Las tensiones para conservar la seguridad de los trabajadores de prensa, además de una incesante competencia por la noticia, pone en jaque las posibilidades de alojamiento de los enormes equipos que se despliegan en la zona de conflicto. Muchos periodistas ucranianos se vieron casi obligados a iniciar la cobertura de la guerra, sin haberse imaginado previamente qué iba a sucederles. Desplazados de sus casas y ciudades, pretenden conservar el trazo informativo reagrupándose casi como corresponsales dentro de su propio país.
Adentrándose en una historia cercana a la que retrató el film Hotel Ruanda, inspirado en el hotel de lujo Mille Collines de Kigali donde se refugiaron cientos de personas durante el genocidio de Ruanda y permanecieron los periodistas que llegaron a cubrir los sucesos, Ucrania se ha convertido, merced a la guerra, en una gran mesa de redacción desde la que se transmite 24 horas.
Una guerra que ganó las redes sociales con cientos de periodistas freelance cubriendo desde sus cuentas los sucesos desde la vida cotidiana en directo. Los hoteles en épocas de conflictos siempre se convierten en bienes apreciados. Por su calidad de vida, por la conectividad, por ser un “activo estratégico”, como centros de operaciones de grupos armados, prisiones o albergues y, claro, centro de despliegues para los medios de comunicación. La permanencia en los hoteles suele garantizar a los periodistas los espacios necesarios para desempeñar su trabajo, aunque, al mismo tiempo, se convierten en un blanco tentador.
La ligereza con que un periodista puede moverse hoy para cubrir la noticia, casi por su cuenta, apenas con un celular en mano, ha reconvertido la funcionalidad de los hoteles en tiempos de guerra.
Mientras Polonia decidió el mismo día de la invasión que sus albergues de menor categoría serían abiertos para los refugiados que quisieran cruzar la frontera, en el caso de Ucrania, los hoteles se han convertido en el centro neurálgico de emisión de información. Como una especie de satélites de una oficina de prensa dispersa, los hoteles siguen siendo la base de operaciones sobre las que se montan las transmisiones de noticias de todo el mundo.
La cantidad de periodistas presentes en Ucrania para cubrir la invasión es imprecisa. La movilidad, el repliegue y avance de los combates y los hechos destacados ocurridos en un espacio relativamente accesible desde Europa, hace del número de corresponsales en Ucrania un misterio incalculable. Sí se sabe que, por ejemplo, para el encuentro de Antalya, sede de la reunión trilateral entre el ministro de Relaciones Exteriores de Turquía, Mevlut Cavusoglu, el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergey Lavrov, y el ministro de Relaciones Exteriores de Ucrania, Dmitry Kuleba, del 10 de marzo pasado, se contaron 200 medios acreditados.
En algunas localidades los periodistas deben dormir y transmitir desde casas particulares, ya que los hoteles están completos con migrantes forzados. Como informó a comienzos de este mes el enviado de Infobae, todos los hoteles de Vinnytsia están llenos, algo que no había pasado nunca, entonces las casas comienzan a abrir sus puertas. Cada día llegan, de a miles, personas que huyen de las ciudades más bombardeadas: Irpin, Kiev, Kharkiv, Kherson.
Falso refugio
En este contexto, los corresponsales de guerra que eligen los hoteles que fueron de lujo, no necesariamente se encuentran protegidos. Sarajevo fue una muestra perfecta de balaceras sobre las propias habitaciones. Se trata de conflictos donde no hay líneas de frente claras. Para las comisiones de prensa se supone que los hoteles tienen mejores capacidades para ofrecer los servicios necesarios para sobrevivir. Si el suministro eléctrico desaparece, los generadores propios son garantía de continuidad. Agua y alimentos, calefacción de ser necesaria, conexión a Internet de calidad esperable. Los depósitos en los sótanos pueden funcionar como albergues improvisados ante un ataque, y la capacidad de poder transmitir y dormir en cualquier momento, con cierto grado de intimidad, además de compartir información casi como en un órgano colegiado, son algunas de las prestaciones que los hoteles garantizan a los corresponsales en este tiempo.
Una centena de periodistas adelantados ya se había instalado un mes antes de que la invasión se hiciera efectiva. Se repartían entre la ciudad capital, Kiev, en las vecinas de Lviv y Dnipro.
El Radisson Blu, el Hyatt, el Premier Palace, el Kozatskiy, el Senator, el Khreschatyk, el Intercontinental y muchos otros boutique, pertenecientes a la fuerte impronta turística que Ucrania venía desarrollando en el último quinquenio y que la había puesto entre las preferencias de los viajeros, fueron los primeros ocupados por la prensa en Kiev antes del desarrollo de los ataques.
Todos ellos terminaron funcionando como estudios en vivo o espacios de transmisión o entrevistas. Las tecnologías permiten transmisiones portátiles como Aviwest, Dejero Live o Live U, opciones que pueden hacer uso de la infraestructura 4G. Algunos recurren a Inmarsat BGAN, aunque tiene menores barreras de seguridad para las transmisiones.
El actual toque de queda exige a los profesionales de prensa a permanecer en los hoteles entre las 8 de la noche y las 7 de la mañana.
El jefe de CNN International, Mike McCarthy, declaró en una entrevista en The New York Times que “la red tiene 75 personas en Ucrania, incluidos conductores e intérpretes locales. Utiliza como base hoteles de la ciudad de Lviv, en el oeste de Ucrania, en parte para garantizar que las transmisiones no sean interrumpidas por ataques cibernéticos que puedan afectar a Kiev”.
Los techos, balcones y terrazas que habitualmente son un marco hacia la belleza de los alrededores y expresión de la categoría de una habitación, se convirtieron en escenografías perfectas para las transmisiones en vivo, mientras los telones de fondo de matizan con fuego, ataques y misiles. Matthew Chance, el principal corresponsal internacional de la cadena CNN, estaba informando desde el techo de un hotel en Kiev cuando escuchó múltiples explosiones e interrumpió la trasmisión para colocarse un casco de protección.
Algo similar mostraron las pantallas de la BBC apenas a unas cuadras de distancia. La curiosidad del fondo sin fin, sigue siendo el mismo para todos. Diverso ángulo, otras desasosegadas vistas, la misma guerra.
A medida que la invasión se extiende en locaciones y tiempo, los periodistas van moviendo sus sedes a otras ciudades fuera del ojo enemigo, al menos, momentáneamente. Tal vez algunos de los hoteles que guardan lujos y expectativas de placer para los viajeros, ganen otras experiencias como el mítico Holiday Inn de Sarajevo que se convirtió en un hito icónico y símbolo de supervivencia para todos los periodistas durante el asedio de 1992 a 1995 a la capital de Bosnia.
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