Los Juegos Olímpicos de Tokio pasarán a la historia por muchas razones. Fue la primera Olimpiada que se pospuso, la primera que se celebró en medio de una pandemia y la primera que se realizó sin espectadores. Pero también serán recordados por otra primicia: la transmisión pública de los desafíos de salud mental por parte de dos de las superestrellas deportivas más grandes del mundo.
Durante décadas, se les dijo que se sacudieran o se endurecieran, que dejaran a un lado la duda o los demonios y se concentraran en la tarea que tenían entre manos: ganar. Por años, Simone Biles fue una de las mejores en eso. De repente, para algunos, sorprendentemente, decidió que no estaba en el espacio mental correcto. Al anunciar su retirada de, hasta ahora, dos finales de los Juegos de Tokio, aludiendo a cuestiones relacionadas con su salud mental, la atleta de 24 bien podría haber redefinido la mirada de la sociedad sobre un tema que aparentemente había sido tabú en los deportes durante toda la vida.
Si bien sus logros y gloriosas hazañas, narradas en transmisiones en todo el mundo, pueden hacer que parezca que los atletas olímpicos viven vidas encantadas y sin angustias, eso está lejos de ser el caso. Miles de atletas informan problemas de salud mental como ansiedad, depresión, afecciones psiquiátricas y trastornos alimentarios. Si bien el porcentaje exacto de quienes los padecen no está claro, ya que no se ha registrado, dada la incidencia en la población general, junto con las presiones adicionales de la pandemia y la competencia olímpica, “la mayoría de los atletas deberían usar apoyo de salud mental”, dice en diálogo con Time el doctor Naresh Rao, jefe médico de USA Water Polo y miembro del equipo médico del Comité Olímpico y Paralímpico de Estados Unidos (USOPC) en los Juegos Olímpicos de Tokio. “Si nos fijamos en los porcentajes de personas que padecen enfermedades de salud mental en general, oscila entre el 40% y el 50%. Agregue la pandemia y el hecho de que muchos de estos atletas son adolescentes o adultos jóvenes, y comienza a ver que el porcentaje podría llegar hasta el 70%“.
Para los especialistas, en cierto modo, el ciclo de cuatro años de fama es similar a los altibajos de una droga adictiva. La retirada después de la euforia de competir, sin importar el resultado, es un colapso mental que puede golpear duramente a los atletas. No es solo la fama repentina lo que puede desorientar, sino la constatación a menudo inquietante de que después de años y, a veces, décadas de entrenar y dedicarse a perfeccionar su deporte, se han dejado definir por sus resultados y sus medallas, o la falta de ellas, y pueden haberse perdido en el proceso.
Y, sin embargo, la salud mental de los atletas olímpicos nunca ha sido una preocupación clave para los órganos rectores del deporte que los supervisan. “Es como si los problemas de salud mental no estuvieran presentes y no se hablara de ellos”, advierte Saunders. “Si tenés un problema, tenés que resolverlo. Y si tenés algún tipo de problema de salud mental, la gente piensa que estás loco o que estás fuera de lugar”. Las lesiones físicas se han manejado durante mucho tiempo con protocolos y servicios detallados, pero los entrenadores y organizadores de eventos rara vez consideraron el estado mental de los atletas, y mucho menos se aseguraron de que hubiera recursos disponibles para abordar cualquier problema.
Pero de cara a Tokio, eso puede estar comenzando a cambiar. Revelaciones como las de Michael Phelps, quien admitió que él también experimenta depresión y tuvo tendencias suicidas después de sus cuartos Juegos Olímpicos, han llevado al Comité Olímpico Internacional (COI) y los organismos olímpicos nacionales, incluida la USOPC, a abordar directamente la salud mental de la misma manera que asesoran a los atletas sobre nutrición y recuperación de lesiones físicas.
Julie-Ann Tullberg, experta en psicología deportiva y periodismo deportivo en la Universidad de Monash en Australia, dijo a la AFP que “la salud mental se ha barrido durante mucho tiempo bajo la alfombra como una razón de bajo rendimiento en eventos deportivos de alta presión como los Juegos Olímpicos”. “Sin embargo, los atletas ahora están dispuestos a hablar abiertamente sobre sus presiones”, dijo. La gente se enfrenta a la “ansiedad por el desempeño” en todos los ámbitos de la vida, advirtió Tullberg, y eso se ha visto agravado por personas de todo el mundo que viven en encierros intermitentes frente a la pandemia del coronavirus.
Tokio marcará la primera vez que el COI tiene pautas para que los atletas y sus entrenadores eduquen, evalúen y manejen los problemas de salud mental, el trabajo de expertos independientes que convocó sobre el tema por primera vez antes de estos Juegos. La USOPC también tiene recursos de salud mental más concretos y detallados para los atletas del equipo de EEUU, que incluyen una detección más profunda de problemas potenciales que los atletas mismos podrían no conocer o no estar dispuestos a admitir, y opciones de derivación y tratamiento si las necesitan.
El equipo de EEUU en Tokio también incluirá, por primera vez, cuatro profesionales de la salud mental (un psicólogo, dos psiquiatras y un trabajador social) y cada deporte del equipo estadounidense también tendrá su propio psicólogo dedicado. La Asociación Olímpica Británica tiene un equipo similar de profesionales de la salud mental que viajan a Tokio con el equipo de Gran Bretaña por primera vez, mientras que Softbol Australia monitoreará los hábitos de sueño de los atletas en una aplicación como un indicador de problemas potenciales.
Sin embargo, el estigma sigue siendo un problema, ya que el mantra, especialmente en el nivel de élite, es apretar los dientes y superar cualquier dolor, físico o emocional. “La cultura atlética en general es aquella en la que te ves impulsado a empujar continuamente tu cuerpo y, en algunos casos, tu mente al máximo potencial”, dice la dos veces medallista de oro olímpica en natación Simone Manuel, quien reveló en las pruebas olímpicas en junio que ella experimentó depresión relacionada con el síndrome de sobreentrenamiento. Solo recientemente, con atletas prominentes como Phelps compartiendo sus propias luchas con problemas de salud mental, ese tabú se está erosionando lentamente. A medida que más atletas expresan sus propias experiencias, organizaciones como la USOPC también están dedicando finalmente más recursos para abordar la salud mental de sus atletas y brindarles las herramientas para mejorar su bienestar mental.
“Las competencias de alto rendimiento, como los Juegos Olímpicos u otros similares, suponen el arduo trabajo de buscar los límites, tanto a nivel físico como mental. Llevar al cuerpo a que rinda su máximo conlleva grandísimos esfuerzos que requieren de todos los recursos subjetivos puestos al servicio de dicha meta. La dedicación que esto implica, supone un enfoque mental y emocional que permita superar el dolor, el cansancio extremo, la fatiga psíquica, y a su vez, poder afrontar las metas no alcanzadas, las frustraciones, y todo a lo que se debe renunciar para sostener esa búsqueda”, manifestó en diálogo con Infobae Maximiliano Martínez Donaire, psicoanalista y miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).
“Cuando hablamos de Juegos Olímpicos, tenemos que sumarle a todo esto, la enorme expectativa mundial que se pone en juego; el sentirse representante de un país, el cargar sobre sí con las ilusiones de otros, ilusiones que con facilidad se vuelven exigencias o presiones difíciles de soportar. Para muchos deportistas, estas presiones -tanto propias como ajenas- se vuelven una fuente tan intensa de padecimiento que llegan a impedirles dar el máximo de sí mismos, o que conllevan un costo subjetivo muy alto, con elevado sufrimiento. La expectativa de éxito puede volverse realmente agobiante, lo cual se acrecienta cuando se alimenta de los ‘nacionalismos’ en juego, como si fuese todo un país el que ‘gana’ o ‘pierde’, todo volcado sobre los hombros de una persona”, añadió el experto.
El proceso para competir en estos Juegos Olímpicos en particular también agregó un nivel sin precedentes de complejidad, confusión y ansiedad. Junto con el estrés de actuar bajo las expectativas del mundo, los atletas también compiten en Tokio bajo la sombra del COVID-19, lo que significa pruebas diarias, movimientos restringidos y recordatorios constantes de un enemigo invisible que podría atacar en cualquier momento y arruinar años de entrenamiento eliminándote de la competencia.
Para la psicoanalista especialista en niños y adolescentes, Nora Koremblit de Vinacur, ex secretaria del Departamento de Niños de la APA y coautora del libro Parentalidades, “en general los atletas pasan momentos de gloria y de enorme frustración al volver a sus actividades cotidianas luego de las competiciones. Esto requiere una muy buena estabilidad psíquica para no caer en derrumbes emocionales importantes por todo lo que se pone en juego. Y en caso de malos resultados dependerá exclusivamente de su propio equilibrio psíquico para superarlo”.
“Es muy difícil lograr un equilibrio entre el rendimiento físico y la vida afectiva, social, sexual y cultural; algunos lo logran más que otros. Aquel que se transforma en ‘hombre o mujer maquina’ no necesariamente tendrá mayor rendimiento, ya que sigue siendo un ser humano que necesita afecto y conexión con el otro. La posibilidad de retirarse de una manera saludable y desarrollar otro tipo de actividad productiva luego, tendrá que ver con haber logrado o no una vida equilibrada anteriormente. Los órganos directivos del deporte a veces desconocen estos aspectos y exigen máximo rendimiento sin medir las consecuencias. Pero otros, tal vez no la mayoría, los contemplan”, explicó a este medio Diana Litvinoff, psicóloga, miembro de la APA.
Reconocer cuándo no estás mentalmente en el estado adecuado para competir es una parte clave para que los atletas sean más conscientes no solo de su cuerpo, sino también de su mente. Y tener un equipo de apoyo de entrenadores y compañeros de equipo que reconozcan la importancia de eso es fundamental para garantizar que las pequeñas luchas mentales no se conviertan en más grandes que puedan ser más debilitantes.
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