La dismorfia corporal (también conocida como trastorno dismórfico corporal o TDC) es un trastorno obsesivo sobre un defecto físico real o imaginario, que aflige a la persona y que en ocasiones puede llegar a generar una preocupación fuera de lo normal. En casos extremos las personas con TDC evitan relacionarse y pueden sufrir una profunda depresión.
Según el sitio web de la Clínica Mayo, “no se sabe específicamente cuáles son sus causas. Al igual que muchas otras afecciones de salud mental, el TDC puede ser el resultado de una combinación de problemas, como antecedentes familiares del trastorno, anomalías en el cerebro y evaluaciones o experiencias negativas sobre el cuerpo o la imagen de sí mismo”.
Recientemente, la actriz Megan Fox confesó en una entrevista de la revista GQ junto a su novio, el cantante Colson Baker, conocido por su nombre artístico Machine Gun Kelly, que lo padece. En la nota, la actriz de Transformers dijo que sufre de la enfermedad y que tiene “muchas inseguridades profundas”. Además sostuvo que “uno puede mirar a alguien y pensar que esa persona es muy guapa y su vida debe ser muy fácil, pero lo más probable es que no se sienta así consigo misma”.
En una entrevista en 2019, para el medio Entertainment Tonight contó cómo le afectó haberse sentido sexualizada durante años por los medios de comunicación y la industria del cine. “Creo que tuve un colapso psicológico en el que no quería hacer nada. No quería que me vieran, no quería tener que hacerme una foto, caminar sobre una alfombra roja, no quería que me vieran en público por el miedo o la creencia a que se burlaran de mí”.
“Vivimos en una sociedad de la imagen en la que es frecuente que aparezcan este tipo de patologías relacionadas con la perfección del cuerpo. Las mismas demuestran que vemos la realidad según cómo pensamos y sentimos, y no desde lo que percibimos objetivamente. También el estar fijándose en algún detalle del cuerpo quiere decir que se ha desplazado en ese punto una sensación personal de vulnerabilidad, inseguridad y carencia”, sostuvo consultada por este medio la psicoanalista Fiorella Litvinoff, autora del libro Psicoanálisis de la nueva vida cotidiana. Una lectura acerca de las redes sociales.
El primer caso de dismorfia lo identificó Enrico Morselli a finales de 1800 quien definió la dismorfofobia como el “sentimiento subjetivo de fealdad o defecto físico que el paciente cree que es evidente para los demás, aunque su aspecto está dentro de los límites de normalidad”. Sigmund Freud en desarrollo de su psicoanálisis, registró a un paciente al cual se le diagnosticó TDC por una obsesión con la forma de la nariz del paciente. Sin embargo, esta patología fue reconocida por la Asociación Psiquiátrica Americana en 1987 y fue registrada y reconocida oficialmente como trastorno psiquiátrico en 1987 en el DSM-III-R.
“Esta preocupación obsesiva por determinadas características corporales puede derivar en un trastorno muy serio y requerir de un diagnóstico médico e interdisciplinario con psicólogos. Se ve mucho en adolescentes con perturbaciones mentales que a menudo experimentan un importante aislamiento de grupos sociales por temor a ser rechazados o no tenidos en cuenta”, explicó en diálogo con Infobae la psicoanalista especialista en niños y adolescentes, Nora Koremblit de Vinacur, ex secretaria del Departamento de Niños de la Asociación Psicoanalítica Argentina y coautora del libro Parentalidades.
Los signos y síntomas del trastorno dismórfico corporal incluyen: estar extremadamente preocupado por un defecto percibido en la apariencia que los demás no pueden ver o que parece poco importante, creencia de que los otros sí lo perciben y se burlan de él, tener comportamientos dirigidos a arreglar u ocultar el defecto que son difíciles de resistir o controlar, comparar constantemente la propia apariencia con la de los demás, buscar con frecuencia la aprobación de los demás, buscar procedimientos cosméticos con poca satisfacción y evitar situaciones sociales.
La preocupación por la apariencia y los pensamientos excesivos y los comportamientos repetitivos pueden ser indeseables, difíciles de controlar y consumir tanto tiempo que pueden causar una gran angustia o problemas en la vida social, trabajo, escuela u otras áreas de funcionamiento. La comprensión acerca del TDC varía. Una persona puede reconocer que sus creencias pueden ser excesivas o no ser ciertas, pensar que probablemente son ciertas, o estar absolutamente convencida de que son ciertas. Cuanto más convencida esté, mayor será la angustia y la perturbación que pueda experimentar en su vida.
El tratamiento del trastorno puede incluir terapia cognitivo-conductual y medicamentos. Los pacientes responden al tratamiento farmacológico con una reducción en sus preocupaciones, en el estrés y en las conductas compulsivas, a la vez que experimentan una mejoría significativa en su funcionamiento social y laboral. En general, el defecto se sigue notando, pero causa menos estrés. La terapia cognitivo-conductual es la intervención psicológica más efectiva en este trastorno, usada para cambiar presunciones y creencias específicas y, así, poder manejar el TDC. La misma pretende cambiar el pensamiento disfuncional por estilos cognitivos adaptativos.
SEGUIR LEYENDO: