Cuando dos personas hablan, lo habitual es que una no se vaya si despedirse porque se considera de mala educación y parece que los simios hacer algo parecido.
Un estudio publicado en la revista ‘iScience’ documenta cómo los simios utilizan señales a propósito para empezar y terminar las interacciones, un comportamiento que no se había visto hasta ahora fuera de la especie humana.
También descubrieron que la dinámica social y de poder entre los simios que interactuaban afectaba a los esfuerzos de comunicación utilizados, lo que, según los investigadores, refleja patrones similares a la cortesía humana. “Fuimos capaces de lanzar cohetes y aterrizar en la Luna porque tenemos la capacidad de compartir nuestras intenciones, lo que nos permite lograr cosas mucho más grandes que las que puede lograr un individuo solo. Se ha sugerido que esta capacidad está en el corazón de la naturaleza humana”, afirma Raphaela Heesen, investigadora postdoctoral de la Universidad de Durham (Reino Unido).
Compartir las intenciones y trabajar juntos en un objetivo común da lugar a un sentimiento de obligación mutua que se conoce como compromiso conjunto, y ahora ella y su equipo están observando pruebas en los grandes simios que podrían poner en duda la afirmación, largamente sostenida, de que el compromiso conjunto es exclusivo de los humanos.
En experimentos anteriores sobre el compromiso conjunto, los niños humanos protestaban cuando un experimentador dejaba de jugar con ellos de forma abrupta. Ofreciendo juguetes o vocalizando, los niños intentaban que el experimentador volviera a participar en el juego previamente acordado. Tras presenciar una situación similar entre dos monos que fueron interrumpidos mientras se aseaban pero luego utilizaron gestos para reanudar la interacción entre ellos, Heesen y sus colegas sintieron curiosidad por saber más sobre cómo y cuándo surgió el compromiso conjunto en el linaje humano.
Pero, a diferencia de los científicos anteriores, Heesen y su equipo propusieron que el compromiso conjunto no se basa únicamente en el sentimiento de obligación entre dos participantes de cumplir una promesa compartida. En su lugar, también implica el proceso de establecer el acuerdo y decidir mutuamente después que el acuerdo se ha cumplido. Eso significa que algo tan sencillo como establecer un compromiso de conversación con un contacto visual y un “hola” y luego señalar que una conversación está terminando con la repetición de “vale, suena bien” o un “adiós” podría ser un ejemplo de este proceso.
Así que Heesen y sus colegas se propusieron comprobar si los grandes simios tenían un proceso similar de entrada y salida de la interacción, lo que, según ella y su equipo, demostraría el proceso de compromiso conjunto. Tras analizar 1.242 interacciones en grupos de bonobos y chimpancés en zoológicos, descubrieron que los simios se miraban y se comunicaban entre sí con frecuencia para iniciar y finalizar las interacciones.
Los bonobos intercambiaban señales de entrada y miradas mutuas antes de jugar el 90% de las veces y los chimpancés el 69%. Las fases de salida eran aún más comunes, ya que el 92% de las interacciones de los bonobos y el 86% de las de los chimpancés incluían salidas. Las señales incluían gestos como tocarse, tomarse de las manos o chocar las cabezas, o mirarse fijamente, antes y después de encuentros como el acicalamiento o el juego. Los investigadores también tuvieron en cuenta factores como la proximidad social entre los simios o quién tenía más poder sobre el otro.
Curiosamente, cuanto más cerca estaban los bonobos entre sí, más corta era la duración de sus fases de entrada y salida, si es que existían después. Los autores afirman que este patrón es similar a la forma en que nosotros, como humanos, nos comunicamos con los demás. “Cuando interactúas con un buen amigo, es menos probable que te esfuerces en comunicarte amablemente”, apunta Heesen.
Sin embargo, el nivel de amistad y la fuerza de los vínculos sociales no parecían afectar en absoluto a las entradas y salidas de los chimpancés. Esto podría deberse a que, en comparación con las despóticas jerarquías de poder de los chimpancés, las sociedades de los bonobos en general están documentadas como más igualitarias, con énfasis en las amistades y alianzas entre hembras y en las estrechas relaciones madre-hijo.
En cuanto a la comprensión del origen y la evolución del compromiso conjunto, este estudio es un paso más, pero Heesen afirma que aún queda mucho por hacer. “El comportamiento no se fosiliza. No se pueden desenterrar huesos para ver cómo ha evolucionado el comportamiento -subraya Heesen-. Pero sí se puede estudiar a nuestros parientes vivos más cercanos: los grandes simios como los chimpancés y los bonobos. También será interesante estudiar en el futuro si este tipo de comunicación está presente en otras especies”, concluye.
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