El coronavirus aún es una caja de sorpresas, incluso para quienes han tenido la enfermedad y se han recuperado. Muchos saben de qué se trata esta especie de calvario que parece no terminar nunca luego de haber tenido COVID-19.
Es que uno de los grandes problemas a los que nos hemos enfrentado en la pandemia provocada por el SARS-CoV-2 son los múltiples síntomas que el virus produce. Son varias las manifestaciones: desde dificultades respiratorias, cardíacas, pasando por pérdida del olfato, fiebre, tos, hasta migrañas y dolores de cabeza que requieren evaluación clínica y continuidad en los estudios médicos para prevenir afecciones crónicas.
Luego de superar la fase de la infección, numerosos pacientes siguen teniendo múltiples órganos afectados. Si bien hay muchas hipótesis y estudios llevándose a cabo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) aseguró que 1 de cada 10 personas afectadas por el virus SARS-COV-2, siguen presentando síntomas hasta 3 meses después de haber sido diagnosticadas.
Los problemas mentales que origina el coronavirus siguen sumando reportes que alarman a los especialistas. Cada vez más se registran comentarios sucesivos de muchos convalecientes de COVID-19 que indican cierto embotamiento, lentitud mental, pérdida de memoria, niebla mental, confusión o esfuerzo excesivo para lograr recordar algo.
A nivel mundial, cada vez más expertos insisten en prestar atención a los síntomas de COVID prolongado y se han enfocado en las secuelas que deja esta enfermedad en los individuos que la padecieron, recordando que hay que realizar tratamientos interdisciplinarios para abordar los problemas de salud que se perciban para que no se agraven y así mejorar la calidad de vida.
Diversos estudios han demostrado que el síntoma neurológico más común en los pacientes con COVID-19 es el dolor de cabeza. Algunas investigaciones apuntan además que este podría ser el primer y único síntoma en algunas infecciones. Así lo sugiere un reciente estudio publicado por la revista Neurology Asia cuyo principal objetivo ha sido determinar las características de la cefalea atendiendo a factores como su frecuencia, duración y localización, así como la relación que pudiera existir entre la inflamación sistémica provocada por la COVID-19 y las cefaleas en pacientes infectados por el SARS-CoV-2.
Del estudio participaron 202 pacientes hospitalizados por COVID-19. De estos, 101 presentaban dolores de cabeza y 101 no los desarrollaron. Los responsables de la investigación evaluaron las características demográficas, los síntomas, historial clínico y los resultados de varias pruebas de laboratorio del total de los pacientes.
En el grupo que informaba de dolores de cabeza, se registraron las puntuaciones de la Escala Analógica Visual (EVA, por sus siglas en inglés), analizando aspectos como la duración, gravedad y localización del dolor. Esta escala tiene en un extremo la ausencia del dolor y en el otro, un dolor registrado en niveles muy elevados. Al momento de evaluarlo, el paciente marca un punto en dicha línea para representar el grado de dolor que padece.
Según aclara la investigación, el 58,9% de los pacientes (119) no contaban con alusiones a dolores de cabeza anteriores a la infección en sus historiales clínicos. El 21,3% (43 pacientes) tenía antecedentes de migrañas. La mayoría de los pacientes con cefalea experimentaron ataques a acorto plazo con una gravedad moderada (47,1), con naturaleza apremiante (59%) y generalizada (32,4%). Para una mejor evaluación, los científicos dividieron a los pacientes en dos grupos en función del nivel de gravedad de sus dolores de cabeza: un grupo formado por pacientes con cefaleas leves y/o moderadas, y otro con aquellos con cefaleas intensas.
Las comparaciones evaluadas entre ambos grupos permitieron concluir que la duración del dolor fue mayor en aquellos con cefalea intensa. Cuando se compararon las características entre el grupo con dolores de cabeza y el que no los presentaba, no se hallaron diferencias significativas entre los grupos en cuanto a marcadores inflamatorios como el recuento de linfocitos, lactato deshidrogenasa, proteína C reactiva, ferritina y niveles de dímero D.
“El dolor de cabeza en nuestros pacientes con COVID-19 fue en su mayoría de nueva aparición, de gravedad moderada, de naturaleza compresiva y generalizada. Los marcadores inflamatorios no se relacionaron con la presencia y gravedad de los dolores de cabeza”, concluyen los autores del estudio.
Máximo Zimerman, director médico del centro Cites Ineco y especialista en Neurorehabilitación, aseguró a Infobae que dentro de la variedad de síntomas residuales dentro del espectro neurológico que ve día a día en su consultorio, los más frecuentes a la cefalea discapacitante -presente en el 37% de una serie de 3.732 pacientes-, accidente cerebrovascular, niebla mental post-Covid-19, crisis convulsivas y alteraciones en el movimiento con inestabilidad, debilidad, fatiga y dolores musculares.
“Estamos viendo un amplio espectro de problemas como cefalea permanente, ageusia, síncope, astemia. El 55% de los pacientes internados presentan alguna de estas patologías. Y pueden ser un antecedente de otros problemas neuronales más graves. Pero con el COVID estamos aprendiendo día a día y utilizando nuevas herramientas para potenciar los tratamientos rehabilitadores”, explicó Zimerman.
Y agregó: “Casi en el 40% de los pacientes observamos una fuerte cefalea pos covid que obstaculiza el normal funcionamiento diario. Y muchas veces, relacionada con la alteración del gusto y olfato. El tiempo de recuperación es largo. El paciente se siente lento, con problemas para pensar. Hay también trastornos conductuales, de ansiedad, depresión, apatía, indiferencia a las cosas. En otros pacientes se observan contracciones involuntarias en los cuatro miembros. Y en ellos utilizamos medicación para revertir este cuadro”.
SEGUIR LEYENDO: