Rebekkah Karp se despierta al amanecer, toma una taza de café, se pone su uniforme verde oliva y comienza su día lleno de trabajo, capacitación y manejo de maquinaria pesada. Se comporta con propósito y pasión sirviendo en las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) en el lugar que ahora llama hogar.
Sin embargo, su amor por Israel floreció cuando decidió hacer aliá (inmigración judía a la Tierra de Israel) a los 21 años desde su California natal y se convirtió en ciudadana israelí. Optó por dar el paso de la aliá y ahora no solo sirve a su país, sino que prospera en una unidad de combate dominada por hombres.
Karp, de 28 años, nació en Estados Unidos pero sintió pasión por servir en las FDI desde muy joven. Cuando su hermano mayor se convirtió en bombero su deseo de servir en el ejército creció. Después de vivir en Israel durante un año sabático y un programa de estudios en el extranjero, decidió que era el lugar donde quería vivir. Dejó sus estudios universitarios y se unió a una unidad de artillería de las FDI solo tres meses después.
”Cuanto más estaba en Israel me di cuenta de que no podía simplemente hacer aliá sin unirme al ejército. Unirse al ejército y servir al país es una gran parte de ser israelí. Si iba a hacer aliá, entonces tenía que unirme al ejército. Rápidamente, me identifiqué con los valores del país. Israel tiene mucho potencial y siempre creí que podía ayudar a empujarlo en la dirección correcta”, aseguró en una entrevista con Infobae.
Actualmente, vive en Ramat Gan, una ciudad próxima a Tel Aviv, Guivatayim y Bnei Brak, y se desempeña como comandante de la Unidad de Entrenamiento de Apoyo de Fuego, es responsable de entrenar a las fuerzas terrestres del ejército para planificar y activar el apoyo de fuego en en el campo de batalla, dirige varios cursos de distintos grados de complejidad semanalmente y tiene a cargo cuatro simuladores de apoyo de fuego.
Las FDI son una de las únicas fuerzas armadas del mundo que recluta mujeres bajo los términos de un proyecto de ley obligatorio. Tras el fallo de la Corte Suprema en el caso de Alice Miller (quien demandó para que se le permitiera ingresar al curso de pilotos de la fuerza aérea), la Ley del Servicio de Defensa se modificó para permitir que las mujeres se ofrecieran como voluntarias para funciones de las que anteriormente estaban excluidas.
Sin embargo, a excepción de la Guerra de la Independencia, a las mujeres no se les permitió servir en unidades de combate hasta 1994, cuando el Tribunal Superior de Justicia dictaminó que algunos roles de ese tipo deberían estar abiertos a mujeres soldados. No fue sino hasta el año 2000 que a las mujeres se les permitió servir en unidades de combate de artillería, infantería y marina.
Desde entonces, cada vez más unidades de las FDI se han abierto a las mujeres, como se puede ver en los datos: en la década de 1980, solo el 55% de los puestos en las FDI estaban abiertos a mujeres; en 1995, esta cifra alcanzó el 73%; y desde 2012, el 86% de las unidades de las FDI se han abierto a mujeres. Según datos de las FDI, también ha habido un aumento significativo en el número de mujeres soldados en las fuerzas terrestres, un aumento de más del 160% en los últimos seis años.
Según un artículo que publicó The Times of Israel, los mismos datos indican que las mujeres ahora comprenden alrededor del 18% de las fuerzas de combate de las FDI. Sin embargo, las unidades de combate de primera línea permanecen abiertas solo para hombres. A fines de 2012, solo el 2,2% de las mujeres servían en unidades de combate. La unidad de Gad tiene 60 hombres y ocho mujeres, lo que puede resultar intimidante para algunas mujeres, pero Karp asegura que sus dificultades se ven ensombrecidas por sus atributos satisfactorios.
“Siempre supe cuando me uní al ejército que buscaría un puesto de combate. Realmente no podía imaginarme haciendo otra cosa y estoy muy feliz de haberlo hecho. Quería dar todo lo que tenía. Podría haber entrado en una posición en el área de inteligencia o como instructora, pero quería dar todo de mí y tenía que ser en un lugar que me lo permitiera”, sostuvo.
Cuando se enlistó en las fuerzas armadas no sabía que podía convertirse en comandante u oficial. Cuando lo supo, no dudó ni un segundo que lo iba a hacer. “No fue una opción para mí. Lo tenía que hacer, tenía el potencial y la gente que me ayudara a lograrlo. Cuando hice el Officer Course, un curso pequeño que solo unos pocos hacen, supe que estaba bien encaminada. Era un cargo muy específico y hasta ese punto ninguna mujer lo había alcanzado. Me dijeron que no iba a poder hacerlo y que ninguna mujer antes había podido. Me decían que era difícil que me pudieran entrenar en el nivel necesario siendo mujer. Tuvimos un mes y medio de pruebas. Me lo pasé probándome a mí misma y a mis colegas que no solo era capaz, sino que era la mejor”, remarcó.
Así fue que, luego de días y días de mucho trabajo y esfuerzo (pero mucha determinación), se convirtió en la primera mujer en completar el Curso de Oficial de Apoyo de Bomberos y ocupar puestos educativos y operativos relacionados. “Al principio -recordó- estaba feliz y orgullosa de mí misma. Hasta que un día, se me acercó una cadete más joven para decirme que quería hacer lo mismo que había hecho yo. Quería saber cómo lo había hecho y que la aconseje. Luego, se convirtió en esta increíble oficial y desde que lo hicimos nosotras muchas más mujeres lo han hecho. Entonces, puedo decir que al principio lo hice por mí pero después me di cuenta de que lo estaba haciendo por muchas otras mujeres”.
Como ejército popular, las FDI están obligadas a defender el principio de igualdad y permitir que las mujeres sirvan en cualquier lugar donde estén calificadas para hacerlo. Aun así, podría decirse que las fuerzas armadas todavía están casadas con un proceso de evaluación de reclutas y asignación de roles específicos que reflejan normas obsoletas, siendo el género el primer y principal criterio. “Cuantos más desafíos enfrentamos como mujeres, más fáciles estos se vuelven. La primera vez que me planté en una reunión para decirles a mis compañeros que no iba a ser la persona que tomara nota de lo que pasaba solo por ser mujer, por ejemplo, fue raro. Pero ahora saben que no voy a hacerlo y que tampoco deberían esperarlo de mí. Si no piensan menos de mí, no van a pensar menos de las demás mujeres”, aseveró con orgullo.
“Hace unos años, cuando estaba en una posición muy operacional (era la primera mujer en hacerlo) me pasaba mucho tiempo con hombres, y estos soldados u oficiales no habían puesto a ninguna mujer antes en una posición tan importante como esa. Me necesitaban. Me unía a diferentes operaciones y cuando entraba me querían echar. Me decían que era muy peligroso o muy importante para mí. Un día me senté a explicarles y a decirles que lo iba a hacer. Yo iba a ir a aunque ellos no quisieran. Hubo un solo soldado que me dijo que igual no podía ir. No le hice caso. Cuando terminó la misión se acercó a disculparse y me dijo: ‘Qué suerte que sí viniste’”, añadió.
Solo unos pocos hombres cumplen con los requisitos para las unidades de fuerzas especiales de las FDI, pero estas unidades no están categóricamente cerradas para todos los hombres. De manera similar, el hecho de que es poco probable que la mujer promedio apruebe las pruebas de ingreso para las unidades de infantería es irrelevante para la cuestión de si una mujer que quiere ejercer su derecho a probarse para estas unidades podría ser lo suficientemente buena. Aun así, con el tiempo, más y más mujeres ocupan altos cargos en el ejército por primera vez.
Su familia siempre la apoyó. Si bien no entendían mucho sobre las decisiones que tomaba, la apoyaban. Y eso espera que pueda sucederle con su propia familia en un futuro, aunque algunas cosas la asustan. “Todo mi servicio me preocupó qué iba a pasar cuando formara una familia. Estoy la mayor parte del tiempo fuera de casa y me preocupaba mucho cómo iba a poder tener una familia en esta posición. Mi última comandante empezó en esta posición cuando terminó su licencia de maternidad y tuve el honor de ver cómo lo hacía. Vi que la armada era flexible con ella y me transmitió mucha confianza. Sé que es un gran desafío personal y laboral, pero estoy preparada para afrontarlo”, reconoció.
Para Karp, todavía “es muy evidente” que esperan más de ella que de otros soldados. “Además de esperar todo lo obvio, esperan que sea más organizada o cortés. O incluso que maneje mejor los ordenadores, por ejemplo, solo por ser mujer. Todavía se determinan las capacidades de las mujeres y los hombres basadas en los estereotipos”, finalizó la comandante.
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