El acné es el trastorno de la piel que ocurre cuando los folículos pilosos se tapan con grasa y células cutáneas muertas. Causa puntos blancos, puntos negros o granos. Es más común entre los adolescentes, pero puede afectar a personas de todas las edades. Con el aumento de la temperatura a partir de la primavera, algunas personas pueden tener más brotes de acné. Pero especialistas de la Sociedad Argentina de Dermatología señalan que si se accede a un buen tratamiento y se siguen las recomendaciones al pie de la letra, se puede hacer mucho para que el sol no se convierta en el gran enemigo durante el verano.
La prevalencia del acné entre los 11 y los 30 años es del 80 al 85%. Sus picos de incidencia se producen en las mujeres entre los 14 y los 17 años y en los varones entre los 16 y los 19 años. Sin embargo, es un trastorno que puede presentarse desde el periodo neonatal hasta los 45 años, y un gran porcentaje de adultos jóvenes continúan presentando signos de la enfermedad. A pesar de que la mayoría de los pacientes presentan una remisión espontánea de la enfermedad, aproximadamente un 25% de los adolescentes mostraran evidencias de cicatrices permanentes alrededor de los 18 años de edad.
El acné es una enfermedad del folículo pilosebáceo. Se manifiesta más en el rostro, el pecho y la espalda porque son las áreas con mayor distribución de glándulas sebáceas. “En general, la temperatura más alta hace que la piel transpire y que haya una mayor secreción sebácea y puede intensificar los brotes de acné”, comentó a Infobae la doctora Cristina Pascutto, coordinadora del comité de dermatología estética de la Sociedad Argentina de Dermatología.
“Por otro lado -añadió Pascutto-, el verano hace que las personas estén más expuestas al sol y a veces no usen protección. Esto hace que la piel se engrose y se genere más comedones por acné en la piel”.
Consultada por Infobae, la doctora Paula Luna, médica especialista en dermatología y dermatología infantil del Hospital Alemán y miembro de la Sociedad Argentina de Dermatología, señaló que hay que considerar que el acné es una enfermedad multicausal.
“El acné tiene un aspecto genético, otro endócrino, otro relacionado con el microbioma, entre otras -dijo Luna-. No hay medidas específicas de prevención para todos los casos. Lo más importante es iniciar un tratamiento adecuado para cada severidad, ya que en algunos casos alcanza con medidas sencillas, y en otros pacientes es necesario que se indique la administración de medicamentos orales”.
Antes de tomar decisiones por su propia cuenta, las especialistas aconsejan consultar a un profesional de la dermatología para evitar el uso de sustancias que podrían empeorar el cuadro de acné. La Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA), la autoridad regulatoria de los Estados Unidos, ha advertido que algunas lociones, desmaquillantes y otros productos de venta libre para la piel pueden causar una reacción grave.
“Cuando se diagnostica que una persona tiene acné, hay que consultar con un especialista en dermatología que indicará el tratamiento que corresponda. De esta manera, al seguir las indicaciones del tratamiento, se contribuirá a la prevención de más brotes en el futuro. Esto sirve tanto para el verano como para el resto del año”, afirmó la doctora Pascutto.
Para prevenir brotes de acné, hay que considerar que varios mitos que siguen circulando. “El mito principal sobre el acné es que se cree que se trata de una enfermedad infecciosa cuando no lo es. Se trata de una enfermedad inflamatoria que afecta principalmente a los adolescentes, pero puede persistir toda la vida. Se afectan los folículos sebáceos. Hay una mayor secreción de grasa, y se generan comedones o puntos negros, granitos, granitos con pus, nódulos y cicatrices”, aclaró Pascutto.
Entre otras creencias erróneas, aún persiste la idea que el acné se produce en personas que no mantienen relaciones sexuales. “Es un mito -subrayó Luna-. El acné y la maduración de los caracteres sexuales secundarios en los adolescentes ocurren en paralelo. Por eso no es raro que se interprete que hay una relación causal, pero no hay una relación directa entre la actividad sexual y el acné. Es solo una coincidencia temporal”.
En tanto, la doctora Luna señaló que aún algunas personas creen que el acné es producido únicamente por el consumo de alimentos con alto contenido de grasas y que su consumo instantáneamente produce granos. “Si bien hay algunos alimentos puntuales que en algunos pacientes podría empeorar el acné, el mecanismo por el cual el acné se produce es inicialmente hormonal e inflamatorio. Comer saludable es importante, pero no específicamente para el acné”.
También algunos creen que el acné se produce porque la cara está sucia y que por eso hay que limpiarla muy seguido. No es cierto. “No es que la cara esté sucia. Lo que ocurre es que con la pubertad, aumenta la secreción sebácea y eso hace que la piel luzca más grasosa. El uso de limpiadores abrasivos con demasiada frecuencia puede estimular más secreción sebácea o irritar la piel”, advirtió la doctora Luna.
Otro mito es que el bronceado ayuda a eliminar el acné. En realidad, el bronceado puede enmascarar temporalmente el enrojecimiento. Pero no existen pruebas de que ayude a eliminarlo. “El Sol mejora la piel con acné porque funciona como un antiinflamatorio al secar al granito. Pero hace que la piel se engrose y se vayan generando más comedones. Llega marzo, y la persona puede tener brotes de acné”, explicó Pascutto.
Desde la perspectiva de la Sociedad Argentina de Dermatología, el bronceado sano o seguro no existe. Es un mecanismo de defensa: el daño en la piel ya ocurrió. Por eso, “hay que usar protectores solares desarrollados para ser usados en pieles grasas o seborreicos, que generalmente se denominan toque seco”, agregó.
Aunque sea grasa, este tipo de piel con acné aún necesita humectación. Se la necesita especialmente después del uso de productos para el cuidado de la piel que remueven las grasas y secan la piel o por los medicamentos que reciben los pacientes. Un humectante liviano también puede ayudar a proteger la piel después del lavado. “Deben ser productos sin grasa o más conocidos como “oil-free” o para pieles seborreicas”, señaló la doctora Pascutto.
Las emulsiones generalmente contienen un porcentaje más alto de agua que las cremas, son más fáciles de aplicar y tienen menos probabilidad de empeorar la piel propensa al acné. Por eso, se aconseja un producto sin grasa en su composición que esté indicado como no comedogénico, es decir, que no tapa los poros.
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