Llega la fiesta navideña y, con ella, la búsqueda de los regalos perfectos para la familia y los amigos. Pero, ¿qué ocurre exactamente en nuestro cerebro cuando hacemos un regalo? ¿Y es realmente cierto el viejo dicho de que “dar es mejor que recibir”?
Según Emiliana Simon-Thomas, doctora y directora científica del Greater Good Science Center, un centro de investigación de la Universidad de California en Berkeley que estudia las raíces de la compasión, la felicidad y el altruismo, resulta que hacer regalos, sobre todo cuando el obsequiado es alguien con quien tenemos una relación estrecha, activa vías de recompensa clave en nuestro cerebro, siempre que no dejemos que el estrés nos quite la alegría de la ocasión.
Varios estudios realizados en la última década han demostrado que gastar dinero en alguien que no seamos nosotros mismos fomenta la felicidad. Esto se debe a que cuando nos comportamos con generosidad -ya sea donando dinero a obras benéficas o regalando a un ser querido algo que realmente desea para las fiestas- se crea una mayor interacción entre las partes del cerebro asociadas con el procesamiento de la información social y la sensación de placer.
En un estudio dirigido por investigadores de la Universidad de Zúrich (Suiza), por ejemplo, los investigadores dieron 100 dólares a 50 personas y ordenaron a la mitad de ellas que los gastaran en sí mismas y a la otra mitad que los gastaran en otra persona durante las cuatro semanas siguientes.
A continuación, realizaron imágenes por resonancia magnética funcional (IRMf) para medir la actividad cerebral asociada a la generosidad y el placer durante una tarea de intercambio social. Comprobaron que los que gastaban el dinero en otras personas tenían interacciones más generosas y justas con los demás y manifestaban mayores niveles de felicidad una vez finalizado el experimento.
“A menudo, la gente se refiere a ello como el ‘resplandor cálido’, este placer intrínseco de hacer algo por otra persona”, dijo en diálogo con la American Psychological Association (APA), Simon-Thomas, quien estudia la neurociencia y la psicología de la compasión, la bondad y la gratitud. “Pero parte de la singularidad de la activación de la recompensa en torno a la entrega de regalos en comparación con algo como recibir un premio o ganar dinero es que, al ser social, también activa vías en el cerebro que liberan oxitocina, que es un neuropéptido que señala confianza, seguridad y conexión. A menudo se la conoce como la ‘hormona del abrazo’”.
Cuando la oxitocina forma parte de la ecuación, la recompensa es ligeramente diferente en el sentido de que puede mantenerse durante más tiempo, a diferencia de la breve duración que tiene una respuesta de dopamina pura. Según la experta, cuya organización se dedica a ofrecer herramientas y consejos respaldados por la investigación para el bienestar socioemocional, “estos efectos cerebrales se manifiestan incluso en las fases previas a la apertura del regalo, como la compra y el envoltorio”. “Toda la experiencia de pensar qué regalar a un ser querido y simplemente anticiparse a estar en la habitación con él mientras lo abre activa esas mismas vías de recompensa y forma parte de la alegría de hacer regalos”, afirmó.
¿Es realmente mejor dar que recibir?
Según Simon-Thomas, las décadas de investigación científica en torno a la entrega de regalos sugieren que dar y recibir pueden estar bastante equiparados en cuanto a lo que ocurre en el cerebro. “Si recibimos un regalo de alguien que se preocupa mucho por nosotros y nos encanta lo que nos ha regalado, se producirá una respuesta de recompensa cargada de oxitocina muy similar”, detalló.
Sin embargo, aunque hacer y recibir regalos suele generar ilusión y emoción, el momento previo a hacer un regalo puede provocar otras emociones, como estrés y ansiedad, según Scott Rick, profesor asociado de marketing en la Escuela de Negocios Ross de la Universidad de Michigan. Rick es conocido por desarrollar la escala Tightwad-Spendthrift, que descubrió que existen diferencias cerebrales y de comportamiento reales entre los tacaños y los derrochadores y que están relacionadas con una experiencia emocional llamada “el dolor de pagar”.
“Cuando sale bien puede ser algo maravilloso, pero también puede venir acompañado de mucha ansiedad sobre cuánto te estás gastando o si les gustará o no el regalo”, indicó Rick. También está la temida experiencia de encontrarse en la tesitura de recibir un regalo de alguien que no esperabas y no tener un regalo propio para corresponder.
“Si nos encontramos en esa situación incómoda en la que nos sentimos obligados y no hemos sido capaces de ofrecer una situación equitativa o justa, es de esperar que se produzca una respuesta en el cerebro similar a la dimensión psicológica del dolor: el tipo de activación que indica angustia y preocupación, en contraposición a la sensación de daño físico que se produce cuando nos hieren”, dijo Simon-Thomas.
Reformularlo
Según Simon-Thomas, hacer regalos también puede verse como una tarea más de la lista de cosas por hacer en una época muy ajetreada, lo que puede restar alegría a la experiencia de hacer regalos. “Si estás muy estresado y eso supera tu capacidad de anticipar o saborear la experiencia, entonces no es la dopamina ni la oxitocina lo que se libera en tu cerebro”, aseguró. “Probablemente te sientas estresado todo el tiempo”.
“Si este es el caso -continuó-, es importante tomarse tiempo para cambiar de mentalidad. Si el aspecto económico de la entrega de regalos nos estresa, decir de antemano a familiares y amigos que es posible que este año no dispongamos de los recursos necesarios para regalarles algo que realmente desean es clave”.
También podemos considerar la posibilidad de regalar nuestro tiempo para ayudarles a cuidar de los niños o en algún proyecto en el que necesiten ayuda, o planear algo que hacer juntos. “Un buen regalo implica algún sacrificio: dinero, tiempo o ambos. Demostrar que comprendemos y conocemos a la persona y que podemos sorprenderla siempre funciona”, concluyó Rick.
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