La actividad física tiene un impacto profundamente positivo en la salud psicológica, al mejorar la autoestima, la resistencia al estrés y reducir la depresión y la ansiedad. Para garantizar el distanciamiento social y limitar el movimiento de la población, se cerraron las escuelas, los lugares públicos y las empresas. Además, las personas podían alejarse de su hogar solo en situaciones de necesidades cercanas o actividades esenciales.
Aunque parece una decisión eficaz contra la propagación de COVID-19, la cuarentena puede estar asociada con varios efectos indeseables, debido a la alteración de los hábitos sociales. En particular, el autoaislamiento prolongado tiene un impacto negativo en la respuesta psicológica, promoviendo síntomas de estrés postraumático, confusión y ansiedad. La cuarentena conduce a la inactividad física, lo que contribuye a cambios adversos en la salud, como la obesidad, la vulnerabilidad cardiovascular, la atrofia muscular, la pérdida ósea, la disminución de la capacidad aeróbica y el aletargamiento del desarrollo cerebral.
Los investigadores han encontrado una asociación entre la aptitud física y el cerebro en niños de 9 y 10 años: los que están más en forma tienden a tener un hipocampo más grande y se desempeñan mejor en una prueba de memoria que sus compañeros menos en forma. El nuevo estudio utilizó imágenes de resonancia magnética para medir el tamaño relativo de estructuras específicas en los cerebros de los niños.
“Este es el primer estudio que conozco que ha utilizado medidas de resonancia magnética para observar las diferencias en el cerebro entre los niños que están en forma y los niños que no lo están -declaró el profesor de psicología de la Universidad de Illinois y director del Instituto Beckman, Art Kramer, quien dirigió la investigación junto con la estudiante de doctorado Laura Chaddock y el profesor de kinesiología y salud comunitaria Charles Hillman-. Más allá de eso, relaciona esas medidas de la estructura del cerebro con la cognición”.
El estudio se centró en el hipocampo, una estructura escondida en lo profundo del cerebro, porque se sabe que es importante para el aprendizaje y la memoria. Investigaciones previas en adultos mayores y en animales han demostrado que el ejercicio puede aumentar el tamaño del hipocampo. Un hipocampo más grande se asocia con un mejor desempeño en el razonamiento espacial y otras tareas cognitivas.
“En estudios con animales, se ha demostrado que el ejercicio afecta específicamente al hipocampo, aumentando significativamente el crecimiento de nuevas neuronas y la supervivencia celular, mejorando la memoria y el aprendizaje, y aumentando las moléculas que están involucradas en la plasticidad del cerebro”, comentó, Chaddock.
En lugar de confiar en informes de segunda mano sobre el nivel de actividad física de los niños, los investigadores midieron la eficiencia con la que los sujetos usaban oxígeno mientras corrían en una cinta. Los niños físicamente aptos eran “mucho más eficientes que los niños menos aptos en la utilización del oxígeno”, advirtió Kramer.
Cuando analizaron los datos de la resonancia magnética, los investigadores encontraron que los niños en buena forma física tendían a tener un volumen del hipocampo más grande, aproximadamente un 12% más grande en relación con el tamaño total del cerebro, que sus compañeros fuera de forma.
Los niños que estaban en mejor condición física también obtuvieron mejores resultados en las pruebas de memoria relacional (la capacidad de recordar e integrar varios tipos de información) que sus compañeros menos aptos. ”Los niños con mayor aptitud física tenían un mayor rendimiento en la tarea de memoria relacional, los niños con mayor aptitud tenían volúmenes hipocampales más grandes y, en general, los niños con volúmenes hipocampales más grandes tenían una mejor memoria relacional”, explicó, Chaddock.
Otros análisis indicaron que un hipocampo más grande mejoraba el rendimiento en la tarea de memoria relacional. ”Si se elimina el volumen del hipocampo de la ecuación -continuó, Chaddock-, la relación entre el estado físico y la memoria disminuye”.
Los nuevos hallazgos sugieren que las intervenciones para aumentar la actividad física infantil podrían tener un efecto importante en el desarrollo del cerebro. Según Kramer ”sabíamos que la experiencia, los factores ambientales y el estatus socioeconómico tienen un impacto en el desarrollo del cerebro. Si obtienes algunos genes pésimos de tus padres, realmente no puedes arreglar eso, y no es fácil hacer algo sobre tu situación económica. Pero hay algo sobre lo que sí podemos hacer algo”.
Salir de casa ya no siempre es tan fácil, lo cual puede añadir una sensación de claustrofobia. Aquellos con jardín, terraza, patio o balcón pueden usarlos para tomar aire y hacer ejercicio. ”Debe mantenerse un balance entre salud mental y física, siempre atendiendo a las informaciones oficiales que imparten los gobiernos”, comenta Eva Lloyd, especialista en infancia de la Universidad del Este de Londres, en Reino Unido.
En lo que respecta a la cognición social, existe evidencia de períodos críticos en el desarrollo del cerebro, como la adolescencia. El desarrollo social cognitivo, sin embargo, se inicia en el primer año de vida, cuando los niños comienzan a desarrollar la “teoría de la mente”, es decir, comprender lo que piensan los demás, que continúa hasta los cinco años. El juego es una parte importante de este proceso ya que implica mucho contacto físico y el desarrollo de amistades, lo que ayuda a los niños a afrontar las emociones y mantenerse mentalmente fuertes.
Los investigadores todavía no comprenden totalmente las formas en que los confinamientos afectarán a los niños debido a interacciones sociales reducidas o retrasadas.
“Afortunadamente, ahora sabemos que nuestros cerebros todavía están en desarrollo hasta la edad adulta temprana y, por lo tanto, la posibilidad de volver a aprender las habilidades perdidas aún puede ser posible”, tranquiliza Barbara Jacquelyn Sahakian, profesora de neuropsicología clínica de la Universidad de Cambridge.
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