Se trata de la segunda colaboración que llevan adelante la firma francesa Louis Vuitton y Yayoi Kusama, quien desde 1977 vive recluida en un psiquiátrico de Tokio por propia voluntad. La artista japonesa es reconocida mundialmente por sus esculturas de inmensas calabazas, sus habitaciones repletas de lunares de colores, sus salas de espejos infinitos y sus “campos de falos”.
Sin embargo, son los lunares tan característicos los que ahora forman parte de los estampados de carteras, bolsos y otros accesorios de la marca que invitó a Kusama a “un nuevo encuentro creativo, reavivando, evolucionando y ampliando el pionero intercambio inicial”. “El lanzamiento de la colección se celebra con una campaña protagonizada por supermodelos de renombre internacional”, se lee en la web de la tienda de modas.
Esta colección, “inspirada en una creatividad sin precedentes”, no solo se apoderó de las redes a través de una campaña de difusión que incluye fotografías, videos y los propios objetos a la venta, sino también mediante intervenciones que exhiben los lunares, las calabazas y las flores psicodélicas tan característicos de Kusama envolviendo edificios, monumentos y espacios públicos, tal como muestra la marca en su cuenta de Instagram.
En esta nueva colaboración, la artista plástica decoró con sus diseños modelos de prêt-à-porter, zapatos, accesorios, relojes y joyas. Aunque parte de esta nueva propuesta se pudo ver en los bolsos de la colección crucero 2023, mostrada el pasado mes de mayo en el Salk Institute de California, la cápsula no se podrá disfrutar hasta el próximo 31 de marzo.
Un video que se encuentra disponible en la web de la marca da cuenta de cómo, a través de una innovadora técnica de serigrafía, la empresa reproduce en sus productos las pinceladas de Kusama, que proporciona un efecto 3D sorprendentemente realista como si hubiese sido pintado a mano.
“Para mí este es un momento propicio para crear, así que estoy concentrada en cuerpo y alma en mi trabajo diario”, zanjó Kusama, que siempre tuvo claro que el arte no solo está en los lienzos, y que cualquier forma de expresión es valiosa.
Las “tramas” vistas en infinidad de obras de la artista femenina viva más cara del mundo se encuentran también ahora en más de 450 piezas, desde bolsos a fragancias y zapatillas. Además, sumó un nuevo espacio pop-up en el Meatpacking District en Nueva York, justo enfrente del Museo Whitney, que recuerda a la icónica “Infinity Room Mirrors” (habitaciones de espejos infinitos) de Kusama, con bolas de espejos de diferentes tamaños repartidas por todo el espacio.
Según la revista Vogue, desde muy pequeña la japonesa supo que dedicaría todos sus esfuerzos a crear arte vanguardista, aunque para conseguirlo tuviese que enfrentarse a la incomprensión. “No me puedo imaginar otra vida en la que no fuese artista”, reconoció. Su infancia rodeada de plantas (su familia regentaba un negocio de venta de semillas) la llevó a sufrir sus primeras alucinaciones.
“Tenía la sensación de que las flores lo invadían todo”, recordó en el documental Kusama: Infinito (Heather Lenz, 2018). Y esa fascinación trajo consigo un deseo de pintar que su madre frustraba, pues deseaba que su hija se centrase en encontrar un buen marido. Ese sentimiento de pánico, ya que en cualquier momento podía ser “casada” con los pinceles en la mano, todavía se refleja en su manera de enfrentarse al proceso artístico.
Pero este no sería el único impedimento al que Kusama se enfrentaría a lo largo de su vida. Tras descubrir la obra de Georgia O’Keeffe, decidió escribirle una carta mostrándole su admiración. Esta la animó a seguir adelante; y fue entonces cuando la japonesa decidió probar suerte en la ciudad de Nueva York, pero allí las cosas no salieron como esperaba. La de los sesenta fue una década transgresora y explosiva, pero también machista.
“Vivía en la pobreza, ni siquiera tenía dinero para alimentarme”, explicó Kusama. Con todo, la joven no cedió en su empeño e incluso fundó su propia marca de ropa, Kusama Fashion Company Ltd. “Me he hecho mi propia ropa desde que era una adolescente. Y en los años sesenta tuve una empresa. En aquel momento, la moda y el arte eran disciplinas totalmente separadas, aunque yo nunca hice una distinción entre ellas. Además, así pude explorar nuevos horizontes”, reveló.
En la actualidad, esa pasión por la moda sigue presente en el estudio de Kusama, en donde la artista pasa seis días a la semana. Solo así consigue alejarse de lo desagradable de la existencia: “Como el arte, la moda que es bella consigue inspirarnos, nos trae felicidad y nos ayuda a luchar con firmeza contra la vida”, declaró. En este espacio de creación llevó a cabo la primera colaboración con LV hace justo una década.
La flamante colección se suma a otras colaboraciones que la firma ha realizado junto a otros artistas como Jeff Koons o Takashi Murakami. Todas reflejan la pasión por el arte de LV. Esta data de casi 100 años, cuando el nieto del fundador, Gaston-Louis Vuitton, comenzó a encargar a artistas de la época la creación de los escaparates y obras de arte para las tiendas de la casa. Casi un siglo después esta alianza con el arte sigue intacta y Kusama se suma a la familia con su inconfundible obra.
La artista invadió magistralmente las piezas con su idea de lo eterno, pero siempre haciendo que funcione en lo cotidiano. De hecho, una de las premisas de esta colaboración fue que las colecciones estuviesen formadas por prendas y accesorios que se pudieran llevar a diario; que quien posea los objetos pueda sentir el cuidado y la inversión emocional que supuso su fabricación. También, que forme parte de su historia, de las de generaciones futuras y que se extienda por el tiempo infinito.
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