Cuando se trata del éxito económico, lo más importante no es a quién conocés, sino con quién te relacionás mientras crecés. Este es el mensaje de un amplio estudio de dos artículos en el que se examinan datos protegidos por la privacidad extraídos de 21.000 millones de conexiones de Facebook que abarcan al 84% de los adultos estadounidenses de entre 25 y 44 años.
En “Social Capital I: Measurement and Associations with Economic Mobility”, publicado este año en la revista Nature, el catedrático de Economía Pública William A. Ackman Raj Chetty y su equipo examinaron los datos protegidos por la privacidad de Meta, antes conocida como Facebook, para analizar las redes sociales y construir y analizar distintas medidas de capital social para cada código postal, escuela secundaria y universidad en los Estados Unidos.
Los investigadores, entre los que se encontraban, junto con Chetty, Johannes Stroebel y Theresa Kuchler, de la Universidad de Nueva York, y Matthew O. Jackson, de Stanford y el Instituto de Santa Fe, descubrieron que los niños que mantenían relaciones sociales con compañeros de familias con mayores ingresos acababan teniendo ellos mismos mayores ingresos.
“Lo que realmente importa son las interacciones que influyen en las personas”, dijo Chetty, quien también es el director de Opportunity Insights, que utiliza big data para estudiar la oportunidad económica. En 2018, el grupo publicó el Atlas de la Oportunidad, que analizó el panorama nacional sobre la movilidad económica e indicó una variación significativa en los resultados de la movilidad entre los barrios de Estados Unidos.
La movilidad ascendente tiende a reflejar la conexión económica
Este último trabajo sobre el capital social en EEUU, quizás el estudio más completo jamás realizado sobre el tema, se inspiró en este trabajo anterior sobre los efectos del vecindario y sobre lo que impulsa la movilidad económica. De especial importancia en los últimos resultados es lo que Chetty denomina “interacción entre clases”, es decir, las relaciones entre niños de diferentes grupos socioeconómicos. Esto está “muy relacionado con las posibilidades de los niños de salir de la pobreza y su movilidad económica”, aseveró.
“Estas interacciones van más allá de las oportunidades puntuales”, subrayó. Y añadió: “No se trata sólo de referencias laborales. No se trata de que si te presentás a los 18 años en un lugar más conectado, alguien te ponga en contacto con un trabajo mejor. Se trata de crecer desde la infancia en una zona más conectada”.
Para el especialista, eso “da forma a tus aspiraciones. Da forma a las cosas en las que pensás, a las trayectorias profesionales que pensás seguir. Si nunca conociste a nadie que haya ido a la universidad, probablemente no pienses en solicitar una plaza en la universidad o en un lugar como Harvard”.
Pero el mero hecho de juntar a los niños -en experimentos sociales como el busing- no es la respuesta. En su segundo trabajo, “Capital social II: Determinants of Economic Connectedness”, Chetty y los demás investigadores se preguntan: “Dado que la conectividad parece importar, ¿qué la determina?”. “No se trata sólo de la exposición”, resaltó Chetty. “No se trata sólo de admitir una clase más diversa en Harvard. Se trata de que la gente se relacione realmente en Harvard o en su instituto o en su barrio”.
El estudio Capital Social II reveló que los niños de menor estatus socioeconómico suelen tener menos probabilidades de relacionarse con los de mayor estatus, lo que se denomina “sesgo de amistad”, que aparece incluso cuando ambos grupos están expuestos entre sí.
Este sesgo, según los investigadores, es más probable que se produzca en determinados entornos. En las iglesias, los grupos religiosos y los grupos recreativos, por ejemplo, la gente muestra menos sesgo de amistad. Sin embargo, en los barrios, los institutos y las universidades, “es mucho más probable que pases tiempo con personas que son más parecidas a ti que con personas de una clase socioeconómica diferente”, destacó Chetty.
Para el experto, el sesgo en este sentido no es una preferencia personal. En cambio, es más probable que esté determinado por las prácticas institucionales, como el seguimiento de la escuela secundaria que orienta a algunos estudiantes hacia la universidad y a otros hacia la formación profesional. Estas prácticas son más frecuentes en las grandes instituciones, lo que agrava el problema incluso en situaciones en las que personas de muchos grupos diferentes están expuestas unas a otras.
“En los entornos grandes, hay una tendencia a dividirse, y en los grupos pequeños hay una tendencia a unirse”, dijo. Y agregó: “Eso es algo en lo que podemos trabajar para crear una interacción más significativa entre clases”. Como parte de este proceso, Opportunity Insights lanzó el Atlas de Capital Social, que permite a los usuarios buscar escuelas y barrios y ver medidas de capital social, como la conexión económica, la cohesión social y el compromiso cívico. Al proporcionar información no disponible anteriormente, esta herramienta también puede permitir la acción local, o la “intervención dirigida”.
Para Drew Johnston, uno de los autores del trabajo, la herramienta confirmó algunas de las teorías del grupo sobre los grupos pequeños. “Cuando crecí, vivía en una ciudad pequeña, donde todo el mundo iba a la misma escuela”, sostuvo Johnston, estudiante de cuarto año de doctorado en economía. “Como resultado, no me sorprendió ver que mi ciudad natal aparecía como un lugar con relativamente poco sesgo en comparación con lugares con viviendas y escuelas más segregadas”.
“Lo que estamos aprendiendo es que no se trata sólo de los recursos que tiene la gente”, concluyó Chetty. “Lo que esto sugiere es que el fenómeno sociológico de cómo las personas toman decisiones desde la infancia, cuáles son sus aspiraciones, qué eligen hacer, podría ser bastante importante”.
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