Ha habido una demanda global para que los niños comiencen a ser considerados en los ensayos de las vacuna contra el COVID-19. Kawsar Talaat, médica de enfermedades infecciosas y científica de vacunas de la Escuela de Salud Pública Johns Hopkins Bloomberg en Baltimore, Maryland, es parte de un ensayo que comenzó a probar la vacuna Pfizer/BioNTech en menores de 12 años a fines de marzo último.
A medida que se ponen en marcha tales ensayos, de hecho Moderna comenzó un estudio similar de su vacuna, los científicos están buscando respuestas a preguntas importantes sobre cuán seguras y efectivas son los inoculantes en los niños.
La revista especializada Nature publicó un relevamiento que analiza cómo los ensayos tendrán en cuenta las diferencias en el sistema inmunológico de los niños y la susceptibilidad al COVID-19, en comparación con los de los adultos, así como las precauciones de seguridad adicionales que rodean la investigación médica en niños. “Los niños no son pequeños adultos”, subraya Talaat.
¿Necesitamos vacunar a los niños?
Rara vez desarrollan formas graves de COVID-19 y las muertes por esta enfermedad son aún más raras. Pero en escasas ocasiones, estimaciónes lo sitúa en alrededor de un caso de cada 1.000, y podría ser incluso menor, aún los niños que han experimentado infecciones leves pueden desarrollar más tarde una enfermedad a veces mortal llamada síndrome inflamatorio multisistémico en niños (MIS- C). “Estoy cansado de ver niños enfermos. Quiero que estén protegidos“, dijo James Conway, especialista en enfermedades infecciosas pediátricas e investigador de vacunas en la Universidad de Wisconsin-Madison.
Se están acumulando pruebas de que las vacunas podrían bloquear la transmisión del SARS-CoV-2, por lo que vacunar a los niños podría tener efectos beneficiosos en la comunidad en general. “Si realmente queremos volver a la normalidad, realmente necesitamos lograr la inmunidad colectiva en todos los grupos que potencialmente contribuyen a la transmisión”, agregó Conway.
Los niños, en particular los más pequeños, probablemente no sean superpropagadores del SARS-CoV-2, ya que lo son de virus como la influenza. Pero la aparición de variantes de propagación más rápida, junto con el aumento de las tasas de vacunación de adultos en algunos países, significa que los niños y adolescentes pronto podrían estar contribuyendo más a la propagación. “La transmisión de COVID es ahora más candente en las personas más jóvenes. El virus encontrará formas de sobrevivir y propagarse a menos que cerremos las vías”, afirma Talaat.
¿Cómo son los ensayos en menores?
De alguna manera, serán una repetición de los primeros ensayos en adultos. Los primeros receptores, que estarán en el extremo más antiguo del espectro, aunque eventualmente incluirán a bebés de seis meses, quienes recibirán una variedad de dosis para encontrar una que desencadene una respuesta inmune fuerte sin demasiados efectos secundarios. “Algunos son demasiado grandes y otros demasiado pequeños. Estás buscando ese punto óptimo”, indica Conway.
Una vez que se identifica una dosis ideal, varios miles de participantes serán asignados al azar para recibir dosis de vacuna o una inyección de placebo. Luego, los investigadores seguirán a los niños durante meses e incluso años, para estudiar la seguridad y eficacia de las vacunas.
En los ensayos de adultos, las personas participantes brindan su consentimiento informado. Sin embargo, cuando se trata de niños, su tutor legal debe estar de acuerdo. “Pero los investigadores también están obligados a obtener el consentimiento de los niños participantes con la edad suficiente para comprender el ensayo”, dice Beate Kampmann, especialista en enfermedades infecciosas pediátricas y directora del Centro de Vacunas de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres. “Nuestros niños son inteligentes, lo entienden. Han escuchado sobre esto todo el año”, confirma Talaat, quien generalmente busca el consentimiento de los niños de cinco años o más, y algunas veces más jóvenes, dependiendo del pequeño.
¿Niños y adultos responderán de manera diferente a las vacunas?
“El sistema inmunológico de los niños está repleto de células que no han detectado patógenos, por lo que tienden a producir una fuerte respuesta inmunitaria a las vacunas -dice Donna Farber, inmunóloga de la Universidad de Columbia en la ciudad de Nueva York-. Son esos primeros años de vida, en los que el cuerpo aprende sobre los patógenos”.
Los primeros resultados de los ensayos han demostrado que los niños de 12 a 15 años que recibieron dos dosis estándar de la vacuna Pfizer-BioNTech desarrollaron niveles sustancialmente más altos de anticuerpos bloqueadores de virus que los de 16 a 25 años de los ensayos anteriores. Farber se pregunta si “los niños aún más pequeños obtendrán la misma respuesta inmunitaria con una dosis más baja”.
“Las potentes respuestas inmunitarias de los niños significan que son más propensos que los adultos a desarrollar fiebre después de la vacunación”, sostiene Talaat, por lo que los investigadores deberán encontrar un equilibrio entre desencadenar una fuerte respuesta inmunitaria y minimizar los efectos secundarios que la acompañan. Sin embargo, “esto podría no ser un problema, porque los pequeños parecen estar menos molestos por la fiebre que los adultos”, dice Farber.
Dado que las vacunas COVID-19 se prueban en niños cada vez más pequeños, “los investigadores querrán asegurarse de que no interfieran con la inmunidad generada por las vacunas infantiles de rutina”, dice Kampmann. El ensayo Pfizer-BioNTech planea inscribir a niños menores de cinco años que aún podrían recibir refuerzos de vacunas contra la poliomielitis y jabs contra el sarampión, las paperas y la rubéola, así como otras vacunas, pero Talaat asegura que “los niños deberán estar al día en sus calendarios de vacunación para participar. Los estudios sobre cómo se debe integrar mejor una vacuna COVID-19 en el calendario de vacunación de un niño deberán realizarse más adelante”.
¿Cómo se sabrá que las vacunas son efectivas en los niños?
Ya cientos de investigaciones mostraron diferencias convincentes en las tasas de enfermedad entre los adultos sometidos a los ensayos.
En los ensayos pediátricos, que involucrarán solo a unos pocos miles de niños, “había muy pocas infecciones sintomáticas para medir la eficacia de la misma manera -explica Talaat-. Tiene más sentido observar los marcadores inmunitarios después de la vacunación. Si vemos que las respuestas inmunitarias pediátricas son iguales o mejores que las que vimos en los adultos, podemos hacer inferencias de que la vacuna será eficaz”. Tanto los ensayos de Moderna como los de Pfizer – BioNTech enumeran estos marcadores como sus principales medidas de éxito.
A Conway le gustaría ver una buena evidencia de que las vacunas realmente pueden prevenir el COVID-19 en los niños. El ensayo Pfizer-BioNTech en adolescentes registró 18 casos en el grupo de placebo y ninguno en los que recibieron la vacuna, “por lo que no es inconcebible que los ensayos en niños más pequeños también muestren tal eficacia -dice Talaat-, pero dependerá de las tasas de infección de la comunidad.
Sin embargo, “si el objetivo principal de la vacunación infantil es detener la transmisión, los ensayos deberían demostrarlo”, dice Christiane Eberhardt, médico-científico en vacunología clínica en los Hospitales Universitarios de Ginebra en Suiza. Idealmente, esto involucraría hisopos frecuentes en niños, que es poco probable que sea popular, lo mismo que en miembros de la familia no vacunados. En cambio, los ensayos Moderna y Pfizer-BioNTech pretenden analizar los marcadores sanguíneos de infección asintomática, que Eberhardt considera aceptable dadas las circunstancias.
¿Cómo se sabrá que las vacunas son seguras para los niños más pequeños?
La seguridad es un factor primordial en los ensayos clínicos que involucran a niños, y los investigadores saben que los ensayos de la vacuna COVID-19 en niños recibirán un escrutinio adicional. “Todo lo que hace que la gente cuestione la seguridad de las vacunas en los niños es un paso atrás desde el punto de vista de la salud pública”, dice Conway.
Los primeros ensayos en adultos prestaron mucha atención a la posibilidad de que las personas que recibieron la vacuna pudieran desarrollar una “enfermedad mejorada” si más tarde se infectaban. Los ensayos no encontraron evidencia de esto, pero Conway dice que “los ensayos pediátricos deben buscar respuestas inmunes que puedan exacerbar la enfermedad, así como signos de que los participantes están desarrollando reacciones inmunes similares a las observadas en MIS-C”.
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