Algunas encuestas han encontrado que el 90% de las personas experimentan este fenómeno y, para aproximadamente un tercio de ellas, es molesto. Se conoce como “gusano de oído“ o “earworm” en inglés y proviene del alemán Ohrwurm, que significa “un picor musical”. Fue acuñado en 1979 por el psiquiatra Cornelius Eckert y, básicamente, es un segmento de música en bucle que suele durar unos 20 segundos y que entra automáticamente en la conciencia y se repite.
“Hay ciertas características musicales que hacen que las canciones sean más propensas a convertirse en earworms, como si la pieza es repetitiva, si hay una duración más larga de ciertas notas, si los intervalos entre las notas son más pequeños.Además, las canciones que desencadenan algún tipo de carga emocional, ya sea de forma consciente o no, o las canciones asociadas con un recuerdo en particular, a menudo pueden ser las que se nos quedan atascadas en la cabeza”, sostuvo en una entrevista con The Harvard Gazette, el órgano de prensa oficial de Harvard, David Silbersweig, profesor de psiquiatría Stanley Cobb en la Facultad de Medicina, codirector del Centro de Neurociencias del Brigham and Women’s Hospital.
Para Cobb, coautor de un artículo de 2018 sobre los efectos neurobiológicos de la música, las investigaciones que utilizan imágenes de resonancia magnética funcional han analizado la estructura del cerebro y los resultados tienen sentido en términos de los procesos descritos anteriormente. Existe una participación de la corteza auditiva en el lóbulo temporal del cerebro que respalda la percepción musical, y las conexiones entre esa corteza y áreas profundas del lóbulo temporal, como el hipocampo o la circunvolución parahipocampal, son importantes en la codificación y recuperación de la memoria.
De acuerdo a lo manifestado por el experto, se ha implicado el bucle fonológico: el proceso de mantener algo en la mente, como un bloc de notas mental, durante una cierta cantidad de segundos.
Entonces, hay redes en el cerebro que respaldan estas funciones de la música, la memoria y la atención, y el mantenimiento de algo en la cabeza y la memoria de trabajo. Y luego está la conexión con las regiones emocionales del cerebro, como la amígdala, que está involucrado en la prominencia y la emoción negativa, y el estriado ventral, o núcleo accumbens, que está involucrado con la emoción positiva y la recompensa.
Todos estos son elementos que se cree que están involucrados en los gusanos de oído. “Lo que sucede es que las conexiones en nuestros cerebros que involucran estas regiones se ‘atascan’, lo que resulta en una reproducción automática de los recuerdos musicales”, subrayó Cobb.
Y añadió: “Algunas investigaciones sugieren que las personas que tienen dificultades con la memoria funcional, como las que padecen un trastorno por déficit de atención, pueden experimentar menos earworms, mientras que las personas con trastorno obsesivo-compulsivo, donde hay estos bucles que se repiten involuntariamente en sus cabezas, pueden ser más propensos a hacerlo”.
Según el especialista, también “es importante recordar que la música es universal en todas las culturas”. “La música -destacó-, incluidos algunos aspectos preverbales o simples de ella, está involucrada en nuestra prehistoria y nuestra evolución en términos de cosas como cambios de tono que son necesarios para comunicar emociones, o simplemente comunicarse en general. Y se utilizó junto con la rima antes de la palabra escrita en muchas culturas para ayudar a las personas a recordar historias orales. Nuestros cerebros evolucionaron para recordar estas asociaciones y estos fragmentos”.
Cobb asegura que para deshacerse de un gusano auditivo, es clave intentar distraerse, involucrarse en otra cosa que requiera el uso de algunas de estas regiones, circuitos y funciones del cerebro para que los lleve literalmente en otra dirección. Otros abogan más por un enfoque de atención plena, simplemente dejarlo actuar y tratar de no concentrarse demasiado en él. Y luego, algunos sugieren tocar música real, porque puede reemplazar lo que se ha quedado atascado en nuestra cabeza con otra cosa.
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