Tras encadenar una ola de calor tras otra y observar los efectos de incendios devastadores, o “que será el verano más cálido de la historia” es humano angustiarse. Por eso, la lista de palabras que empiezan con el prefijo “eco” es cada vez es mayor: “Ecoansiedad”, “Ecocidio”, “Ecoenfado”, “Ecoinsomnes”.
Así, la ecoansiedad resurge como un motor capaz de concienciar ante lo que sucede en el planeta, pero al mismo tiempo, se corre el riesgo de infundir miedo y paralizar ante el pánico de que cualquier acción sea inútil.
La Asociación Americana de Psicología la define como “el temor crónico a sufrir un cataclismo ambiental que se produce al observar el impacto aparentemente irrevocable del cambio climático y la preocupación asociada por el futuro de uno mismo y de las próximas generaciones”. Este temor, según una publicación de 2022 en The Lancet sobre salud mental y cambio climático, llega a causar incluso “pérdida de apetito, insomnio y ataques de pánico”.
La toma de conciencia de que los recursos de la Tierra están al borde del colapso está afectando a la salud mental. Frenar el avance del calentamiento global esl clave para nuestra supervivencia como especie, pero también para el futuro de nuestro bienestar. En definitiva, todavía hay esperanza para el presente y futuro de nuestro planeta. Para ello, es vital impulsar de forma individual y colectiva las transformaciones profundas y cambios de paradigma que la humanidad necesita.
Contra la depresión climática (nombre genérico con el que se engloba a este tipo de problemas), la vida saludable es la mejor de las recetas.
Por ella entendemos una higiene correcta del sueño y una alimentación balanceada, además de una vida social activa, con presencia de nuestros seres queridos. Pero, además, los expertos dan algunos consejos para evitar caer en la preocupación excesiva por el clima y sus secuelas en nuestra salud.
Mala Rao y Richard Powell, del Departamento de Atención Primaria y Salud Pública del Imperial College de Londres, afirmaron en el British Medical Journal que la ecoansiedad “corre el riesgo de agravar las desigualdades sanitarias y sociales entre las personas más o menos vulnerables a estos efectos psicológicos”. Para los expertos, es importante considerar qué se puede hacer para aliviar los crecientes niveles de ansiedad climática.
“La mejor oportunidad de aumentar el optimismo y la esperanza en los jóvenes y ancianos ecoansiosos es garantizar que tengan acceso a la mejor y más fiable información sobre la mitigación y la adaptación al clima”, dijeron. “Especialmente importante es la información sobre cómo podrían conectar más fuertemente con la naturaleza, contribuir a elecciones más ecológicas a nivel individual y unir fuerzas con comunidades y grupos afines”.
Por otra parte, una nueva investigación también publicada en el BMJ sugiere que cambiar los comportamientos poco saludables podría ser la clave para lograr una emisión neta de gases de efecto invernadero nula para 2050.
Theresa Marteau, de la Universidad de Cambridge, dijo que la innovación tecnológica por sí sola sería insuficiente. “Adoptar una dieta mayoritariamente vegetal y realizar la mayoría de los desplazamientos combinando los desplazamientos a pie, en bicicleta y en transporte público reduciría sustancialmente las emisiones de gases de efecto invernadero y mejoraría la salud,” afirmó.
Los especialistas afirmaron que emprender acciones, por pequeñas que sean, para combatir la destrucción del medio ambiente, por ejemplo, puede ayudar a superar la sensación de impotencia a la que se enfrentan muchos jóvenes. La ansiedad ecológica es menos abrumadora cuando sienten que están haciendo algo al respecto.
“Si no encontramos alguna forma de sentir esperanza, o la sensación de que estamos trabajando en soluciones, probablemente experimentaremos parálisis y ansiedad”, dijo en diálogo con la revista Time, Christie Manning, directora de sostenibilidad y profesora del departamento de estudios medioambientales del Macalester College de Saint Paul en Minnesota.
Muchas personas encuentran ese sentido cuando forman parte de una comunidad, por lo que es importante buscar a los demás. “Si me preocupa la crisis climática y paso tiempo con personas que no comparten esa preocupación, empiezo a sentirme bastante sola. Pero si me uno a una comunidad que siente el mismo miedo que yo y actuamos juntos, siento ese apoyo social y me siento validada”, añadió.
Para Manning, “como seres humanos, todos tenemos un poder inexplorado para cambiar el mundo que nos rodea. A menudo, la gente se compromete por defecto a comer menos carne o a impulsar objetivos menos almirantes, pero sabemos que esas acciones individuales no son lo que va a hacer falta para resolver esta crisis”.
La experta sugiere motivarse a sí mismo -o animar a otros- a “dar pasos audaces”, como ponerse en contacto con los funcionarios elegidos o formar un club que construya un huerto solar comunitario. “Estos son los tipos de acciones que tienen un gran efecto dominó y pueden provocar un cambio sistémico. Y los individuos tienen el poder de dar estos pasos. Tenemos que animarles y ayudarles a superar su incomodidad”, concluyó.
También puede ayudar hacer hincapié en las noticias positivas sobre el clima, basadas en soluciones, en lugar de sólo en los acontecimientos negativos. La mayoría de los psicólogos subraya que, aunque es importante tener esperanza y fomentar el optimismo, no depende de los individuos la solución de la crisis, una carga que puede avivar la culpa y la ansiedad por sí misma.
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