Los Juegos Olímpicos en 1904 no eran todavía el evento descomunal esperado por todo el mundo que serían en los años siguientes y hasta la actualidad. En la tercera edición de los juegos de la era moderna ni siquiera fueron el evento principal de la ciudad donde se hicieron: St. Louis, Missouri, Estados Unidos. Originalmente la ciudad de Chicago, Illinois, sería la anfitriona, pero no St. Louis, que realizaría Exposición Universal conocida como la Louisiana Purchase Exposition.
Visitantes de gran parte del mundo visitarían la ciudad y St. Louis dejó en claro que si los Juegos Olímpicos no eran realizados allí, se organizarían una competencia deportiva alternativa. Chicago cedió, pero los JJOO no serían el evento principal y una de sus competencias sufrió particularmente esa falta de rigor en la organización: el maratón de St. Louis de 1904 fue particularmente raro, peligroso y mal armado.
Treinta y dos corredores largaron la carrera aquella tarde del 30 de agosto de 1904. En aquel momento el maratón tenía 40 kilómetros, los 2 km 195 mts restantes iniciarían su camino hasta convertirse en la distancia oficial recién en los Juegos Olímpicos de 1908 en Londres.
La mayoría de los participantes era americanos, ya que debido al alto costo del viaje muchos competidores no pudieron llegar desde su países. En todas las competencias hubo mayoría local, pero en el maratón el segundo país más representado fue Grecia, porque para ellos el maratón era una cuestión nacional.
La carrera comenzó a las 15 horas, un horario que en verano significa el punto más alto de temperatura. Y así fue, ya que los corredores debieron competir con 33 grados de temperatura. En cualquier circunstancia ese nivel de calor es peligroso y afecta el desarrollo normal de la prueba, pero los problemas de organización fueron mucho más de la elección equivocada del horario de partida. Hoy todos los maratones se organizan, salvo alguna excepción, en las horas más frescas de la jornada, en aquel momento había mucho por aprender y esta carrera fue una lección a todo nivel.
La carrera comenzaba con cinco vueltas dentro del estadio y luego salía por caminos de campo llenos de polvo. Como había autos delante y detrás de los competidores para seguirlos, al calor y la humedad de la jornada hubo que sumarle una nube de polvo que acompañó a los competidores durante todo el trayecto de caminos. La competencia terminaba nuevamente en el estadio. Vayamos sumando calor, humedad y polvo, es decir condiciones muy malas para correr.
Pero nada de esto hubiera sido tan definitivo si se les hubiera dado la hidratación correcta a los competidores. En la actualidad los maratones con menor número de puestos de hidratación tienen uno cada cinco kilómetros, es decir ocho en total. Pues en St. Louis 1904 sólo hubo un puesto de hidratación en mitad del recorrido. Las condiciones pasaron de ser adversas a ser directamente peligrosas.
Varios corredores deberían abandonar por deshidratación, incluso algunos tuvieron que ser rescatados del costado del camino porque además de haber perdido demasiado líquido, habían respirado polvo durante muchos kilómetros. No hubo muertos, pero pudo haber sido una tragedia. Catorce corredores completaron el maratón sobre los 32 que largaron. Hubo varios que, con atendible criterio, ni siquiera la comenzaron, aun estando en el listado oficial.
Otra historia increíble es la del cartero cubano Andarín Carvajal, quien llegó a último momento a competir, haciendo dedo desde New Orleans. Tuvo que recortar su pantalón largo para correr. No había comido durante más de un día y creyó que era una buena idea alimentarse con manzanas en el camino, pero el mal estado de estas le causó dolores y calambres. Paró a dormir una breve siesta y al concluirla siguió con la carrera, terminando en un insólito cuarto puesto, que se adivina muy lejano al podio de la competencia, ya de por sí de un nivel inferior por todo lo mencionado.
En 1904 el récord era del legendario atleta griego Spyridon Louis, quien en los Juegos Olímpicos de Atenas 1896 había marcado un tiempo de 02:58:50. Cuando Frederick Lorz cruzó la meta con un tiempo de 03:13:00 el público lo aplaudió aun cuando estaba lejos de aquella marca récord.
Para sumar escándalo a la historia, muchos sospecharon que Lorz no había hecho el recorrido completo corriendo y que había sido transportado en auto durante un tramo. Rápidamente el corredor admitió que era verdad y dijo que solo quiso hacer un chiste. Fue descalificado y suspendido de por vida, pero al año siguiente le levantaron la prohibición y ganó el maratón de Boston, demostrando que talento para correr no le faltaba.
El ganador oficial fue el norteamericano Thomas Hicks con una marca de 3:28:53. Cuando faltaban dieciséis kilómetros para la llegada Hicks no tenía más fuerzas y quiso abandonar. Sus entrenadores no se lo permitieron y comenzaron a darle pequeñas dosis de estricnina para estimularlo. Acompañando este veneno para ratas le daban sorbos de brandy. Esta fórmula para el desastre hubiera causado la descalificación del corredor en años posteriores, pero en 1904 valía todo.
Luego de conseguir la victoria tuvieron que ser asistido por varios médicos para evitar que se muriera. Perdió más de tres kilos en el recorrido de la carrera. El segundo puesto fue para el francés Albert Corey con una marca final de 3:34:52 y en tercer lugar otro competidor de Estados Unidos, Arthur Newton, que terminó en 3:47:33. Todos muy lejos de una buena marca, incluso para aquella época.
El maratón tenía mucho camino por recorrer, no hay duda alguna, y habría nuevos problemas en futuras competencias olímpicas, pero poco a poco todo se armaría de forma tal que la loca carrera de St. Louis 1904 quedará en el pasado como un mal recuerdo y una anécdota absurda de los primeros pasos del deporte olímpico contemporáneo.
*Santiago García es maratonista, autor del libro “Correr para vivir, vivir para correr” y “Volver a correr”. Completó la Six World Marathon Majors dos veces. En Instagram: @sangarciacorre.
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