La dependencia emocional afecta a muchísimas personas que son capaces de justificar lo injustificable e incluso sacrificar su vida social por fuera de ese vínculo, así como otros aspectos de sus vidas.
No importa cuántas veces alguien haya “tropezado” con la piedra de una relación conflictiva. Una persona seguirá eligiendo parejas tóxicas hasta que identifique ese patrón y puede reflexionar y transformar la manera de relacionarse.
“Es muy común que aquellas personas que no han sido criadas con suficiente apego, sea por la circunstancia que fuere, luego, al buscar parejas lo hacen más desde la necesidad de sanar sus niños heridos, poniendo a aquellas personas que eligen en un lugar de salvataje”, consideró el licenciado en Psicología y sexólogo Mauricio Strugo (MN 41436).
El especialista agregó que “esto se da como si no pudieran tolerar la frustración de no ser mirados todo el tiempo, tal como tendrían que haber hecho sus progenitores, transmitiendo todos los recursos posibles para poder desarrollarse valiéndose por sí mismos, eligiendo parejas para compartir, es decir, ‘compañeras’ en las que cada uno acompañe y potencie las actividades que, además de la pareja, cada uno quiera desarrollar para su vida”.
Es allí, para él, cuando el amor, contrario a lo que muchos creen, no sana, sino que “al revés, puede hacer muy mal e incluso producir en quienes lo sienten conductas más cercanas a la locura que a la normalidad”. “Hay personas que necesitan a sus parejas al igual que un adicto a esa sustancia que consume y el sufrimiento que experimentan cuando les falta es la misma abstinencia inaguantable que se experimenta en todas las adicciones”, profundizó el especialista.
Consultado por Infobae acerca de si la dependencia emocional es una manera de relacionarse en algunas personas, y si todos sus vínculos serán “codependientes”, Strugo señaló que “es una manera de relacionarse en determinadas personas cuyas particularidades pueden ser baja autoestima, crianzas en las que ha faltado apoyo y sostén de los padres y pueden someterse a una pareja para compensar esas carencias y también puede ser una manera de relacionarse de personas con conductas adictivas porque así como consumen compulsivamente sustancias pueden vivir el amor hacia una persona de igual forma, como algo que no pueden soltar”.
“Es posible que los vínculos de estas personas dejen de ser codependientes cuando puedan darse cuenta que en el nombre del amor no hay que sacrificar lo individual y puedan resolver lo que en el fondo los lleva a idealizar a sus parejas; todo esto se logra con mucho trabajo terapéutico”, destacó el especialista.
Qué ocurre en el cerebro
El psicólogo estadounidense Frederic Skinner realizó un experimento con ratas. Las metió en una jaula donde había una palanca y, cada vez que la presionaban, caía una bola de comida. Probaron a ver qué pasaba si, al presionar, no caía comida. Las ratas perdían interés y no presionaban más la palanca. En ambos casos, se trataba de un refuerzo continuado: siempre hay comida o nunca la hay.
¿Qué pasaría si, al darle a la palanca, la comida saliera al azar? Pensaron que la rata olvidaría presionar la palanca. Sin embargo, por el contrario, la rata se obsesionó y la presionaba a cada rato, aunque no saliera nada. Se volvió adicta hasta el punto de abandonar su descanso, alimentación y aseo.
“Eso es el refuerzo intermitente, una recompensa impredecible, aleatoria e inconsistente”, apuntó la bióloga y terapeuta psicocorporal Lorena Cuendias. “El circuito de recompensa del cerebro tiene la finalidad de reforzar conductas para nuestra supervivencia como beber, comer, o reproducirnos. También se activa cuando recibimos señales de aprobación y validación externas”, señaló.
Con la recompensa y el placer, se liberan dopamina y serotonina. Cuando hay consistencia en el estímulo, cuando el placer es predecible —siempre llega la bolita de comida, me contesta siempre los mensajes de whatsapp— el cerebro se acostumbra y, cada vez, libera menos de estas sustancias. Cuando hay inconsistencia, el ser humano es como la rata.
“Hay incertidumbre sobre cuándo y cómo volverá el subidón (de hormonas) al cerebro. Es algo preciado y se persigue como sea”, sostuvo Cuendias, quien destacó que ante la privación, las neuronas “necesitarán cada vez más dosis con estímulos más fuertes de eso que produce el enganche”.
Además, la oxitocina, hormona del vínculo y del amor, se inhibe y hay un desequilibrio entre ésta y la dopamina. Aquí, según la experta, es cuando llega la obsesión. “El desequilibrio (hormonal) puede hacer que la persona experimente ansias intensas de conservar y desear a su pareja -apuntó la especialista-. La víctima puede hacer cosas que la pongan en riesgo, como permitir ciertos comportamientos, incluso sexuales, que en otras circunstancias no toleraría”.
Quien lo sufre, trabaja cada vez más para mantener esa relación y volver a la fase de “luna de miel”, donde obtendrá más dopamina. Es, ni más ni menos que una adicción.
Cinco señales de alarma que no deberían pasarse por alto
Los síntomas que se presentan en una relación tóxica pueden clasificarse en tres dimensiones:
1- Actitudes de control y celosía: a uno de los miembros le molesta que su pareja pase tiempo con sus familiares y amigos; controla de forma excesiva sus gastos personales; investiga constantemente sus redes sociales y dispositivos móviles, invadiendo sin permiso la privacidad; planifica la vida de su pareja sin pedirle opinión; la menosprecia e insinúa que es indispensable para su supervivencia; evita que su pareja dé su opinión en reuniones, etc.
2- Falta de respeto y conflictos permanentes: uno de los miembros influye de mala manera para que su pareja cambie su estilo de vestir; le resta importancia a sus logros, incluso a tus virtudes; minimiza sus problemas; la víctima debe ceder constantemente en cualquier discusión; le hace sentir culpable de sus problemas, incluso cuando no tienen que ver con la relación; habla con tono negativo.
3- Actitudes tóxicas en el ámbito sexual: si mantienes las relaciones con él o ella a pesar de no tener deseos, sólo para evitar que se enoje.
4- Mentiras, una detrás de otra: si se esconde la verdad muchas veces esto deja precedentes. Si las mentiras pueden ser usuales, hay que estar atentos a ellas. A veces, la víctima, se siente obligada a mentir por miedo, y en ese mecanismo tóxico se siente responsable de la conducta del otro.
5- Rápida huida ante discusiones complicadas: hay parejas que entran en toxicidad porque vienen de una familia u otras parejas tóxicas, y les resulta familiar lo tóxico, lugares conocidos y de confort, ya que es la única forma de amor que conocen.
La ofensa es un clásico en la rápida huida ante discusiones acaloradas, según la psicóloga Beatriz Goldberg. “Muchas veces, ante discusiones, uno escapa, se ofende o rompe la pareja. Muchas veces uno de los involucrados emocionalmente no insiste para ‘no tirar de la cuerda y evitar así que se corte’”, ejemplificó.
Seguir leyendo: