La pandemia fue ese espasmo largo. Un letargo de quietud que cerró las puertas. Sin embargo, fue un hito de la historia moderna. Esa expresión muda a puertas cerradas, gritó todo el tiempo, dejó huellas, marcó destinos, creó vocabularios, propuso costumbres, popularizó íconos, aquietó la hiperactividad. La calma angustiosa dio vida a un arte nuevo: el registro socio antropológico de los que vivimos la pandemia.
El primero que hilvanó la idea, enhebró la aguja y empezó la costura con la inquietud transgresora que lo caracteriza fue el museo Victoria & Alberto de Londres. Cuando todo aún era cuarentena, lanzó la primera campaña curatorial para preservar con un registro museístico el tránsito vivencial de ese tiempo. Aún hoy, en sus redes sociales convoca a dejar los mensajes que se registraron durante las restricciones: carteles callejeros, pantallas de dispositivos digitales, escritos en las vidrieras de los locales, mensajes de esperanza dibujados por los niños en las ventanas. Sus archivos se llenaros de arco iris de “esto también pasará”.
Así, el Pandemic Objects se transformó en un proyecto editorial que recopila y reflexiona sobre objetos que reconvirtieron su significado. “El sonido del timbre ha adquirido un nuevo significado durante el bloqueo: ya no anuncia la llegada de los invitados de la casa, sino que es la señal de bienvenida de un paquete de entrega a domicilio”, cuenta Brendan Cormier, responsable del área de conservación del museo y motor de la idea.
En marzo de 2020, los italianos en cuarentena grabaron mensajes de video dirigidos a ellos mismos pero a los que eran 10 días antes de que el país entrara en un bloqueo nacional. El arte personal se volvió viral: una advertencia al resto de Europa y Estados Unidos de lo que se avecinaba.
Todo lo capturado que hoy vemos con candor, serán objetos que ayudarán a las generaciones futuras a comprender qué vivimos los que estuvimos.
Cuando todo comenzó los museos, con la ausencia de público, pero activos en las ideas, empezaron a convocar a sus visitantes para que guardaran objetos que revelaran la historia.
El Museo Nacional de Historia Estadounidense de la Institución Smithsonian en Washington, el Museo de Ciencias, el Museo Nacional de Singapur fueron algunos de los que se sumaron a la inquietud del Museo Victoria and Albert en Londres. Conjuntamente lanzaron llamamientos para conservar lo que dieron en llamar “artefactos pandémicos”.
La Sociedad Histórica de Vermont convocó a su comunidad; el Museo Histórico de Urahoro, en Hokkaido, Japón, comenzó a recolectar objetos cotidianos con temática pandémica; los artistas vietnamitas lanzaron un museo virtual de COVID en Facebook. En el Reino Unido, el equipo web de los Archivos Nacionales comenzó a buscar en Internet términos relacionados con COVID-19 para capturar la respuesta del gobierno a la pandemia.
Los ciudadanos privados también comenzaron a documentar, en las redes sociales, en diarios y cuadernos de bocetos. La conciencia de que las generaciones futuras mirarían hacia atrás impulsó a muchos a salvar objetos de importancia cotidiana.
Alexandra Lord, presidenta de la división de medicina y ciencia del Museo Nacional de Historia Estadounidense del Smithsonian, comentó que “los curadores tienen la tarea de recolectar, documentar y cuidar los objetos que pueden ayudarnos a comprender el pasado”. Es la evaluación y la elección, qué objetos son relevantes y cuáles no, lo que hace que la curación sea muy complicada. Las declaraciones de misión del museo y las políticas de gestión de colecciones guían a los curadores a medida que seleccionan, editan, organizan e interpretan.
La estrategia de recolección de Lord tiene como objetivo capturar la historia de la medicina y la ciencia en la nación estadounidense desde el siglo XVIII hasta la actualidad. Su equipo comenzó a pensar en recopilar información sobre la pandemia a fines de enero de 2020. En marzo, estaba claro que no se trataba solo de una historia médica, sino de una crisis de salud global que afectaba a todos los aspectos de la sociedad. Capturar el momento tal como sucedió (recolectar diarios, máscaras, batas médicas) parecía crucial. “Cuando llegó COVID, lo que me llamó la atención como historiadora médica fue lo mucho que nosotros, como comunidad global, hemos olvidado lo que es ver una enfermedad, ver y experimentar una pandemia y una epidemia como una amenaza muy real”, explica.
Aunque ha habido múltiples crisis de salud en la historia “ahora todas las personas estaban preocupadas por una enfermedad de una manera que la gente lo hacía en la década de 1880 -añade Lord-. Y dado que tarde o temprano volverá a suceder, “es muy importante recordar cómo en el pasado lidió con esto”. ¿Qué es relevante, qué no lo es? ¿Qué hay que salvar ahora? ¿Qué se puede recoger más tarde? ¿Para qué tienen espacio los museos?
Lord y sus colegas formaron un comité de recolección de respuesta rápida para tomar estas decisiones y poner en práctica estrategias de recolección. Consultaron otros museos, como el Centro de Historia Médica Dittrick en Cleveland y el Museo Mütter en Filadelfia. Hablaron con contactos en el Departamento de Salud y Servicios Humanos de EE. UU, en bibliotecas y archivos.
Las personas enviaron ofertas de objetos por correo electrónico y se siguen tomando decisiones sobre qué aceptar. Por ejemplo, fueron aceptados unos zapatos gastados de una enfermera y una máscara personalizada con un eslogan. “Le hemos pedido a la gente que básicamente se aferre a ciertos objetos”.
Mirar las colecciones existentes también proporciona información. La historia de la poliomielitis, por ejemplo, ayudó a dar forma al pensamiento del equipo: “Ahí está el ángulo de la investigación; está el ángulo de la vacunación; está la historia individual de personas que tuvieron polio; ahí está la historia del tratamiento “, se inspira Lord. Los aportes de los colegas que recopilaron durante el 11 de septiembre y la epidemia del VIH / SIDA, también en tiempo real, fueron invaluables. “Una de las cosas que nos han dicho que hagamos es que nos concentremos realmente en lo efímero o en los objetos con muchas más probabilidades de desaparecer”, cuenta Lord.
Mirar lo que se irá
Ciertos objetos que ya están en el Smithsonian son reflejo perfecto de lo que marcará los renglones de esta historia. Uno es el modelo de coronavirus impreso en 3D que Anthony Fauci utilizó para explicar el SARS-CoV-2 en las presentaciones públicas. Otros artículos acompañan el escenario de aquellos que son la punta del iceberg en la historia, como la tarjeta de vacunación y el vial vacío de la primera dosis aplicada en EEUU perteneciente a Sandra Lindsay, enfermera de cuidados intensivos que trabaja para la red de Northwell Health en Nueva York.
Estas opciones eran obvias, pero otras no lo son. Algunas cosas que parecen significativas al comienzo pueden resultar menos importantes a medida que pasa el tiempo. En el inicio termómetros y guantes parecían clave, pero cuando se descubrió que los portadores asintomáticos, sin temperatura elevada, aún podían propagar la enfermedad, su uso resultó irrelevante.
Lord ha iniciado gestiones con la Oficina de Historia de la Administración de Alimentos y Medicamentos de EEUU. Sobre la recolección de medicamentos fraudulentos de coronavirus, artículos vendidos a sabiendas como tratamientos falsos. “Es muy poco probable que encontremos eso dentro de cien años, es importante capturarlos ahora”, dice Lord.
En mayo de 2020, el Museo Nacional de Singapur pidió al público que enviara fotos de sus objetos sugeridos para conservar. La curaduría ha conservado el material gráfico y también ha comenzado a hacerse de varios objetos, de ciudadanos y organizaciones: artes decorativas, el frasco que contenía la primera vacuna administrada en Singapur, diarios de bocetos que relatan los pensamientos de las personas durante el bloqueo.
La curadora asistente, Miriam Yeo, fue quien estuvo en el frente entre el museo y los particulares. Para ella, el debate se centró en si “estos objetos serán históricamente relevantes y significativos dentro de 10 años”. Optaron por centrarse en artículos que representaran específicamente a Singapur. Así, por ejemplo, acopiaron el trabajo creativo de la Sociedad China de Pintura y Caligrafía de Tallado de Sellos Siaw-Tao. Al no poder reunirse en persona, los calígrafos compartieron imágenes de su trabajo a través de WhatsApp. Los sellos de madera tallada se han escaneado y compilado en un álbum llamado Seals of the Sealed City (Sellos de la ciudad sellada).
Junto a ese álbum hay otro sello titulado “Una sonrisa detrás de la máscara” realizado por un consultor del Hospital de la Universidad Nacional de Singapur. El diseño del sello se inspiró en la sonrisa de un paciente: muestra el carácter chino 笑, que significa sonrisa, asomando por detrás de una máscara quirúrgica.
El museo, ahora reabierto, ya alberga una exposición al respecto. “Imaginando la pandemia: un registro visual de COVID-19 en Singapur”. En su espacio se pueden ver 272 imágenes encargadas a fotógrafos locales al inicio de la pandemia, un cortometraje y 16 artefactos donados, incluido el sello de la sonrisa.
El logo de la pandemia
A medida que el coronavirus estaba en progreso, los objetos comenzaron a construirse en emblemas a ojos de los curadores. Los barbijos encabezan la lista. Silenciaron palabras, crearon mensajes, ocultaron expresiones, protegieron de posibles contagios, fueron politizados, han sido objeto de rebeldía y resistencia. Sin embargo, como señala Yeo, “también son efímeras”. ¿Cómo distinguir a las valiosas? Son cientos de miles las que se descartan en el mundo a diario. El equipo de Singapur decidió buscar enfoques creativos para la fabricación de tapabocas y ha recopilado algunos hechos a mano. También reunieron un conjunto fabricado por una marca de moda local, YeoMama Batik, que las produjo a partir de recortes de tela.
También formarán una parte importante de la colección COVID-19 del Museo de Historia Estadounidense: barbijos desechables N95 y KN95 de alto estándar, pero también aquellos que cuentan historias específicas. Algunos usados en tiendas que permanecieron abiertas; hechos con círculos de costura para trabajadores de primera línea; impresos con personajes de dibujos animados y que usaban los niños cuando regresaron a la escuela.
“Algunas personas tienen máscaras personalizadas con mensajes políticos y dichos divertidos -menciona Lord. Una de las cosas que definitivamente queremos que la gente en el futuro sepa y entienda es que incluso en sus momentos más oscuros, la gente tiene humor sobre esto”.
Quizás como nunca antes, los ciudadanos también están probando suerte en este acto creativo de curación. COVID-19 se documenta, edita, organiza y muestra en línea, en tiempo real, 24 horas al día, 7 días a la semana. Los artistas y diseñadores han sido prolíficos en todo momento; el trabajo creativo ya está siendo comisariado y mostrado. En Singapur, la exposición en línea del Museo Nacional #NeverBeforeSG , comisariada por Yang Derong y lanzada en octubre de 2020, muestra obras de COVID-19 de 87 artistas y diseñadores, que incluyen fotografía, juegos interactivos, versos y diseños de moda.
En el Reino Unido, las historiadoras del diseño Anna Talley y Fleur Elkerton crearon el proyecto Design in Quarantine, con el V&A y el Royal College of Art. La plataforma en línea recopila respuestas de diseño a la pandemia de todo el mundo. Están agrupados en categorías y se muestran aleatoriamente en la página de inicio. “Somos muy conscientes de que no queríamos introducir demasiada estructura y opiniones en una colección que se estaba formando en tiempo real y que estaba sucediendo a nuestro alrededor”, dice Elkerton.
El bastón, diseñado por el Centro para el Optimismo, Clara Meister y Sam Chermayeff, es una simple pieza de madera. Mide 1,80 cm. de largo y tiene un asa de anillo de lata en cada extremo. “La idea es que salgas a caminar con un amigo y cada uno sostenga un extremo -explica Talley-. Socialmente distanciado pero conectado. Por lo general, cuando se lleva un bastón, es para apoyarse al salir a caminar, pero este realmente apoya a dos personas en ese proceso”.
Otra propuesta es del artista B Gowtham de Chennai, India: usó papel maché y botellas de plástico recicladas para crear un casco corona y un auto rickshaw COVID-19. En los primeros días de la pandemia, condujo en su rickshaw para llamar la atención sobre la amenaza del virus.
En Nairobi, Kenia, la peluquera Sharon Refa creó un peinado de coronavirus para niños usando hilos verdes y rosados que imitan el pico de la molécula del coronavirus. “Es un peinado divertido -cuenta Elkerton-.Sabía que podía ayudar a difundir la conciencia sobre el virus a nivel de su comunidad local, sobre ser consciente de que se estaba propagando”.
Lord supone que estará coleccionando objetos de COVID-19 durante el resto de su carrera. “Treinta años a partir de ahora -asegura-. Incluso diría que dentro de cien años, pasando por los cajones de tu abuela, encontrarás estos objetos y nos escribirás”, dice. ¿Ahí en casa, qué estás guardando para que tus nietos le cuenten a los suyos lo que viviste?
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