Mientras surgen los debates en torno a la legalidad o cuestiones de inclusión respecto del uso de un pasaporte sanitario para liberar la circulación en términos de COVID, la Unión Europea (UE) puso en marcha el 1 de julio el Certificado Digital Verde, que habilita el desplazamiento de los individuos, ya sea porque estén totalmente vacunados contra el COVID-19, o porque tengan una prueba negativa reciente, o porque se hayan recuperado hace pocos días de la enfermedad.
En febrero, Israel, uno de los países líderes en tasas de vacunación, fue una de las primeras naciones en adoptar un “pase verde” para acreditar la inmunidad y permitir el acceso de los vacunados a estadios, teatros o piscinas, entre otros lugares. Sin embargo tuvo escasa duración: el 1 de junio el gobierno de Israel decidió no prorrogarlo tras su vencimiento. Las autoridades alegaron que los números bajos de infecciones ya no lo hacían necesario. Se convirtió de esta manera en el primer país en implementarlo y también en darlo de baja.
La posibilidad de extender este tipo de recursos al resto del mundo tiene aceptación desde la comunidad científica - por tratarse de una medida que apunta a controlar y regular la circulación de posibles casos sospechosos de COVID-19 -, pero algunas dificultades de implementación por regiones. “Aunque se trata de una buena forma de control para que las personas se puedan movilizar, no es necesariamente una herramienta para terminar con la pandemia, pero, al menos, es un paso hacia cierto grado de normalidad”, señaló el virólogo alemán Felix Drexler, involucrado en el asesoramiento de la implementación de esta herramienta en su país.
Sin embargo, los analistas de Latinoamérica se plantean cómo comenzar a pensar en un posible pasaporte cuando, por ejemplo, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) criticó que solo una de cada diez personas en América Latina y el Caribe ha sido vacunadas completamente contra el COVID-19.
La vereda de enfrente
“Es posible empezar a discutir cómo implementar un pasaporte de vacunas, pero lo principal ahora es aumentar el acceso a vacunas y la vacunación de la gente -recomienda Drexler-. Hay algunos países (como Nicaragua o Haití) donde la tasa de vacunación está por debajo del 10%, y eso no es suficiente. Con pocos vacunados y ante las variantes emergentes, hay que tener mucho cuidado para que no llegue una tercera o cuarta ola”.
Anthony Fauci, el principal infectólogo estadounidense y asesor de Biden, declaró que el gobierno de Estados Unidos no contempla exigir el pasaporte de vacunas contra el COVID-19. “Dudo que el gobierno federal sea el principal impulsor de un concepto de pasaporte de vacuna”, aseguró. América Latina carece de un organismo regional sólido que pueda unificar la normativa, por eso los analistas sostienen que complejizaría la administración cotidiana de la circulación, más que aligerarla.
La Organización Mundial de la Salud, avalada por Naciones Unidas, desde el comienzo de la pandemia viene advirtiendo que los pasaportes de vacunación aplicados a los viajes pueden dejar aislados a los países. “Si un país no recibe vacunas en igualdad de condiciones y se le exige un pasaporte para viajar, en la práctica quedará aislado internacionalmente”, sostuvo el director de emergencias de la OMS, Mike Ryan.
“No nos gustaría ver el pasaporte de vacunación como un requisito para salir o entrar, porque no estamos seguros en este momento de que las vacunas prevengan la transmisión. Al mismo tiempo, hay otras cuestiones como la discriminación de las personas que no acceden a las vacunas por diferentes razones”, completó Margaret Harris, una de las voceras de la OMS.
Independientemente de cuestiones de políticas públicas en materia de turismo, las urgencias en América Latina aún se centran en acelerar la vacunación, un hito indispensable para que en el posible pasaporte haya algo que escribir.
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