Una vez más, Meghan Markle está en el centro de atención y esta vez por sus elecciones de estilo. Es que la duquesa de Sussex se siente más cómoda vistiendo prendas clásicas en tonos neutros y rara vez se atreve a lucir atuendos en colores llamativos. A diferencia de la reina, que ha hecho de los estridentes abrigos en amarillo, azul y rosa su sello personal, Meghan Markle prefiere el negro, el azul marino, el camel o el gris. Sin embargo, siempre que decide llevar un tono que la convierte en el centro de todas las miradas causa sensación.
Más recientemente, para asistir a la gala Salute to Freedom en Nueva York del brazo del príncipe Harry, optó por un vestido escarlata de Wes Gordon para Carolina Herrera con un escote y una abertura a la altura del muslo que reflejaba su nuevo estilo de vida, sin las restricciones de los formalidades de la burbuja real. La gala no solo fue la primera salida de la duquesa a la alfombra roja después del nacimiento de su segunda hija Lilibet en junio, sino que ocurrió en la misma semana en la que Meghan apoyó públicamente la baja familiar remunerada en Estados Unidos y también coincidió con la apelación a la sentencia en su exitoso pleito contra contra Associated Newspapers para defender su privacidad a principios de este año.
Sin embargo, no es la primera vez que la duquesa elige un color potente cuando el nivel de escrutinio bajo el que se encuentra es igualmente intenso. En los Premios Endeavour, su primera salida pública tras el anuncio de que ella y Harry dejarían el cargo de miembros de la realeza, Meghan optó por un vestido ajustado de Victoria Beckham en celeste brillante. Para el último compromiso formal de la pareja antes de embarcarse en su nueva vida en los EEUU, vistió un traje de Emilia Wickstead en un llamativo tono verde esmeralda. Lo que está claro es que, al parecer, la duquesa saca fuerza del color.
Solo las mujeres más seguras de ellas mismas se atreven a incluir el color rojo en su armario, y Markle es el vivo ejemplo de autoestima y confianza. Pero los Premios Endeavour no fueron la primera vez que la exactriz estadounidense se aventuró en un look total red. De la cabeza a los pies en rojo para el Festival de Música de Mountbatten que se llevó a cabo a comienzos del año pasado, Meghan lució un impactante vestido de gala, un bolso de mano Manolo Blahnik y pendientes Simone Rocha. Esta salida tuvo lugar cuando el frenesí de los tabloides en torno a la decisión del duque y la duquesa de dar un paso atrás de la vida real alcanzaba un punto álgido.
Otro de los outfits que usó en bloque de color fue en un viaje a Birkenhead, en enero de 2019. Pero esta vez, lució no uno, sino dos llamativos colores. Embarazada de seis meses de Archie Harrison, llevó un vestido violeta de Babaton by Aritzia bajo un abrigo rojo de Sentaler. Unos tacones a juego de Stuart Weitzman elevaron aún más el look. También ese año, la duquesa recurrió de nuevo a su vestido violeta para acudir a la cumbre del One Young World en octubre de 2019.
En la misma línea de colores preponderantes, el tono de azul que Meghan eligió para una cena de estado durante la gira real de la pareja en 2018 fue un guiño a su país anfitrión, Fiji. Por último, uno de los vestidos favoritos de los fanáticos fue el hermoso look amarillo de Brandon Maxwell que usó en julio de 2018 para mostrar su apoyo al diseño estadounidense en sus primeros días como duquesa.
Aun así, desde que anunció su compromiso con Harry hasta el día de hoy, la duquesa de Sussex elige lucir un color más tradicional para cada hito de su nueva vida en la realeza: el blanco. Cuando proclamó su compromiso, en la boda real, el día que anunció la noticia de su embarazo y en la presentación oficial de su hijo Archie Harrison Mountbatten-Windsor, Markle optó por prendas y conjuntos total white.
Su mirada fashionista es sin lugar a dudas diferente a la de sus parientes reales. Cuando se convirtió en madre por primera vez, Kate Middleton llevaba un vestido de manga corta con lunares azules de Jenny Packham. La elección fue un guiño a la difunta madre del príncipe William, la princesa Diana, que llevaba un vestido azul de lunares cuando salió del hospital con su hijo mayor.
“En la Antigua Roma aquellos que pretendían acceder a un cargo público o político vestían togas blancas. El blanco determinaba la pureza y honradez de las personas destinadas a representar al pueblo o al Estado (unas cualidades que debían poseer los aspirantes y motivo por el cual vestían de ese color)”, sostuvo en diálogo con Infobae Patricia Doria, diseñadora de indumentaria y directora del área de Moda de la Universidad de Palermo Facultad de Diseño y Comunicación. Para la experta, “el color manifiesta una sensación de pureza interna, y no es casual que Meghan vista todo el tiempo con esa blancura impoluta”. “Se nota que hay una reconversión de su imagen”, finalizó.
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