Esther Perel ha estudiado los vericuetos del amor y el deseo en la pareja moderna durante casi 30 años, como terapeuta, escritora, formadora y conferencista. Sus charlas TED suman ya más de 30 millones de visitas. ¿Por qué tanto afán en estudia la infidelidad? Según la presentadora y productora del podcast Where should we begin? (¿Por dónde empezamos?) y autora de El dilema de la pareja, una nueva mirada acerca del amor y la relaciones, “porque también es un modo de comprender las relaciones y el matrimonio modernos. Porque la infidelidad ha sido condenada y practicada históricamente. Porque es común entre las parejas con las que trabajo y en las familias que veo. Y cuando le pregunto a la gente: ‘¿Te ha afectado en tu vida la experiencia de la infidelidad, ya sea porque alguno de tus padres fuera infiel o los abandonase, o porque en algún momento descubrieron que tenían un hermanastro o hermanastra, porque tienen un amigo o amiga que es confidente de alguien que está en medio de un affaire, o es la persona que cierra el triangulo amoroso, o a la que han traicionado’, el 80% de las personas levantan la mano, no es nada insólito. Y aún así, es algo que se malinterpreta profundamente. Se tiende a tratar como una cuestión de blanco o negro, víctima y verdugo, y yo pensé que podemos hacerlo mejor, en estos momentos en que este fenómeno está tan expandido, como terapeuta, como alguien que escribe sobre las relaciones, quería adentrarme en este territorio tan sumamente complejo”.
-De hecho, en tu libro cuentas que las infidelidades tienen mucho que enseñarnos sobre las relaciones, lo que esperamos, lo que creemos que queremos y lo que creemos que nos pertenece. Parece un trabalenguas. ¿Podrías darnos algunos ejemplos?
-Al día de hoy en occidente la gente escoge a su pareja. Ya no los emparejan sus familias y se pueden vivir con esa persona antes de comprometerse definitivamente, pueden elegirla entre mil personas deslizando el dedo en una app. Realmente esa elección ha sido meticulosa y cuando conocen a esa persona, a menudo tienen la sensación de que han encontrado a su alma gemela. Antes, el alma gemela era Dios, pero hoy es la pareja. Y eso significa que ha encontrado a “la” persona, a la media naranja, de la que voy a esperar todo lo que le pedimos a una relación de compromiso a día de hoy, que ya no solamente es la mera supervivencia, ni siquiera una simple amistad y un sentimiento de pertenencia y conexión, sino que realmente es convertirme en la mejor versión de mi mismo. Esas son las expectativas, las relaciones de hoy en día, las relaciones íntimas, son como un proyecto de identidad: tú me vas a ayudar a desarrollarme, me vas a ayudar a crecer, me vas a ayudar a convertirme en la mejor persona que puedo ser, y cuando se produce la infidelidad (con todas esas expectativas), nos destroza por completo.
-Entonces, literalmente, tenemos unas expectativas incorrectas del matrimonio y de las relaciones.
-No sé si las expectativas en sí están mal. Yo diría que nuestras expectativas han crecido exponencialmente. Nunca antes habíamos tenido tal cantidad de expectativas de nuestra pareja. Queremos todo lo del día a día y todo lo que tiene que ver con nuestra sensación de seguridad, de pertenencia, protección, confianza, vida familiar, queremos que sea nuestro compañero y un interlocutor intelectual y nuestro mejor amigo y que sea apasionado en la cama y que sea nuestro más fiel confidente. Y queremos todo eso en una única persona. Yo siempre digo que le estamos pidiendo a una persona que nos aporte lo que antes nos aportaba toda una aldea. Pero cuando lo conseguimos, las relaciones buenas de hoy suelen ser muchísimo mejores que cualquier relación en la historia del ser humano. Pero la realidad es que no cualquiera puede escalar el monte Olimpo.
-¿La infidelidad tiene lugar únicamente cuando hay algo que falla en la relación? ¿La gente que es feliz engaña a su pareja?
-Nos encantaría pensar que la infidelidad se produce sólo cuando hay problemas o falta algo, porque cuando conozco a mi media naranja precisamente de lo que se trata es de que no me va a faltar nada. Si ya has encontrado a una persona que te lo dé todo y esa persona se marcha, entonces significa que tú no eras suficiente; significa que faltaba algo... Porque si en casa lo tienes todo no debería haber razón alguna para que se vaya a otro lado. Es toda una tautología. Así que estamos creyendo la teoría de los síntomas de la infidelidad: si me engaña con alguien es porque algo va mal, o falta algo o te falta algo a ti o me falta algo a mí o le falta algo a nuestra relación. Nunca se piensa que tal vez los matrimonios son, por definición, creaciones incompletas, imperfectas. Y a veces, sí, los affaires son el efecto de un sentimiento prolongado de soledad, de abandono, de traiciones en la relación, de desprecio, de falta de comunicación, de falta de relaciones íntimas. Hay muchísimas razones en una relación que hacen que alguien sea infiel, pero también hay muchas relaciones en las que la gente es bastante feliz y jamás pensaron que harían algo así; era lo último que se les pasaba por la cabeza y señalaban a todo el que lo hiciera. Y esas son las personas que más me llamaba la atención porque todas me decían: no, no es que estuviste buscando a otra persona o a otra pareja, estaba buscando otro yo... No es que quisiera dejar a la persona con la que estoy, es que quisiera dejar a la persona en la que yo me he convertido. Entonces comienzas a ver la infidelidad desde el prisma de la carencia y la pérdida y el anhelo. Eso es muy diferente al típico argumento barato del mujeriego crónico, de la persona insatisfecha. Hay muchísimos tipos de infidelidad, pero la pregunta que uno siempre se hace es ¿por qué llega un día en el que la gente cruza una línea que jamás pensaron que cruzarían a riesgo de perderlo todo? Es un acto tremendamente arriesgado... Y ¿para qué? ¿Qué es lo que están buscando? Eso es realmente lo que me interesaba. No tanto las estadísticas como las historias que hay detrás de ellas.
-Y como psicoterapeuta, ¿cómo abordas la infidelidad en tu trabajo?
-Puede haber muchísimos puntos de partida diferentes. Puede ser una pareja en la que sé que hay un affaire, pero la otra persona todavía no lo sabe o que yo creo que está pasando algo pero nadie quiere hablar del tema y ninguno se atreve a hacer esa pregunta o puede ser alguien que ha decidido por su cuenta tener un affaire y se lamenta por ello pero nunca lo ha verbalizado o alguien cuyos padres llevaban casados 40 años y la madre se va con otra mujer; o sea que es de lo más variopinto. Para mí, lo primero es la historia que tengo entre manos, en qué punto de esa historia está esa pareja, esa persona, esa familia con la que me reúno. Y segundo: yo no vengo a defender el matrimonio ni a animar el divorcio, no vengo a hacer de policía de la moral. Abordo las situaciones con curiosidad, con un profundo deseo de comprender, con la esperanza de que no se cause demasiado daño, un daño prolongado intergeneracional, porque estas historias se extienden muchísimo en el tiempo y trato de ayudar a las personas a actuar con dignidad y asumiendo la responsabilidad sobre sus actos.
-Pero si acuden a tu consulta al fin al cabo es porque lo quieren arreglar, ¿no?
-Depende. Sí, podemos decir que hay quienes acuden a un abogado así que es verdad que, en cierto modo, sí escoges ir a un terapeuta… Pero arreglarlo puede significar muchas cosas. Para algunos, es: “Quiero que te disculpes, quiero que lo reconozcas, quiero que me cuentes la verdad, quiero que te arrastres por el suelo”. O arreglarlo también puede ser “quiero mi venganza” o “quiero asumir responsabilidad por lo que he hecho para degradar nuestra relación para que no solamente sea un tú tienes la culpa”. ¿Qué es lo que la gente realmente quiere? ¿Quiere correr un tupido velo? O dice: “Mira, no quiero hablar más del tema”. O solo quieren hablar de ello y en ese matrimonio nunca ha pasado nada más, solo existe esa infidelidad. Entonces me gusta eso de seguir juntos ó arreglarlo pero no tengo ni idea de lo que significa hasta que te pregunto: para ti, ¿qué es arreglarlo?
-¿Por qué duele tanto la traición sexual?
-Creo que la traición siempre duele, porque significa que has puesto tus intereses por delante de los míos, o de los nuestros. Yo pensaba que teníamos un acuerdo, pensaba que era algo mutuo, pensaba que nos habíamos prometido una serie de cosas y tú has actuado a mis espaldas y básicamente has menospreciado toda nuestra relación al darle valor a otra cosa. Pero hoy en día la traición sexual nos duele incluso más porque el significado del sexo en la relación ha cambiado radicalmente, en el matrimonio tradicional el sexo era para procrear, no como expresión de la intimidad, la conexión, la introspección y la trascendencia; entonces duele especialmente ese tipo de traición cuando se le ha dado un significado completamente diferente al sexo y se lo ha convertido en uno de los ingredientes más importantes para tomarle el pulso a la felicidad dentro del matrimonio. Por eso ahora duele de otra forma; siempre ha dolido, pero ahora el dolor es diferente.
-¿Es posible amar a más de una persona al mismo tiempo?
-Si les preguntas a los que lo hacen, te dirán que sí. Es una pregunta muy filosófica. ¿De qué tipo de amor estamos hablando? Y si es el mismo amor o un amor diferente... Pero sí, claro que podemos. Por supuesto que podemos. La pregunta subyacente aquí sería: ¿es natural la monogamia? No, la monogamia nunca alcanzaría el status de natural. La monogamia es un sistema social, no tiene nada que ver con la naturaleza humana, tiene que ver con estructuras sociales y a lo largo de toda la historia, la monogamia ha sido esencialmente una imposición sobre la mujer, el hombre prácticamente ha tenido licencia para ser infiel, con aquello de que la identidad y la naturaleza del hombre es el pecado y los hombres por naturaleza no son monógamos, mientras que las mujeres por naturaleza sí lo son. La monogamia fue una imposición sobre la mujer principalmente por motivos económicos y por el patrimonio. ¿De quién son estos hijos y quién se quedará con las vacas cuando yo me muera? Como nunca hemos podido demostrar la paternidad, la mujer tuvo que someterse a la monogamia. Y al hombre se le consideraba un poco más que una criatura a la que le gusta la variedad, que se aburre fácilmente y qué es conquistador y viajero por naturaleza. Asumiendo que a la mujer le gusta la domesticidad. Esto es lo que se ha predicado durante toda una larga historia cultural y religiosa que poco o nada tiene que ver con la naturaleza.
-En el libro dices: “Antes el divorcio estaba cargado de estigma, ahora elegir quedarte cuando puedes marcharte, es la nueva vergüenza” y pones el ejemplo de Hillary Clinton. Cuando la gente se preguntaba dónde estaba su autoestima, por qué se quedaba... ¿Podrías ampliarnos la idea?
-Yo creo que este es uno de los hallazgos más importantes en estos diez años investigando la infidelidad, Y, por cierto, en América Latina es incluso peor en el caso de los hombres. Si para una mujer está mal quedarse y tener que ir escondiéndose por no haber dejado a su pareja por serle infiel, en el caso del hombre está incluso peor visto porque de la mujer también dirán que es débil, pero del hombre dirán que no es un hombre de verdad. La masculinidad tiene que estar demostrándose continuamente. Y, ¿por qué pasa eso? El mensaje al día de hoy es: “Ahora que te puedes marchar, señora Hillary o señora X, ¿cómo puede ser que quieras seguir con él? La mujer no ha tenido elección durante siglos y no ha podido dejar al marido. Y tú, que puedes, ¿cómo te atreves a quedarte?”. Esta noción de que por definición si una persona te ha sido infiel todo se ha ido al demonio, que en ocasiones es cierta, otras veces no lo es. La persona que te ha sido infiel sigue siendo quien va a visitar a tu madre a la residencia todos los fines de semana y sigue siendo quien se asegura de que tu hermano alcohólico pueda pagar el alquiler y quien te está echando una mano con tu nuevo proyecto, porque cree en todo lo que tú haces. ¿Por qué la gente se queda? Se queda porque aún ama a esa persona, se queda porque en el fondo sabe que en cierto modo ha contribuido a la degradación de la relación. Ellos no crearon el affaire, por supuesto, la responsabilidad de la relación es de las dos personas. Una de ellas es la que decide tener un affaire, eso está claro. Se queda porque les gusta la vida que llevan, no quiere perder toda una vida. Hay muchas razones para quedarse en una relación que no va solamente de felicidad personal.
-Parece que cuando hay una infidelidad el divorcio es la única opción y me pregunto, ¿es la opción correcta?
-En algunos casos ya no queda casi nada, así que la gente piensa “ahora que podemos empezar de nuevo, ¿por qué no? No voy a aguantar una situación tan degradante, tan irrespetuosa, tan degradante”. En otros casos la gente tiene un buen matrimonio. Algunas personas dicen “‘voy a luchar por ti, no voy a rendirme tan fácilmente, me importa lo que hemos construido” y vemos muchísimas relaciones que han superado la crisis de un affaire. Existen otros tipos de crisis que atraviesan las parejas y nadie dice automáticamente “me divorcio”. Lo que aconsejo es detenerse un momento y analizar lo que ha sucedido. Quizá te tengas que ir, puede que ya no haya forma de arreglarlo, pero en muchísimas otras ocasiones volví a hablar con aquellas parejas que habían decidido seguir juntos 5, 10, 15 años más tarde. Y es verdaderamente interesante ver las cosas que empiezan a ocurrir cuando la pareja decide seguir adelante. Así que el divorcio es una opción, pero no es la única. No tiene por qué ser siempre la alternativa.
-De hecho dices en el libro que de los que deciden seguir juntos a pesar de la infidelidad se dividen en tres grupos: los sufridores, los constructores y los exploradores. ¿Podrías describirlos?
-En mi seguimiento de cientos de parejas que he tratado a lo largo de los años he visto que hay un grupo de personas que deciden seguir la relación porque tienen una especie de codependencia, se necesitan el uno al otro. No pueden estar juntos pero tampoco separados, ni contigo ni sin ti. A menudo viven con el affaire en el epicentro de la relación: si pasa cualquier cosa sacan el tema. Uno llega 5 minutos tarde y el otro le reprocha ‘he esperado todos estos años y todavía no...’ Es gente que jamás consigue perdonar, no es capaz de olvidarlo, no puede superarlo. Se ha convertido en el pilar que estructura la relación y el matrimonio es una cárcel para ellos. Ese sería el primer grupo. El segundo, los constructores, son personas que creen realmente en la estabilidad de la familia y en la continuidad del matrimonio y dicen “el divorcio no es una opción para mí, ya viví el divorcio de mis padres y no quiero hacerles lo mismo a mis hijos. Somos una buena pareja; llevamos un negocio juntos; tenemos una tienda... Esto es lo que quiero, necesito esta vida, necesito esta familia, necesito esta relación, te necesito a ti y al perro, porque no tiene por qué haber hijos. Este tipo de gente suele correr el velo y punto: no hablamos del tema, no se ve como enseñanza o lo que dice sobre la relación que realmente se quiere. Se quedan en que ha sido una crisis horrible, se capea el temporal, se vive y punto. Los exploradores son aquellas personas que dicen “¿qué sacamos de esto? ¿Podemos aprovecharlo para convertirnos en una pareja diferente? ¿Qué nos enseña el affaire sobre nosotros, sobre la relación y sobre lo que queremos para nuestra relación en el futuro?”.
-Hace un momento me decías que hay quienes engañan a sus parejas por ellos mismos, porque quieren ser alguien diferente. Dices que son tres los elementos constitutivos de una infidelidad: el secreto, la alquimia sexual y la implicación emocional. ¿Esas son las tres claves siempre?
- Sí, en diferentes proporciones. La estructura que constituye el affaire es el secreto fundamentalmente. Si no, estás en una relación no monógama consensuada el factor secreto es lo que lo organiza. Pero el secreto también es lo que le da a algunas personas esa sensación de libertad, un sentimiento de autonomía; pero para otros el secreto representa mentiras, engaños, doble vida, traición, violación de la confianza. Pueden tener significados completamente diferentes para las dos partes. La alquimia, para mi, es el elemento más importante de los tres porque la gente, sobre todo ahora con COVID, no sale de casa. Literalmente no van a ningún sitio y no quedan con nadie. Pero quizá mantengan toda una relación con alguien porque el poder de la imaginación es lo que está dando vida a ese affaire. Un affaire es una historia imaginaria al fin y al cabo. Con su comienzo, su desarrollo y un final.
-¿Qué implica infidelidad para una pareja?
-Depende de a quién le preguntes. Lo que pasa hoy en dia es que la definición de infidelidad ha cambiado por completo. Durante la mayor parte de nuestra historia, una infidelidad significaba que a los 9 meses llegaba un bebé y el color del pelo era diferente al tuyo, entonces todo el mundo sabía exactamente dónde se había producido la infidelidad. Durante la mayor parte de la historia, las instituciones religiosas han controlado y definido lo que es la infidelidad. Hoy en día infidelidad puede ser mirar porno, es chatear con alguien, volver a conectar con un ex en Facebook, fantasear con que otros te deseen, masturbarte con alguien al lado en la cama. Dónde trazar la línea es un tema que tiene que determinar cada pareja. Algo que nunca habíamos tenido que hacer, porque se encargaban de ello las autoridades. Esa definición, por desgracia, la mayoría de las parejas no la tienen. Sólo hablan del tema cuando hay una crisis. En la mayoría de parejas heterosexuales, cuando se negocia la monogamia se pronuncia una única frase: “si te pesco, te mato”.
-¿Qué podemos aprender de esas experiencias sin tener que vivir necesariamente una infidelidad?
-Si la gente pusiera en sus relaciones un 1% de la imaginación que le ponen a sus affaires, a las relaciones les iría mucho mejor. No es que no sepan qué hacer, sino que se trata de cómo cultivar el sentirnos vivos, con energía, con curiosidad, con travesura en nuestras relaciones. Cómo mantener viva la llama de la relación, eso es lo que la gente suele salir a buscar o a experimentar. O con lo que de repente se encuentran cuando tienen un affaire.
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