ego" para hacerlo. "Este es el modelo para proceder", dijo.
No obstante, algunos ex agentes cuestionaron por qué el gobierno federal no eligió utilizar en esta ocasión la evidencia en contra del Chapo para conseguir que él cooperara y diera información sobre todas las relaciones del Cártel de Sinaloa con políticos, banqueros y abogados o sobre el Mayo Zambada, quien nunca ha sido arrestado. (Los abogados defensores del Chapo declararon que nunca se le ofreció un acuerdo con la fiscalía y que él lo habría rechazado de ser así).
"Hace veinte años, la regla no escrita era que no le pedías cooperar a nadie de los niveles más altos porque eso era turbio", dijo Derek Maltz, el exdirector de la división de operaciones especiales de la DEA.
Maltz comentó que extraditar a capos a Estados Unidos "ha sido lo que funciona". Pero también hizo notar que con los avances de los cárteles en sus comunicaciones, la sofisticación de sus sistemas financieros y la creciente crisis por los opiáceos en Estados Unidos, "valdría la pena pensar en acuerdos de cooperación más creativos. Las viejas usanzas ya no funcionan muy bien".
Los bancos que han lavado dinero de los cárteles han evitado cargos. En 2012, la oficina del fiscal federal en Brooklyn —la misma que enjuició a Guzmán Loera— llegó a un acuerdo con el banco británico HSBC que le permitió evitar cargos penales pese a las pruebas de que había movido más de 800 millones de dólares en ganancias por el narcotráfico; la mayoría de ese dinero era del Cártel de Sinaloa. Con el pacto, a HSBC se le decomisaron más de 1200 millones de dólares, mientras que el banco pagó 665 millones de dólares en multas y estableció "cambios estructurales" a sus operaciones globales.
María Sánchez Moreno, directora ejecutiva de Drug Policy Alliance —grupo que trabaja para reducir los daños del abuso de drogas y para combatir la prohibición de las drogas—, dijo que aunque la guerra contra el narcotráfico ha resultado en el encarcelamiento de capos como el Chapo, también ha generado violencia, crimen y corrupción en toda América Latina.
"Varios líderes latinoamericanos han declarado que quieren explorar maneras de regular algunas drogas", dijo Sánchez Moreno. "Esa es una conversación que es más que merecida y que Estados Unidos debería promover y en la que debe participar".
El mismo Guzmán Loera expresó su visión poco optimista de qué sucedería con el narcotráfico si él ya no fuera parte del negocio, en la infame entrevista que le dio a Sean Penn para Rolling Stone antes de su arresto en 2016.
Le preguntaron si se sentía responsable "de que haya tanta drogadicción, que haya tantas drogas en el mundo".
"No, eso es falso", respondió, "porque el día que yo no exista no va a mermar lo que es nada, el tráfico de drogas; eso es falso".
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