La infidelidad está en boca de todos gracias al escándalo Suárez-Nara-Icardi. El país habla de cómo la China le quiso “robar” el marido/papá de sus hijas a Wanda, hermana de una de sus amigas, y traicionó su confianza de la peor forma posible. Desde que se dio a conocer la noticia, abundan los mensajes en las redes sociales sobre lo despreciable que es Suárez y lo que hizo, pero el jugador del PSG, el otro involucrado en el escándalo, apenas es mencionado y pocos lo señalan como culpable de lo que pasó, y todo eso nos llevó a preguntarnos: ¿quién es responsable cuando hay una infidelidad?
La respuesta tal vez parezca obvia, pero este drama mediático parece demostrar que, cuando se trata de encontrar un culpable, las cosas nunca son tan sencillas y el estereotipo de “la otra mujer” hace que se nos olvide que, para ser infiel, se requieren de al menos tres personas. El caso de la representante y el jugador de fútbol es solo uno de los miles alrededor del mundo que experimentaron un engaño (tal vez, la mayoría transcurren sin todo el caos mediático, los memes en redes sociales y las opiniones de completos extraños). Este escándalo también llevó a cuestionar qué es lo que hicieron mal, si ellos causaron sus propios problemas o si toda la culpa es de una tercera persona persona.
Por muy dañina que sea la infidelidad para las relaciones, no es ningún secreto que las personas a menudo son infieles. Ciertamente, no se trata de un error cualquiera, sino de una falta voluntaria. “Si yo, adulto, decido involucrarme en una relación triangular, debo hacerme responsable de mis actos”, sostuvo en diálogo con este medio la licenciada Ana Esther Krieger, psicoanalista miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA). Y añadió: “Aun así, en estas situaciones no es posible hacer una única lectura en términos de responsabilidad”.
Para Agustina Fernández, psicoanalista especialista en adolescentes y miembro de misma asociación, “no es tan sencillo entender la infidelidad en una pareja y para poder abordarla es necesario tomar en consideración varías aristas que se juegan de modo muy singular en cada quien. Un primer punto es definir qué es y qué no es una infidelidad. Muchos autores, incluso dentro del psicoanálisis, no consideran una infidelidad cuando alguien que se encuentra en pareja se enamora de otra persona y deja por ese motivo a su pareja, aún cuando se trate de un matrimonio consolidado en años. La infidelidad se materializa, en cambio, cuando estando en pareja alguien está con un tercero y continúa en pareja”.
Se entiende como infidelidad a la ruptura de una promesa de permanecer fiel a una pareja romántica, ya sea que esa promesa fuera parte de los votos matrimoniales, un acuerdo entre amantes expresado en privado o una suposición tácita. Para el adúltero, la infidelidad puede ser excitante y seductora, y le confiere sentimientos de renovación, rejuvenecimiento y alegría. La infidelidad es una traición pero no es necesariamente el fin del amor; el engaño ocurre incluso en relaciones felices. Sin embargo, la pareja que está siendo traicionada puede sentir confusión, enojo, duda, dolor y angustia.
Aún cuando se intente teorizar y diferenciar cada escena, los límites no son tan nítidos en todos casos. Por ejemplo, ¿cuándo empieza una infidelidad? Cuando se fantasea con otra persona, cuando se mira o desea, cuando se coquetea en conversaciones de chats, cuando se concreta un encuentro cuerpo a cuerpo, o cuando se tienen relaciones sexuales… Otro aspecto a considerar, es cuál es el sentido de esa infidelidad. En términos generales hay quienes le dedican la infidelidad a la pareja, antes o después se la hacen saber de modos más o menos directos, desde quienes son ‘descubiertos’ hasta quienes la confiesan expresamente. Muchos la utilizan para lograr cortar una relación que ya venía dando muchas señales de mal-estar. En otras ocasiones, la infidelidad no está dirigida a la pareja y tiene más que ver con búsquedas personales de distinto tipo. La lista de razones podría ser infinita, pero estarían más bien ligadas a un narcisismo herido que busca recomponerse.
La línea entre el coqueteo inocente y la traición romántica suele ser muy fina, y muchas parejas enfrentan conflictos porque no comparten la misma definición de infidelidad. Para algunos, cualquier cosa que no sea el contacto sexual con otra persona es aceptable; para otros, cualquier atención a un rival potencial es imperdonable. Y aunque la mayoría de las infidelidades involucran sexo, rara vez se trata solo del sexo en sí.
La mayoría de las personas que engañan sienten algún tipo de vínculo emocional sus amantes, develó una investigación publicada en la revista Journal of Sex & Marital Therapy. El estudio también reveló ocho razones clave que motivan este accionar: ira, autoestima, falta de amor, bajo compromiso, necesidad de variedad, negligencia, deseo sexual y situación o circunstancia. Según los expertos, estas motivaciones no solo influyen en el por qué, sino en la duración de un affaire, el disfrute sexual, la inversión emocional en la aventura y si la relación principal se rompe o no como resultado. Por último, el análisis descubrió que rara vez una infidelidad conduce a una relación real y solo 1 de cada 10 finalmente se convierte en un compromiso “con papeles”, una de las ideas preconcebidas que resulta ser cierta.
“Si entendemos que la infidelidad se juega en triángulos, una pareja y una o un tercero, entonces para ser infiel se necesitan al menos tres personas. La necesidad de buscar un culpable en esas situaciones es sacarse de encima la responsabilidad que cada quien pueda tener en el lugar que esté ocupando en el triángulo amoroso. Es importante diferenciar en esta cuestión ‘culpa’ de ‘responsabilidad’. Cada quien tiene una responsabilidad subjetiva por el lugar que ocupa en la escena del triángulo. Muchas veces a los sujetos no les resulta fácil asumir esa responsabilidad y son invadidos por fuertes sentimientos de culpa. Allí, cuando no soportan la culpa que les produce tener responsabilidad en eso que les pasa, muchas veces, se hacen descubrir dejando abierto un chat o un mail comprometido, o directamente confiesan a su pareja la infidelidad cometida. Esa confesión alivia enormemente la culpa y ya no se sienten culpables por el engaño que deja de existir a partir de que la pareja está en conocimiento. El problema desde ese momento queda en manos del otro, quien se ve obligado a asumir la responsabilidad de perdonar o no el haber sido engañado”, finalizó la psicoanalista Fernández.
Por su parte, Juan Eduardo Tesone, miembro titular de la APA y de la Sociedad Psicoanalítica de París, sostuvo que “la infidelidad puede significar muchas cosas, y no necesariamente una patología. Puede ser la consecuencia de un vínculo que se ha desgastado, producto del desenamoramiento, la expresión de una crisis pasajera de la persona o una actitud compulsiva que se repite regularmente. Es difícil calificar de patológica una conducta ya que dependerá de la personalidad de base y del contexto en el que ocurra. En las relaciones humanas y en la constitución de vínculo, muy pocos aspectos son producto de la naturaleza. Gran parte de los vínculos son de origen cultural, y como tales van evolucionando de acuerdo a las épocas”.
Para el psicoanalista Gabriel Rolón, “la fidelidad no es un acto natural sino el producto de una decisión. Decisión que, generalmente, se sostiene con un gran esfuerzo. Sin embargo, el deseo surge de un modo intermitente y busca la satisfacción inmediata de la tensión. El amor, en cambio, anhela la permanencia en el tiempo. Sin embargo, este último no garantiza la fidelidad”. “La hipótesis de que solo se es infiel porque se dejó de amar debe ser cuestionada seriamente. Les aseguro que son muchas las personas enamoradas de su pareja que han sido infieles. Eso forma parte de la individualidad de cada quien, de sus subjetividad y modo de vivir la vida. Un punto nodal a la hora de ver cómo se sigue, sobre todo si la pareja quiere reintentarlo. Ese es el camino de la fidelidad, quien quiere, lo toma; quien no quiere no lo toma. Pero quien lo piense de otra manera corre muchos riesgos de equivocarse”, aseveró el especialista.
Pocos problemas matrimoniales causan tanto dolor y devastación como la infidelidad, que daña las bases del matrimonio. Sin embargo, cuando ambos cónyuges se comprometen a sanar, la mayoría de los matrimonios sobreviven y muchos se vuelven más fuertes y tienen niveles más profundos de intimidad. Por lo general, descubrir una aventura amorosa provoca emociones fuertes en ambas partes de una pareja, al igual que una sensación de pérdida. La persona engañada se puede sentir traumatizada por la traición de la confianza y puede pensar obsesivamente en los detalles de la aventura amorosa. Es posible que la persona que fue infiel sienta miedo de ser castigada por siempre. En ese momento, es difícil pensar con claridad para tomar decisiones a largo plazo.
“Recuperarse de una aventura amorosa puede ser uno de los desafíos más difíciles. Es posible que ocasione ambivalencia e incertidumbre. Sin embargo, a medida que se recupera la confianza, admite la culpa, se aprende a perdonar y a reconciliar las luchas, el amor y el afecto se profundizan y se fortalecen. Si ambos protagonistas de una relación atravesada por el engaño se comprometen a sanar a pesar del dolor, la recompensa puede ser un nuevo tipo de matrimonio que seguirá creciendo y que probablemente superará sus expectativas anteriores”, advierten especialistas de la Clínica Mayo.
SEGUIR LEYENDO: