Las celebraciones de fin de año suelen llegar anticipadas en el hemisferio norte. Lo cierto, en plena temporada de fríos, con distintas historias y costumbres, las ciudades se van preparando desde mediados de noviembre para festejar Navidad, despedir la nochevieja o augurar un buen comienzo de año.
En París, al igual que en el resto de Francia, los días son cada vez más cortos, el clima hostil y las vidrieras de los grandes almacenes van cobrando vida: sin duda, las fiestas se aproximan. El domingo 21 de noviembre, con la iluminación de los Campos Elíseos, la ciudad cobró vida navideña, uno de los hitos de la capital francesa para las Fiestas.
El país es una una nación laica, pero guarda algunas tradiciones católicas, como el armado del pesebre, a las familias religiosas. Los chicos suelen pedir a Père Noël los regalos, aunque la llegada de los Reyes Magos comienza a imponerse, desde las familias inmigrantes con distintas costumbres, pero fundamentalmente ligada a las rebajas comerciales y a las necesidades de extender los periodos de venta.
Como muchos hábitos navideños, el árbol de Navidad en Francia se origina en las mismas costumbres paganas y religiosas del resto del mundo. En el Imperio Romano, el 25 de diciembre se consideraba el día del renacimiento del sol. En esta ocasión, los romanos se entregaban obsequios y decoraban sus casas con ramas de coníferas, un árbol verde.
Más tarde, en el norte de Europa, los celtas asociaron cada mes lunar con un árbol. Así el abeto ya estaba designado para el mes de diciembre, y por eso, como en otras ciudades europeas, este mes suele decirse como costumbre en París: ¡Huele a abeto!
El “sapin” o árbol de Navidad, artificial o natural, pequeño o grande, adornado con guirnaldas o estrellas, lo cierto es que es todo un símbolo de celebraciones. En Francia se calcula que cada fin de año se venden 6 millones (5 millones naturales y un millón artificiales). Este símbolo festivo está presente en 2 de cada 10 hogares.
Los parisinos, al igual que el resto de los compatriotas, optan casi en un 80% por los abetos naturales que se producen en el país, en las regiones de Morvan, Bretaña y Auvergne-Rhône-Alpes. Para asegurarse de que su árbol sea realmente ecológico, la reciente conciencia sobre el impacto ambiental suele estar en confirmar en que esté “hecho en Francia” y de que no haya pasado horas de transporte, reduciendo la huella de carbono.
Entonces, el consumidor también tiene un papel que desempeñar para que el árbol sea sostenible. Comprado en tiendas de ventas de flores y plantas, supermercados, o en lugares montados especialmente para estas celebraciones, una vez que hayan pasado las vacaciones navideñas, debe ser devuelto a los lugares puestos a disposición por las autoridades locales en lugar de tirarlo a la basura. Así tendrá una segunda vida después de haber sido triturado y transformado en abono, un “compost” para bosques y áreas de suelo para desarrollo agrícola.
Escapando a la costumbre del árbol natural, en París, Ciudad de la Luz, la capital confía más en las iluminaciones de los Campos Elíseos, Place Vèndome, la exclusiva Rue du Faubourg Saint Honoré, aunque la expectativa de los mas chicos esta en el espectáculo de vidrieras y montajes de las grandes tiendas. Como todos los años, desde mediados de noviembre, lo que brilla en la capital gala, para parisinos y turistas, son las tradicionales Galeries Lafayette. Admirar el llamativo árbol de Navidad de los grandes almacenes que ha intercambiado bolas y guirnaldas por azúcar de cebada, muñecos, un perro robot o un conejo azul. Así es la bella propuesta de Fin de Año, junto a sus famosas vidrieras.
El municipio parisino también instala árboles, dos bosques resplandecientes en la explanada del Hôtel de Ville y la Place de la Bastille. Chocolate caliente, pistas artificiales para que los pequeños se deslicen, hacen el deleite de los visitantes.
Los mercados navideños de París
No hay un solo gran mercado navideño en las calles de la gran capital, sino una multitud de pequeñas y medianas reuniones de chalés iluminados repartidos por diferentes barrios. Un tradición que llega desde el norte europeo.
La postal más importante, es la que se organiza en la explanada de la catedral de Notre-Dame del 10 al 26 de diciembre, que además de las propuestas gastronómicas y artesanales propias de las festividades, espera la llegada de los villancicos, con el especial escenario de una catedral parisina en restauración.
Para las mejores fotos, miles de personas de espíritu navideño se acercan a los Champs de Mars. Con la Torre Eiffel en perspectiva, también están garantizadas unas hermosas postales parisinas. Lo más exótico, para todos aquellos que no pueden ir a las provincias, es el mercado alsaciano que se celebra frente a la Gare de l’Est, una de las estaciones de trenes de la capital. Allí se puede encontrar todo el ambiente del país de Papá Noel y delicias alsacianas como pretzels y kouglofs.
Finalmente, más moderno, el mercado navideño en el distrito 13, dentro de la estación F, reúne a decenas de empresas emergentes y diseñadores que ofrecen obsequios originales, que no se encuentran en ningún otro lugar, al menos la idea para competirle a las otras grandes tiendas: Printemps, BHV o la coqueta Le Bon Marché.
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