La imaginación, para decirlo con una analogía, es esa pequeña criatura que nos susurra al oído historias que pueden ser tanto fantásticas como increíblemente reales. Gracias a ella se han escrito obras maravillosas y también, ciencia mediante, se lograron avances científicos y tecnológicos que le permitieron a la humanidad dar pasos agigantados. Sin embargo, en la educación (como en otras áreas del conocimiento) se la puso en espera, ya que para algunos puede ser considerada una pérdida de tiempo.
Y si de ciencia se trata, aunque no sea exactamente similar, también surge como una suerte de grieta o abismo, según describió el profesor de filosofía y cofundador del Grupo de Investigación en Mente, Ciencia y Cultura del Columbia College Chicago, Esteban Asmaes.
“Un abismo divide nuestra visión del conocimiento humano y la naturaleza humana. De acuerdo con la lógica del abismo, los hechos son competencia de la ciencia experimental, mientras que los valores son el dominio de la religión y el arte; el cuerpo (y el cerebro) es la maquinaria estudiada por los científicos, mientras que la mente es una realidad cuasi-mística para ser comprendida por la experiencia subjetiva directa. La razón es la facultad que produce el conocimiento, mientras que la emoción genera el arte”, señaló el además autor del libro “La evolución de la imaginación” (2017).
Según el profesor de filosofía, dentro de esta lógica que denominó como de “abismo”, la mente científica es la que está capacitada para producir un significado, mientras que la lógica, literal y científica es atípica y excepcional. Un comportamiento que también se extiende a los ámbitos educativos. “No es el paradigma dominante de la actividad humana el dar sentido, pero, sin embargo, sigue siendo el ejemplo de la cognición misma y ocupa un lugar de honor en nuestros sistemas educativos”, afirmó.
En ese punto, el experto profundizó en el denominado STEM (sigla proveniente de Science, Technology, Engineering and Mathematics - Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas). Es decir, en la integración de estas 4 ciencias mediante un enfoque de enseñanza basado en la interdisciplinaridad y aplicabilidad de los conocimientos.
“Necesitamos un nuevo tipo de enfoque para el aprendizaje que cambie la imaginación de la periferia a la base de todo conocimiento. Estas ya no son formas productivas de organizar el conocimiento en el siglo XXI”, afirmó Asmaes en su publicación en Aeon. Es por este motivo que afirmó la necesidad de ingresar en un tercer camino: “entrar en el abismo mismo, o descender más profundamente y desarrollar una forma completamente nueva de entender el aprendizaje que abarca el verdadero motor de la mente: la imaginación”.
Según el experto, se pueden y deben realizar “estudios de imaginación (o imaginología) en todos los niveles de educación, desde la escuela primaria hasta la universidad”, con el objetivo de conocer y analizar “la imaginación, sus creaciones, sus procesos (creatividad) y sus estructuras cognitivas subyacentes”. “Esta es la forma más emocionante y precisa para cerrar la brecha terminal entre las ciencias y las humanidades”, señaló Asmaes; aunque aclaró que, incluso, se integrarían “el cuerpo y la mente, la emoción y la razón, y hechos y valores”.
“Lo que se necesita es una manera de integrar nuestras raíces biológicas y nuestros frutos culturales. Los estudiosos de las humanidades se beneficiarían del estudio de nuestra herencia mente-cerebro humana compartida. Y los investigadores en STEM necesitan dejar espacio para formas racionales de exploración y creatividad”, afirmó.
Qué es la imaginación
En palabras del experto, la imaginación depende de quién hace uso de ésta. De todas maneras, puede dividirse en cinco pasos:
- Mimetismo
- Abstracción/desacoplamiento
- Recombinación
- Expresión
- Retroalimentación social.
“En primer lugar, nuestro sistema de espejo neural genera una imitación encarnada de nuestras percepciones. Luego, las técnicas de representación, como el dibujo o el lenguaje, desacoplan esas experiencias imitadas de sus contextos originales. A continuación, nuestra cognición combinatoria combina y mezcla la novedad (involuntaria o voluntaria) y luego, en las dos etapas finales, esas combinaciones novedosas se expresan y se leen en contra de la retroalimentación social. De esta manera, la imaginación no se limita a redescribir un mundo, sino que crea regularmente uno nuevo. Esta capacidad de creación de mundos de la imaginación (mundos perceptuales), debe permanecer como la base interdisciplinaria que subyace tanto al arte como a la ciencia. Cuanto más entendemos la imaginación como cognición central, más reconocemos la artificialidad de la división de ‘dos culturas’”, afirmó.
En ese sentido, el experto aseguró que es en la imaginación donde se despliega “nuestra arquitectura cognitiva de imitación (por ejemplo, simulaciones de neuronas espejo y asociaciones verticales coincidentes)”, la cual “está estructurada por plantillas narrativas y basadas en imágenes”. Las primeras son herramientas de construcción de sentido orientadas a la acción, comportamiento imprescindible en la “conformación de símbolos enactivos (que se adquiere a través de la acción del organismo en el mundo), exigiendo atención y acción de nosotros, o interviniendo de otra forma de manera causal”.
Asmaes destacó, además, el núcleo de la creación de sentido o de la actividad de creación de significado. “El trabajo imaginativo, como la narración de historias, la creación de imágenes, el canto, la danza, etc., son algunos de los primeros y continuamente desarrolladas formas de conocimiento. Una epistemología que no puede reconocer esto y empuja a la imaginación al territorio periférico de la estética no ha logrado comprender la mente biológica. Las ciencias cognitivas que siguieron una visión proposicional de la epistemología produjeron una gran inteligencia artificial (IA), pero ninguna comprensión del sentido biológico real. Posteriormente, la imaginación ha quedado como tierra incógnita para las ciencias algorítmicas”, afirmó.
“Se puede enseñar a una IA a identificar y manipular imágenes, patrones u oraciones, y luego recombinarlos de formas aleatorias y novedosas, razón por la cual ahora tenemos aplicaciones que ‘componen’ pinturas, canciones e incluso poesía. Pero nuestra imaginación es más que máquinas de combinación, porque nuestras mezclas son intencionales y teleológicas”, aseguró el profesor en filosofía.
La imaginación y la educación como un horizonte a futuro
Asmaes destacó que, de ahora en adelante, se pueden aplicar caminos “más sistemáticos y organizados sobre los productos, procesos, estructuras y funciones de la imaginación”, al tiempo que enumeró “algunos de los caminos pragmáticos que traerían más rigor a la investigación y la pedagogía del futuro”, por lo cual señaló 5 direcciones de investigación:
1- Clasificar la imaginación
El primer paso es definir categorías, por lo cual se necesita, por ejemplo, una taxonomía mucho más precisa de los procesos imaginativos. En la actualidad, se dividen las investigaciones sobre la imaginación “en reconocimientos arbitrarios de los productos de la actividad imaginativa” y son puestas por separado la literatura, la pintura, el cine y la danza; “aunque los procesos subyacentes de algunos son muy similares”.
Asimismo, es necesario poner en práctica “una nomenclatura común, pero también necesitamos decidir sobre un criterio fisiológico, morfológico o evolutivo para el carácter esencial. En el caso de la imaginación, ¿qué debería intentar capturar nuestra taxonomía?”, se preguntó Asmaes. “Actualmente estamos en la etapa de la taxonomía popular para la imaginación. Después de generar una clasificación natural, útil y provisional, podemos someterla a un análisis filogenético o evolutivo y luego avanzar hacia tipos naturales más detallados”, señaló.
2- ¿Psicodélicos adaptativos y mezclas cognitivas?
“La investigación sobre psicodélicos está teniendo un renacimiento actualmente y podría ser una bendición para la ciencia de la imaginación. Las sustancias psicodélicas engendran estados psicológicos y filosóficos que revelan características importantes de la estructura y función imaginativas”, afirmó Asmaes
En tanto, lejos de estas sustancia que pueden ser perjudiciales para la salud, el experto también hizo foco en que los “avances recientes en neurociencia y psicología evolutiva también están reavivando gradualmente el interés por la imaginación al hacer preguntas difíciles”. “La psicología evolutiva, por ejemplo, finalmente se hizo cargo de la imaginación, pero aún necesita explorar los mecanismos causales que unen las historias adaptativas a los mecanismos de transmisión hereditaria”, explicó.
3- Cuáles son los límites de la imaginación
“Debemos comenzar una búsqueda sistemática y una articulación de las restricciones a la imaginación. Muchos pensadores imaginativos se someten a restricciones basadas en reglas o materiales para forzar la creatividad novedosa, y esa es un área digna de estudio futuro. Pero necesitamos una mejor comprensión de los límites”, afirmó el filósofo.
Además, postuló que de las patologías surgen nuevos avances en la ciencia; con lo cual asegura que “la imaginación podría enfocarse más claramente al observar lugares donde la imaginación no se desarrolla en individuos y grupos” con el objetivo de “observar con claridad la diversidad neuronal”, además de evaluar a aquellos que “no parecen acceder a la imaginación”.
4- Desmitificar la imaginación y la creatividad
Además de identificar fallas o problemas, también se debe impulsar el potencial creativo. “Se necesita más fenomenología de la experiencia creativa. Necesitamos observadores/participantes que estén dispuestos y sean capaces de hacer fenomenología en lugar de reducciones fáciles a teorías cansadas”, aseguró el experto. “Necesitamos aceptar las etapas de confusión como recursos potencialmente agradables y lúdicos”, agregó.
Es más, Asmaes argumentó que no se puede permitir que “nuestros paradigmas nos cieguen mientras buscamos los contornos de la imaginación. Necesitamos más tipos de evaluación empírica”.
5- Permanece “raro”
La rareza o extrañeza es fundamental en la imaginación, por lo cual debemos aceptarla. “Debe haber lugar para lo surrealista, lo fantástico, lo idealista e incluso lo absurdo”, argumentó el especialista. Según explicó, “la imaginología debe cultivar una cierta tolerancia a la ambigüedad. La creación de sentido emerge de la tontería y necesitamos aceptar las etapas de confusión como recursos potencialmente agradables y lúdicos”, señaló.
“Es hora de darle a la imaginación su merecido poder cognitivo central, caballo de batalla epistémico, fuente terapéutica y hacedor de aventuras. Al final, el ‘abismo’ institucionalizado entre las formas de educación es enteramente obra nuestra e, irónicamente, una creación de nuestra imaginación obsoleta. La metáfora del abismo ya no es útil. Consideremos una metáfora diferente: la imaginación como las ‘placas tectónicas’ de la mente y la cultura. Y la imaginología nos invita a profundizar más”, concluyó Asmaes.
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