Apagar todas las luces y quedarte insomne viendo el puente de Londres y el Támesis corriendo lánguido en silencio iluminado por a noche. Contar las colinas de Roma y espiar la Piazza del Pópolo desde una terraza digna de un film de Fellini en Roma. Cuasi chocarte con la torre Eiffel en el balcón frente a tu mesa de desayuno. Son esos sueños para los que en casa existen los cuadros. Esas láminas gigantes que reproducen ver el sueño de tu vida en cada desvelo.
Aquí, en cambio, nos vamos de verdad. Visitamos las habitaciones que no necesitan cortinas, porque si las tuvieras, merecerían ser arrancadas.
La de los canales
Te despierta el arrullo de una barca que, probablemente, vaya a su trabajo desde la Giudecca. Es la isla enfrente a la Piazza San Marco. El Belmond Cipriani es el que elige George Clooney y los premiados del Festival de Cine. Es el que tiene un embarcadero propio justo frente al Palacio Ducal para llevarte a vos hasta tu cuarto cruzando el Gran Canal.
La mansión privada en las alturas del hotel permiten ver a Venecia desde enfrente. Como si te la hubiera pintado Canaletto. Están las góndolas, los canales, el brillo de San Marco y el león alado en las dos torres que iluminan el ingreso a la piazza. La Catedral y el murmullo que no se escucha del devenir de turistas.
No hay una Venecia más propia que desde ese balcón donde se ve salir el sol y se adormece la tarde.
El segundo más alto de Europa
Fue el primero y perdió el puesto, pero a quien le importa si The Shard en sus 87 pisos mira desde el cielo una Londres admirada por su altura.
En la increíble torre de Renzo Piano se asienta el Shangri-La The Shard, un hotel que armoniza su estilo oriental sofisticado con la vanguardia londinense. Sus cuartos, con dos lados vidriados, son un dron fijo sobre la Torre y el Puente de Londres, la Tate o Saint Paul Cathedral. No hay nada que no se vea mientras uno se relaja en la cama más king size del planeta.
No falta nada porque el cuarto, además, viene con binoculares. Para ponerle un toque extra, en lo más alto se esconde un bar en el cielo de la ciudad, el Gong en el piso 52, el lugar perfecto para cócteles al atardecer, con el espectacular telón de fondo del horizonte de Londres, con vistas al oeste, norte y este.
Con las melodías de Vinicius
Río de Janeiro es como una diva. Tiene fama y tiempo recorrido, pero siempre sorprende en su nueva interpretación. Es una ciudad que acompaña el ciclo vital del viajero. La playa todoterreno en la primera juventud, el descontrol del Sambódromo años más tarde, el lado tradicional y exótico o la vida familiar, la gastronomía novedosa, la arquitectura que no se detiene, siempre sus ganas de sonreír.
El Copacabana Palace es el hotel tradicional por excelencia de Río de Janeiro, repleto de encanto, sus habitaciones se reparten entre el estilo francés y el art déco. La experiencia lujosa en la ciudad carioca se multiplica en este hotel que es un destino por sí solo. Repleto de glamour y sofisticación es una marca en el orillo sudamericano, donde las ventanas se pierden en el sin fin del océano. El viajero tiene la idea de que puede ver hasta Africa si se esmera.
Es el lugar preferido por el jet set y la realeza en este lado del continente. Con espacio propio en la mítica Copacabana, el ambiente permite vivir la playa real de Río. Sólo cruzar el ingreso a un oasis protegido donde la estadía se vuele atemporal.
Pensar que la odiaron
Los franceses detestaron aquello que hoy es su emblema. Cada viajero espera tener la fortuna de detectar la punta de la Torre Eiffel, un fragmento de una de sus patas o la sombra del haz de luz nocturno desde la ventana que le toque en sus estadía.
Ubicado en la antigua mansión del príncipe Roland Bonaparte, sobrino nieto de Napoleón, el Shangri-La es una opción insuperable a escala palaciega, con las vistas más envidiables de la Torre Eiffel de la ciudad. Desde un spa ubicado en los antiguos establos hasta el vestíbulo de mármol, que combina a la perfección la historia con la modernidad.
No se puede pedir más que la Torre Eiffel ahí mismo, del otro lado de la puerta ventana del cuarto y a solo 500 metros al otro lado del río, con sus brillantes iluminaciones visibles desde el 60 por ciento de las habitaciones del Shangri-La.
El Palais de Tokyo y el Musée d’Art Moderne de la Ville de Paris están a menos de cinco minutos a pie por la calle, mientras que los Campos Elíseos están a 20 minutos.
El propio Central Park
El Hotel Mandarin Oriental está situado en uno de los puntos más privilegiados de la ciudad de Nueva York. Ocupa las últimas plantas del edifico Times Warner Center y por ello sus habitaciones, con amplios ventanales, ofrecen extraordinarias vistas de Manhattan y Central Park.
Justo en la esquina de Columbus Circus, en una armoniosa concavidad que se enfrenta al parque más famoso de la ciudad y permite verlo por completo de un vistazo.
A 10 minutos a pie de Times Square y del distrito de teatros de Broadway. A 15 minutos de la Quinta avenida y Madison. Los ojos se pierden en los vericuetos del parque, se vislumbran el Museo Americano de Historia Natural y el MET.
El juego de las 7 colinas
Verdadera luminaria romana entre la Piazza del Popolo y la Plaza de España en Roma, reúne lo clásico y lo cosmopolita. Se trata del Hotel de Russie, el espacio favorito de artistas y escritores, estrellas y políticos, sitio que fue apodado “paraíso en la tierra” por el poeta francés Jean Cocteau en 1917.
Tal vez su mayor joya es su jardín secreto en diferentes alturas, con rosales, naranjos y pinos de años, y una pequeña cascada que fluye entre tres ninfas, ideal para escribir bajo sus sombras. Fue realizado por el paisajista más famoso de Roma, Giuseppe Valadier y acaba de terminarse la puesta en valor por parte del arquitecto Pietro Paolo Lateano.
“Paredes rosadas y rojas, balaustradas de travertino y columnas de piedra que se desmoronan y marcan la ruta de las sinuosas escaleras, los tonos y pigmentaciones de estos materiales se mezclan maravillosamente con la vegetación circundante”, afirmó el restaurador.
Pero lo imperdible está en su último piso. Esa habitación con terraza en L y ventanas hasta en la bañera, lista para contar una a una cada colina de la ciudad eterna.
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