Todos hemos estado ahí, llegas a un restaurante, pides un plato de comida luego de debatir largamente con la carta, tal vez te aventuraste a probar algo nuevo, o tal vez pediste eso que siempre pides porque quisiste ir por lo seguro y comer algo que sabes va a ser delicioso. Pero, ese día algo pasa y no es así, tal vez el plato está muy salado, sobre cocinado, o poco cocinado, sea como sea, no está delicioso y te enfrentas al eterno debate: ¿lo devuelvo? ¿cómo lo hago?
Este es el tema de un reciente artículo publicado por The Guardian en el cual se le preguntó a chefs, dueños de restaurantes, clientes, y periodistas culinarios dos preguntas que seguramente nos hemos hecho en más de una ocasión ¿Cuándo se justifica que los clientes que pagan devuelvan una comida? y ¿Cómo deben hacerlo para que nadie escupa en sus platos de comidas de reemplazo?”
Claramente las opiniones fueron variadas, pero el consenso general es que las personas deben sentirse seguras al devolver platos que contengan elementos sueltos o carne, huevos o mariscos poco cocidos, así como platos a los que le faltan ingredientes clave, o que tengan pelo, objetos o criaturas extras.
Un chef y dueño de restaurante.
“Una vez le pedí a alguien que pidiera un bistec y, cuando se les preguntó cómo lo querían cocido, dijeron ‘elección del chef’. Después de recibir un solomillo medio crudo de libro de texto, lo devolvieron y dijeron que no podían entender por qué el chef elegiría cocinarlo de esa manera, y si podrían comer un bistec nuevo”
Esta anécdota la cuenta Ben Shemesh, dueño de Small’s Deli un restaurante ubicado en Potts Point (Sydney Australia), con la intención de mostrar que muchas veces los clientes pueden tomar decisiones bastante intransigentes y hasta injustas.
Sin embargo defiende que: “Si alguien está pagando por algo que cree que no es comestible, debe sentirse libre de expresar su opinión”.
Citando el potencial de error humano, como la vez que una vez se olvidó de poner langosta en un espagueti de langosta, dice que la gente debería darle a un lugar la oportunidad de rectificar el problema.
El camarero / gerente de la cafetería
La queja más atroz que jamás haya encontrado Lynsey Martin, una camarera recién retirada con dos décadas de servicio, fue sobre unos brownies de chocolate que eran “demasiado chocolateados”. Los cafés ‘negros largos’ -muy común en Australia- que no son lo suficientemente calientes, una queja que recibió en innumerables ocasiones, también son un fastidio. “No podemos calentar más el agua hirviendo”.
Martin acusa que hay clientes que a menudo intentan obtener una comida de reemplazo, un descuento o un viaje gratis completo porque simplemente no disfrutan de un plato perfectamente ejecutado.
“Realmente no podemos recuperar la comida solo porque a usted no le gusta”, dice Martin, inexpresiva. Y no la haga comenzar con personas que terminan toda su comida y luego hacen un escándalo para evitar el pago: “No puedo enfatizar lo suficiente lo ridículo que es esto”.
No obstante, resalta que hay cambios justificados, como cuando se recibe una comida excesivamente salada. Su recomendación entonces es, pedir otra cosa, porque es posible que el problema sea de los ingredientes con que fue preparada ese día.
El gerente del bar y el periodista culinario
Otro que opinó fue Dave Hinnrichs gerente de un bar local es Escocia pero que ha pasado toda su vida sirviendo comida a clientes.
Él dice que las razones válidas para devolver un planto incluyen que la comida no se cocine correctamente, que los platos no coincidan con la descripción del menú y, sí, que se sazonen en exceso hasta el punto de sentir incomodidad.
Al igual que Martin, una de las mayores quejas laborales de Hinnrichs son las personas que demuelen un plato y luego se quejan de su sabor o calidad. “Recientemente tuve una pareja que, después de comerse toda su comida, cuatro o cinco platos de tapas, decidió criticar todo y luego exigir un reembolso”.
Los comensales que critican un lugar en las redes sociales o Tripadvisor sin comentar en persona son otro punto débil. Dice que el personal siempre preferiría tener la oportunidad de solucionar cualquier problema.
Por su parte, Nicholas Jordan, periodista culinario, dice que es “enormemente reacio” a devolver la comida, y generalmente cree que si algo no es de su gusto, es una cuestión de subjetividad en lugar de un error o una mala cocina.
Él cree que el contexto lo es todo y no quiere ser prescriptivo sobre las reglas, más allá de la comida o la presencia de objetos extraños. “Ya sabes, como un diente humano, una pieza de Lego, una bola de nieve o algo así”.
“Leemos reseñas de comida que dicen que esto es 16/20, leemos publicaciones de Instagram que dicen que este croissant es bueno, pero el de esa otra panadería es una mierda”, dice Jordan. “Cuando visitamos un nuevo restaurante, nuestros amigos preguntan: ‘¿Está bueno?’ y en esos restaurantes si encontramos algo que no es de nuestro gusto, simplemente pensamos que es una mierda. Quizás si hubiera más matices y comprensión de la subjetividad, todos entenderíamos mejor nuestros propios gustos”.
Él se identifica con los lugares que intentan navegar por esta cultura divisoria, con chefs que a menudo se apresuran a cambiar de plato debido a las críticas en línea, solo para encontrar un conjunto completamente nuevo de quejas: “Algunas personas se quejan de que los huevos revueltos están demasiado líquidos, por lo que se cambia la receta. Los fanáticos de los huevos revueltos líquidos terminan sufriendo”.
El debate sigue abierto y tal vez no se cierre nunca, pero conociendo cómo piensan actores claves de la industria de la comida y el servicio quizá podamos tener más elementos para tomar nuestra decisión la próxima vez que un plato no sea de nuestro agrado.
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