En este siglo, la mayoría de las familias han convertido a los hijos en el eje alrededor del cual gira toda su realidad. Y dispuestos a “darles todo” y a conseguir unos hijos perfectos, orbitan los hiperpadres o “padres helicóptero”, que ejercen una crianza basada en estar siempre encima de ellos, anticipándose a sus deseos y resolviéndoles todos sus problemas.
Un cóctel con ingredientes como la estimulación precoz, las agendas repletas, la tolerancia cero a la frustración y los enfrentamientos con los maestros que osen cuestionar las maravillas del pequeño. Aunque ejercida con la mejor intención, la hiperpaternidad se está llevando por delante aspectos tan vitales en el desarrollo como la adquisición de autonomía, la capacidad de esfuerzo y el tiempo para jugar. También provoca familias estresadas y niños tan sobreprotegidos que, irónicamente, tienen más miedos que nunca.
Con rigor y un punto de humor, Eva Millet, nacida en Barcelona, periodista y escritora, se ha convertido en una autora best seller a partir de una serie de libros donde analiza el fenómeno de los hiperpadres y da claves para la práctica del underparenting o la «sana desatención»: relajarse, confiar en los hijos y darles más aire.
Esta licenciada en Ciencias de la Información por la Universitat Autònoma de Barcelona, que ha trabajado en Londres para el diario The Guardian y la BBC radio, medio del cual fue corresponsal en México, es colaboradora habitual del Magazine de La Vanguardia. En 2002, a raíz del nacimiento del primero de sus dos hijos, empezó a publicar sobre temas de educación y puso en marcha Educa2.info, un blog especializado en noticias que ayudan a educar. Es también autora de los libros “Hiperpaternidad” e “Hiperniños”, que popularizaron esos conceptos y la convirtieron en conferencista.
En charla telefónica exclusiva con Infobae, nos animó a relajarnos y a cambiar el miedo al entorno por confianza hacia ellos. “Cuando tengáis dudas de que no estáis haciendo lo suficiente por el niño, paraos y planteaos esta pregunta: ¿Quiero educar a una persona o hacer un niño perfecto? Yo francamente escogería lo primero, es mucho menos extenuante y más gratificante, también para la sociedad. El mundo necesita personas, no niños perfectos”.
-¿De dónde cree que surge este cambio en la forma de educar?
- Tal como ocurre con muchas tendencias, esta también proviene de EEUU. Es un estilo de crianza en el que los hijos son el centro máximo de atención de sus progenitores, en el que los niños reciben una atención casi obsesiva por parte de sus mayores. Esto produce una presión intensa para unos y otros. Para los adultos es una manera muy estresante de enfrentar la crianza, para los niños hay una especie de inacción general y placer en aquello de conseguir todo lo que desean o que les resuelvan sus conflictos. Es momentáneamente fácil para ellos. Es muy aterrador para el futuro, cuando sea hora de que se enfrenten al mundo sin papá y mamá.
-¿Cree que hay temor a que sus hijos se frustren o hay miedo a la frustración adulta?
-Sería muy complejo pensar que un niño que está en formación haga todo bien. El modo de aprender es la prueba y el error. ¿Cómo van a construir su saber si no se equivocan? Escribo mis libros intentando acercarme a las madres y padres que ejercen ese rol de un modo hiperactivo, con la idea de que se relajen y no descarten todo lo bueno de la paternidad tradicional. Los tiempos han cambiado, pero eso no significa que algunas de las herramientas del pasado no puedan utilizarse también hoy. Los adultos, además de padres, son maestros. Existe una tendencia a confundir autoridad con autoritarismo, por lo que cualquier desacuerdo en casa, en la escuela o en el patio de recreo se ve como un ataque. Eso me resulta preocupante. Hemos pasado del culto a los ancestros al culto al descendiente.
- ¿Podría definirnos las condiciones que componen la hiperpaternidad?
- Se trata de una crianza basada en una atención excesiva a los hijos. El niño más que nunca es el rey de la casa, sabe que se le da todo. Y los padres están supeditados a los deseos del niño. Los hiperpadres resuelven sistemáticamente cosas que los hijos podrían hacer por ellos mismos. “Se nos ha hecho creer hoy en día que para ser buenos padres tenemos que resolver por sistema los problemas de los hijos e incluso nos tenemos que anticipar a sus dificultades, lo que produce un cierto estrés en los vínculos familiares. Todo este accionar es con buena intención, pero en este proceso estamos invadiendo la capacidad de adquirir autonomía de los niños. Hacer las cosas por ellos es un modo de indicarles que no pueden.
-Hay bastante de sobreprotección en esa mirada...
-Excesiva. Toda mi investigación lleva al mismo lugar. Sobreproteger de ninguna manera garantiza la felicidad del niño, que se supone que es el objetivo principal de este tipo de crianza. Si haces todo por tu hijo, si resuelves todos sus problemas, si les allanas el camino todos los días, entonces les estás enviando un mensaje claro: no puedes hacer nada sin mí, eres débil y no eres capaz de superar los desafíos a los que te enfrentas”. Hoy el niño se ha convertido en “intocable”. Nadie puede observar nada del niño. Los padres funcionan como los guardianes de esa condición impoluta. El padre es un guardaespaldas que protege al hijo de todos los miedos, porque el mantra de la paternidad actual es que el niño no se traume. Frente a esto se maquillan situaciones para ocultar temores. Pero los recursos que les estamos quitando históricamente nos salvaron la vida como especie. Como padres no tenemos que sobreproteger, sino ayudar a los hijos a enfrentarse a esos miedos.
-Existe una tendencia que iguala a los niños evitando, por ejemplo, que repitan el año. ¿Cual es su opinión al respecto?
-Una de las características de la era de los hiperpadres es que consideran que el niño nunca se equivoca, nunca hace nada mal. Si se porta fatal es que ha tenido un mal día, es que el profesor no sabe entenderlo o que el niño tiene una baja tolerancia a la frustración, como si esto fuera una enfermedad crónica frente a la cual no se puede hacer nada. Es imposible adaptarse a las necesidades de cada alumno, y menos cuando todos quieren ser los primeros, recibir una atención personalizada. Los profesores se quejan de que el primer “no” que escuchan algunos alumnos se da cuando empiezan la escuela. Es allí donde se enseña a los niños a hacer todo por sí mismos y luego, cuando se van, los padres que esperan afuera cargan automáticamente sus mochilas.
-Ud. sugiere que la hiperpaternidad es una condición de las clases medias. ¿Por qué?
-Ahí es donde encontramos más casos; las familias de clase baja tienen otros problemas con los que lidiar. Para cualquier familia, la crianza de los hijos requiere un gran esfuerzo, sobre todo económico. Así que aspirar a criar hijos perfectos agrega una presión adicional, y la competencia entre padres puede volverse feroz. Alcanzar la perfección es caro, por definición, y los padres se convierten en administradores de sus hijos. Suele ir enlazada a la hiperocupación, En base a unos neuromitos, como el que dice que si no lo hace de 0 a 3 este niño no va a llegar a ningún sitio, nunca será violinista o futbolista, los estamos poniendo a hacer actividades extraescolares muy precozmente y demasiadas. Les estamos un patrimonio exclusivo de ellos: el tiempo para jugar. Es un derecho reconocido por las Naciones Unidas.
-¿Qué podemos hacer pero mejorar?
-Relajarnos todos un poco. El filósofo Gregorio Luri dice que los hijos tienen derecho a tener unos padres relajados. En inglés se habla de underparenting (hipopaternidad). Soltémoslos un poco y que comiencen a adquirir responsabilidades. Empecemos porque lleven su propia mochila. Es un pequeño modo en educar en una habilidad como es la responsabilidad y la autonomía. Los niños son capaces de hacerse su cama, organizarse su agenda. Otro recurso inteligente en este sentido es evitar preguntarles todo a ellos. Hay cuestiones que no están en condiciones de decidir como a qué hora deben irse a dormir o cuándo tomar un medicamento. No se van a traumar porque reciban un “no”. Tenemos que confiar en ellos. Ellos quieren que lo hagamos.
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