La leyenda del atleta olímpico que incomodó a los nazis, alcanzó la gloria deportiva y sufrió el racismo en su país

El estadounidense Jessie Owens obtuvo cuatro medallas de oro y batió todos los récords ante los ojos de Hitler. La cineasta oficial del régimen inmortalizó su desempeño en las competencias de Berlín 1936

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El 3 de agosto de
El 3 de agosto de 1936 Owens obtuvo su primera medalla dorada. El estadio lleno, la prensa mundial, Adolf Hitler y Joseph Goebbels fueron testigos de una hazaña sin precedentes

Jesse Owens ha sido mundialmente conocido por dos motivos. En primer lugar por su talento fuera de serie para las carreras de velocidad, lo que lo convirtió en uno de los atletas más grandes de todos los tiempos, sino el mejor, dependiendo de que parámetros se tomen para la evaluación. Sus récords en la década del treinta fueron algo nunca visto hasta entonces.

Pero el otro motivo por el cual Owens tiene reconocimiento mundial es porque su momento de mayor fama deportiva fue en los Juegos Olímpicos de Berlín 1936. Allí, frente al poderío nazi, mostró todo su talento, para amargura de Hitler, Goebbels y las teorías que ellos enarbolaban acerca de la superioridad aria.

Owens no solo no era alemán, sino que también era negro, lo que era un afrenta para la imagen que el nazismo intentaba instalar. Pero la historia de Jesse Owens comenzó mucho antes de ser una estrella internacional.

John Cleveland Owens, más conocido como Jesse, nació en Oakville, Alabama, Estados Unidos, el 12 de septiembre del año 1913. Cuando tenía tan solo nueve años, se mudaron él y su familia a Cleveland. El motivo fue el racismo del que eran víctimas en Alabama. Un millón y medio de afroamericanos dejaron el sur de Estados Unidos en aquel período conocido como La gran migración.

No fueron años sencillos, pero al mismo tiempo fueron fundamentales para el futuro del atleta. Su talento no tardó en ser descubierto cuando estaba en el secundario. Charles Riley era su entrenador en Fairmont High School y fue una guía para el joven atleta. Lo guió, pero también le permitió entrenar fuera de horario, ya que Owens aun siendo tan joven necesitaba trabajar para vivir.

Tras la gloria de Berlín
Tras la gloria de Berlín 1936, Owens volvió a EEUU y sufrió los efectos del racismo (AP)

En aquellos años conoció a Minnie Ruth Solomon, cuando él tenía quince años y ella trece. Se casaron en 1935, cuando ya tenían una hija, Gloria, nacida en 1932. Luego nacerían dos hijas más, Marlene en 1939 y Beverly, en 1940. Estas dos niñas nacieron después de la gloria olímpica de Owens.

En las primeras competencias su talento era tan inusual que llamó la atención rápidamente. Sus marcas como velocista tenían calidad olímpica y era de muy joven capaz de igualar récords. Owens asistió a la Universidad Estatal de Ohio después de que su padre consiguiera empleo. Es importante destacar que, aun siendo un atleta de elite, Jesse Owens nunca recibió una beca.

En las competencias universitarias arrasaba, y aunque con ese éxito, él debía alejarse fuera del campus universitario junto con otros atletas afroamericanos. Cuando viajaba con el resto del equipo no podía ir a cualquier restaurante y muchas veces tenía que hacer el pedido para comer fuera de los locales.

Los hoteles también eran un problema, no todos aceptaban negros. Como no tuvo becas, debió seguir trabajando durante esos años de estudio. Pero en 1935 su fama explotaría debido a una verdadera hazaña realizada en una competencia en Ferry Field, Ann Arbor, Michigan. El 25 de mayo de ese año, Jesse Owens batió tres récords mundiales e igualó un cuarto. Todo esto en cuarenta y cinco minutos. Era el prólogo para los Juegos Olímpicos de Berlín, los más politizados de la historia.

Cuando llegó a la competencia Jesse Owens no era un desconocido. Tenía fans de todo el mundo, incluyendo por supuesto a los alemanes. Necesitaba tener custodia, no por las agresiones, sino por las fans que querían estar con él, incluso cortar con tijeras parte de su traje para tener un recuerdo.

Owens sufrió el racismo desde
Owens sufrió el racismo desde joven, en las competencias universitarias arrasaba, y aunque con ese éxito, él debía alejarse fuera del campus académico junto con otros atletas afroamericanos (Getty)

Pero lo más importante ocurriría en la pista. El estadio lleno, la prensa mundial, Adolf Hitler y Joseph Goebbels y la cineasta oficial Leni Riefenstahl, todos fueron testigos de una hazaña sin precedentes. El 3 de agosto Owens ganó su primera medalla.

Obtuvo la victoria en los 100 mts con un tiempo de 10.3. Al día siguiente, la segunda medalla vendría con salto en largo, con una marca de 8.06 metros. No se detendría ahí. El 5 de agosto ganaría la carrera de los 200 mts con un tiempo de 20,7. Tres medallas doradas y aún quedaba el broche de oro. El 9 de agosto se llevó su cuarta medalla dorada en la posta de 4×100 mts.

Esa medalla final tuvo una controversia que no involucraba a Owens. El entrenador Dean Cromwell reemplazó a Marty Glickman y Sam Stoller -dos atletas judíos- por Jesse Owens y Ralph Metcalfe, quienes completaron el equipo con Frank Wykoff y Foy Draper para implantar un récord mundial de 39.8 segundos. El motivo del cambio fue mantener un buen vínculo con Avery Brundage, presidente del Comité Olímpico de Estados Unidos.

Brundage había peleado para evitar el boicot a los Juegos de Berlín y siempre tuvo una mirada complaciente con respecto al nazismo. Sus prejuicios no pudieron evitar la hazaña de las cuatro medallas doradas para Owens. Un récord que no sería igualado hasta los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984 cuando Carl Lewis obtuvo el mismo logro.

La otra gran polémica estaría vinculada con el rechazo de Adolf Hitler a saludar a Jesse Owens. Desde aquel momento, quedó establecido para la inmensa mayoría que el líder nazi se había negado a saludar al atleta americano y se había retirado del estadio enojado por la victoria de este. Mucho se ha escrito sobre esto. Lo cierto es que Hitler no saludó a todos los atletas y su agenda estaba armada al milímetro. Es posible que no se pudiera quedar a un saludo oficial.

Albert Speer, arquitecto del régimen, declaró que Adolf Hitler estaba enojado por la victoria contundente de Owens. Qué no negaba la fortaleza del velocista, pero que la atribuía a su raza proveniente de la jungla. Joseph Goebbels, ministro de propaganda, veía un problema para la imagen que intentaban instalar en el imaginario de su país y el mundo.

Por otro lado Leni Riefenstahl, la cineasta oficial del nazismo, que estaba allí preparando su gran documental Olympia, solo veía deportistas extraordinarios y no dejó fuera del montaje de su film a Jesse Owens, lo que también fue un tema de pelea con Goebbels.

Owens declaró e insistió durante años que sí había saludado a Hitler y que incluso tenía una foto del momento, pero que fue tomada detrás del palco de honor. Tal vez no se permitió publicar en la prensa ese momento, pero Owens nunca cambió su declaración.

La leyenda dice que HItler
La leyenda dice que HItler se negó a saludar a Owens tras su hazaña, enojado por el triunfo del afoamericano (AFP)

Siegfried Mischner, periodista alemán, dijo haber visto la foto mostrada por el propio Owens. Pero al mismo tiempo el periodista agregó que la idea de Hitler rechazando a Owens se había difundido tanto que era mejor conservar esa imagen que intentar corregirla en favor del genocida. Las opiniones y versiones de un lado y del otro no tienen una confirmación definitiva, pero sí está claro que no fue saludado en el palco y a la vista de todos.

La ironía más cruel de todas es que Jesse Owens no tuvo que quedarse en hoteles segregados mientras estuvo en Europa, incluyendo su gira posterior. Pero cuando volvió como un héroe a Estados Unidos tuvo respuestas encontradas. Por un lado se hizo un desfile en su honor y espontáneamente recibió regalos de personas que lo idolatraban.

Sin embargo, luego del desfile en el evento en su honor realizado en el hotel Waldorf-Astoria, Jesse Owens tuvo que subir por el ascensor de servicio. Tampoco fue invitado a la Casa Blanca por el presidente de Estados Unidos. Los años siguientes no fueron tan fáciles para el atleta, le quitaron su condición de amateur y tuvo que sobrevivir haciendo exhibiciones. Jesse Owens declaró: “la gente decía que era degradante ver un campeón olímpico competir con un caballo, pero ¿qué podía hacer? Tenía cuatro medallas doradas, pero no podía comérmelas”.

Tras años de realizar trabajos para sobrevivir luego de su retiro, el gobierno salió al rescate y lo nombró embajador de buena voluntad. Más tarde se convirtió en propietario de carreras de caballos. Volvió a ser motivo de prensa cuando no mostró su apoyo a los atletas del Black Power y su saludo en los Juegos Olímpicos de México 1968.

No obstante, años más tarde cambió su punto de vista y públicamente rectificó su posición con respecto al tema. Owens murió en Tucson, Arizona, a los sesenta y seis años, de un cáncer de pulmón.

Hoy es objeto de admiración en todo el planeta y siempre es recordado como uno de los grandes atletas de todos los tiempos, incluso para muchos, el mejor de la historia. Jesse Owens, el hombre récord de Berlín 1936.

*Santiago García es maratonista, autor del libro “Correr para vivir, vivir para correr” y “Volver a correr”. Completó la Six World Marathon Majors dos veces. En Instagram: @sangarciacorre.

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