Con vacunas que fueron autorizadas de emergencia en el marco de la pandemia por COVID-19 y ensayos en Fase III que no llevan un año de evolución, las nuevas variantes del SARS-CoV-2 y las personas que se infectan pese a contar con las dos dosis de alguna de las vacunas disponibles obliga a la ciencia a ir un paso más allá y pensar en la posibilidad de una vacuna anual para mantener a raya al nuevo coronavirus.
Recién comenzaba diciembre de 2020 cuando el Reino Unido se convertía en el primer país del mundo en aprobar una vacuna contra el COVID-19. Se trataba de la formulación desarrollada por los laboratorios Pfizer y BioNTech, que el 8 de ese mes comenzó a ser aplicada de manera masiva a la población.
A casi siete meses de ese hito que para muchos marcaba el inicio del fin de la pandemia, los países atraviesan las segundas olas con igual o mayor intensidad que las primeras y el surgimiento de nuevas variantes del virus hace pensar que la vacunación no sea suficiente. Y que para mantener al SARS-CoV-2 bajo control hagan falta refuerzos de las vacunas, como ocurre con otros virus como el de la gripe, que muta y requiere proteger a los grupos de riesgo cada año de las nuevas cepas.
Por el momento, al parecer, los investigadores se hacen bastantes preguntas para las que tienen pocas respuestas.
En la Argentina, donde de las 18.921.680 de vacunas aplicadas desde el inicio de la campaña de vacunación, 15.128.961 corresponden a primeras dosis y 3.792.719 de personas completaron el esquema de dos dosis, según datos del Monitor Público de Vacunación del Ministerio de Salud de la Nación, las cifras -al momento del cierre de esta nota- dan cuenta de que un 33,67% de la población total recibió al menos una dosis de alguna de las formulaciones aprobadas en el país.
Fue la propia ministra de Salud, Carla Vizzotti, quien anticipó esta semana que el Gobierno evalúa la posibilidad de que la ciudadanía necesite un refuerzo todos los años de la vacunación.
“Desde el día uno se dijo que no se sabe cuánto va a durar la inmunidad de las vacunas y siempre se evaluó la posibilidad de necesitar un refuerzo”, afirmó la funcionaria el pasado martes en conferencia de prensa.
Según la explicación que dio, es algo común con los virus respiratorios: “Las vacunas que se diseñan para prevenir virus respiratorios son vacunas que, con la inestabilidad de estos patógenos, que tienen mutaciones pequeñas, necesitan reformularse porque cambia el virus”. “Por eso la (vacuna) antigripal se da todos los años, su inmunidad no dura más de doce meses y siempre se planteó la necesidad de adaptar las vacunas por estas mutaciones que tienen todos los virus respiratorios y el SARS-CoV-2 no es una excepción”, agregó la funcionaria, para quien “desde ese punto de vista siempre se pensó que probablemente se tiene que dar un refuerzo”.
Consultado por Infobae, el médico infectólogo Lautaro De Vedia (MN 70640) intentó llevar tranquilidad al aclarar que “es algo que aún no se sabe”. “Es posible que haya que aplicar un refuerzo; algunos datos preliminares sugieren eso pero todavía no se sabe”, señaló el experto del Hospital Muñiz y ex presidente de la Sociedad Argentina de Infectología (Sadi), quien argumentó: “Los pacientes que se enrolaron en los estudios de los cuales se conocieron los resultados preliminares de Fase III es gente que se vacunó hace un año más o menos, de hecho uno de los estudios se extendió hasta septiembre/octubre, así que los resultados de protección al año no se tienen todavía; son datos que se van a ir conociendo con el correr de los meses”.
Para él, “hoy en día no se tiene toda la información científica para poder asegurar o no si hay que dar una nueva dosis cada año”.
Y sobre las razones que llevan a pensar en esa posibilidad, analizó: “Las nuevas mutaciones que emergen y los casos de personas que se infectan a pesar de estar vacunados son las variables que se miran de cerca para pensar en la probabilidad de un refuerzo de la vacuna, pero hasta que no se conozcan más datos de personas vacunadas de más larga data hay que tener un poco de paciencia”.
En el mismo sentido, la médica infectóloga María Cecilia Niccodemi (MN 105624) opinó que “no se sabe cuánto dura la inmunidad por vacuna, ni tampoco cómo cuantificarla, así que eso todavía son cosas que la ciencia tiene que revelar”.
“Tampoco sabemos si con las mutaciones que va teniendo el virus vamos a requerir diferente vacunación según las variaciones que vayan apareciendo -reconoció la especialista del staff del Centro Médico Doctor Stamboulian y Sanatorio La Trinidad San Isidro-. Es probable que se requieran otras dosis pero todavía no tenemos esa respuesta”.
En el mundo, los investigadores están buscando marcadores biológicos que puedan revelar en qué momento la protección de una vacuna ya no es suficiente para contener el coronavirus. Aunque según se ve en la práctica y los expertos se esfuerzan en aclarar, ninguna vacuna previene el contagio y las personas deben seguirse cuidando de la misma manera.
Lo que se cree es que un nivel de anticuerpos determinado marque el umbral, y por encima de ese valor la persona esté protegida, pero debajo de él corra un riesgo de contagio mayor.
Algunos estudios preliminares sugieren que estos marcadores, conocidos como correlatos de la protección, están presentes en el caso de las vacunas contra la COVID-19. Se está investigando para encontrarlos.
“Eso nos enseñará mucho”, opinó H. Clifford Lane, subdirector de investigación clínica y proyectos especiales del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de los Estados Unidos.
En consideración del médico infectólogo Roberto Debbag (MN 60253), “el mundo piensa que para poder controlar la circulación del coronavirus va a tener que dar dosis de refuerzo en el tiempo, y esas dosis posiblemente estén relacionadas con las nuevas variantes”.
En lo que sí coinciden los expertos es que es muy posible que se necesiten refuerzos para bloquear las variantes, pero eso tampoco está claro por el momento.
La aparición de variantes en los últimos meses aceleró la investigación acerca de los refuerzos. Algunas variantes tienen mutaciones que las hacen propagarse con rapidez. Otras llevan mutaciones que podrían reducir la eficacia de las vacunas autorizadas, pero, en este momento, los científicos sólo tienen un puñado de pistas sobre cómo funcionan las vacunas existentes contra las distintas variantes.
“El mundo científico cree que las variantes delta y delta plus no son las últimas mutaciones que van a producir preocupación, razón por la cual la vacunación de refuerzo en esquemas completos se impone como una necesidad”, concluyó Debbag.
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