El SARS-CoV-2 fue el séptimo coronavirus conocido por la comunidad científica que se sabe infecta a los seres humanos. El SARS-CoV, MERS-CoV y el SARS-CoV-2 pueden causar una enfermedad grave e incluso la muerte a las personas, mientras que los HKU1, NL63, OC43 y 229E se asocian con síntomas leves.
La actual pandemia de COVID-19 tomó por sorpresa a gran parte del mundo. Y decimos a gran parte de mundo porque durante años, epidemiólogos y otros expertos han advertido sobre la llegada inminente de una pandemia mundial.
La cuestión de dónde y cómo surgió el virus que causa el COVID-19 se ha vuelto particularmente polémica, y algunos líderes culpan a una fuga hipotética de un laboratorio en Wuhan, China, que se dedica a estudiar patógenos. La nueva investigación, respaldada por el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de EE.UU0 se basa en la evidencia de que los murciélagos son los principales animales hospedadores de virus como el SARS-CoV-2 y que las personas que viven cerca de sus refugios son especialmente vulnerables.
La mayoría de las enfermedades que preocupan a los expertos se originan en animales. De hecho, el 75% de las enfermedades emergentes son zoonóticas. Pero al igual que COVID-19, las enfermedades zoonóticas se están volviendo más riesgosas para los humanos debido a nuestras propias acciones. Nuestro efecto sobre el clima, la invasión de los hábitats de la vida silvestre y los viajes globales colaboran a difundir enfermedades transmitidas por animales. Esto, sumado a la urbanización, la superpoblación y el comercio mundial, la contaminación ambiental y otros factores humanos, ha creado un escenario ideal para que la llegada de más pandemias.
De los tres coronavirus mortales, solo dos se han propagado a nivel mundial en las últimas 2 décadas: el SARS-CoV, que provocó un brote del síndrome respiratorio agudo severo (SARS) en 2003, y el SARS-CoV-2, el virus que causa el COVID-19. Pero estas dos apariciones pueden ser la punta del iceberg de más infecciones no detectadas con virus relacionados que surgen del contacto entre animales y humanos, especialmente de los murciélagos.
Un nuevo estudio científico internacional publicado esta semana dio a conocer que un promedio de 400.000 infecciones ocurren cada año, aunque la mayoría no se reconoce porque causan síntomas leves o ningún síntoma y no se transmiten fácilmente entre las personas. Así lo afirman investigadores de EcoHealth Alliance y la Escuela de Medicina Duke-NUS de Singapur en el estudio publicado que todavía no ha sido revisado por pares. Aún así, cada desbordamiento representa una oportunidad para la adaptación viral que podría conducir a un brote similar a COVID.
“Debería ser revelador para toda la comunidad científica el hecho de saber que no sabemos mucho sobre la frecuencia de la propagación zoonótica. Eso debe cambiar porque de lo contrario estamos subestimando un gran problema”, indicó la viróloga Angela Rasmussen de la Universidad de Saskatchewan, que no participó en el trabajo. “Este es probablemente el primer intento de estimar la frecuencia con la que las personas se infectan con coronavirus de murciélagos relacionados con el SARS. Los seres humanos están continuamente expuestos a los coronavirus de los murciélagos. Dadas las circunstancias adecuadas, una de ellas podría eventualmente conducir a un brote de enfermedad”, agregó el doctor Edward Holmes, biólogo evolutivo de la Universidad de Sydney que no participó en la investigación.
Los investigadores, Peter Daszak de EcoHealth Alliance y Linfa Wang de la Facultad de Medicina Duke-NUS en Singapur, fueron los responsables del estudio en el que crearon un mapa detallado de los hábitats de 23 especies de murciélagos que se sabe que albergan coronavirus relacionados con el SARS, grupo al que pertenecen el SARS-CoV y el SARS. Descubrieron que cerca de 500 millones de personas viven en áreas donde pueden producirse efectos secundarios, incluido el norte de la India, Nepal, Myanmar y la mayor parte del sudeste asiático. El riesgo es mayor en el sur de China, Vietnam, Camboya, Java y otras islas de Indonesia.
“Este es un análisis definitivo sobre en qué lugar del planeta es más probable que surja el próximo virus similar al SARS o al COVID-19”, explicó Daszak en una conferencia de prensa de la que participó Infobae. “Los mapas podrían orientar los esfuerzos para reducir la probabilidad de desbordamiento cambiando los comportamientos en las comunidades de alto riesgo y dirigiendo la vigilancia para detectar nuevos brotes antes”, agregó.
Daszak, un firme defensor de la hipótesis de que el SARS-CoV-2 proviene de la naturaleza en lugar de un laboratorio de investigación, reafirma que los mapas también podrían orientar los esfuerzos para encontrar el origen natural del virus. Casi dos docenas de especies de murciélagos que pueden estar infectados por coronavirus habitan en un área de Asia, con una superficie de seis veces el tamaño de Texas, y el sur de China y partes de Myanmar, Laos, Vietnam e Indonesia se consideran las más riesgosas de contagio.
Pero los investigadores dieron un paso más. Pequeñas encuestas realizadas antes de la irrupción del COVID-19 han sugerido que algunas personas en el sudeste asiático albergan anticuerpos contra los coronavirus relacionados con el SARS. Combinando esos datos con información sobre la frecuencia con la que las personas se encuentran con murciélagos y cuánto tiempo permanecen los anticuerpos en la sangre, los investigadores calcularon que cada año ocurren en toda la región unas 400.000 infecciones humanas no detectadas con estos virus.
Daszak afirma que las interacciones con los murciélagos son mucho más comunes de lo que la gente piensa: “Vivir allí significa que estás expuesto: la gente se refugia en cuevas, extraen guano de las mismas, cazan y comen murciélagos”. El documento ni siquiera aborda cuántas personas trabajan en el comercio de vida silvestre y pueden infectarse indirectamente cuando un virus de murciélago infecta primero a otro animal.
“Aunque 400.000 infecciones anualmente parecen muchas, en una región con probablemente cientos de millones de murciélagos y casi 500 millones de personas no son tantas. Sin embargo, el intervalo de confianza se extiende de una a más de 35 millones de infecciones ocultas por año, lo suficientemente grande como para “atravesar toda la población de murciélagos Rhinolophid”, precisó Rasmussen.
“Los modelos son tan buenos como los datos que se les proporcionan. Los datos sobre anticuerpos de los test que se hacen allí solo incluyen a unos pocos miles de personas, y los análisis utilizados para detectar anticuerpos pueden conducir fácilmente a falsos positivos”, dice Vincent Munster, virólogo del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de EEUU que estudia los coronavirus. “Creo que si la estimación de la seroprevalencia está muy lejos, todo se derrumba”, agregó David Fisman, epidemiólogo de la Universidad de Toronto, quien dice que el modelo es “inestable” y que el alto número de infecciones ocultas no suena verdad debido a que se puede esperar efectos secundarios regulares sean reconocidos, como lo son para la rabia y el virus Nipah.
“Es probable que muchos de los virus no puedan transmitirse de una persona a otra, pero tengo muy pocas dudas de que ha habido enfermedades debido a estos virus que se diagnostican erróneamente o nunca se diagnostican. Es poco probable que un agricultor rural de Myanmar vaya a la clínica porque tiene un poco de tos”, dice Daszak. El trabajo es parte de un esfuerzo incipiente para tratar de comprender los factores de riesgo de propagación viral de animales a humanos.
El trabajo proporciona una prueba de concepto para una evaluación sistemática de riesgos de eventos de desbordamiento de vida silvestre a humanos y una estrategia para identificar áreas geográficas clave que pueden priorizarse para la vigilancia dirigida de vida silvestre, ganado y humanos, concluyeron los investigadores que solo estudiaron a los murciélagos. El riesgo de exposición es aún mayor cuando se toman en cuenta todas las posibles especies animales ‘intermedias’. Estos incluyen visones, civetas, perros mapaches y otros mamíferos comúnmente cultivados y comercializados por alimentos y pieles en Asia, según la investigación.
Según el último censo, unas 14 millones de personas estaban empleadas en la cría de vida silvestre solo en China en 2016, una industria con un valor de 77 mil millones de dólares al año. En Asia, alrededor de 478 millones de personas viven en un área habitada por murciélagos portadores del coronavirus, que cubre la mayor parte de Laos, Camboya, Tailandia, Vietnam, Nepal, Bután, Malasia peninsular, Myanmar, el sureste de China y las islas occidentales de Indonesia.
La caza, el comercio, la agricultura y el consumo de vida silvestre son comunes en esta región, lo que aumenta el riesgo de exposición a virus transmitidos por murciélagos.
El muestreo de vida silvestre en China ha sido mucho más intenso que en los países vecinos, muchos de los cuales están experimentando “cambios sociales y ambientales dinámicos que se sabe que aumentan el riesgo de eventos de desbordamiento”, asegura Daszak y sus colegas en el estudio. “No se trata de encontrar virus y decir ‘este país es de alto riesgo para el resto del mundo’. Se trata de encontrar comunidades dentro de los países que están en riesgo y tratar de evitar que se infecten, ayudando a las personas en esas comunidades a reducir las amenazas a la salud pública”, concluyó el científico.
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