Pilar Sordo dice que antes se le quemaban hasta las ensaladas que preparaba. Antes, claro, es antes de la pandemia. Ahora, cuenta entusiasmada, cocina brócolis y coliflor. También, hace un pollo que le sale muy rico, “para tener proteínas”, aclara. Y sí, Pilar Sordo, la reconocida psicóloga, escritora y conferencista chilena, también se puso, como tantos otros en el último tiempo, en modo Masterchef, en la casa, ese lugar que dirá, se convirtió en un potente símbolo de este tiempo.
Psicología y COVID-19. Pilar lo sabe: hay tanto para hablar y estudiar. Ella lo viene haciendo con una investigación que pretende publicar cuando esta mala película llamada coronavirus acabe. En el mientras tanto, volviendo al tema del hogar, se mudó en plena pandemia a una zona rural en el sur de Chile. Es parte de una decisión que tenía tomada, pero que ahora se animó a concretar: vive actualmente en Puerto Varas, una ciudad de la Región de los Lagos.
“Mis preocupaciones son que me ande el motor del agua o que el viento no me vuele alguna parte de la casa”, suelta en diálogo con Infobae desde Santiago, lugar donde viajó estos días para hacerse unos chequeos médicos. Pilar dice que esa casa, esa decisión, se la debe a la pandemia. Al igual que haber vuelto a atender clínicamente y de forma virtual. “Había jurado, prejuiciosa yo, que nunca lo iba hacer y ha sido una experiencia maravillosa, el hecho por ejemplo de contener llantos a través de una pantalla”, describe.
La vida de Sordo transcurre así, entre sus quehaceres rurales, las sesiones on line, sus charlas que ahora da por streaming y esta investigación -asegura- “la más grande” que hizo en su vida. “Ha sido una experiencia increíble todo lo que me ha pasado, tiene que ver con cómo quiero seguir viviendo y qué quiero seguir haciendo, cómo seguir aportando. Es para mí una tremenda oportunidad de sanación también de muchas cuestiones personales”, reflexiona.
La psicóloga se encuentra conectada, habla todo el tiempo con colegas y especialistas, tanto de España como de países de Latinoamérica. En todo los casos, se trata de saber más sobre las implicancias psicológicas que trae aparejada la pandemia. “Mucho estudio y poco sueño”, grafica esta mujer que arranca todos los días a las 6 AM para hacer el primer contacto con Europa. “Esto es una tragedia y como toda tragedia es la oportunidad de aprender a vivirla como una oportunidad de aprendizaje y creo que ahí es donde está el gran desafío”, empieza reflexionando.
La reconocida conferencista dice que aún no somos capaces todavía de poder evaluar en toda su magnitud los efectos. “Sin dudas, -reafirma convencida- es una oportunidad de crecimiento y expansión de consciencia según como lo veo yo”.
“Hemos perdido mucho, veamos juntos qué podemos ganar”. Así se llama el nuevo streaming que esta psicóloga de 55 años estará presentando en la Argentina el 18, 19 y 20 de junio. “El tiempo, el dinero, el trabajo, las libertades, los afectos, los abrazos, besos, cumpleaños y navidades...” Sordo se queda sin aire al enumerar una lista de pérdidas; de cada una de ellas, o de todo el conjunto, dice, “hay que ver qué podemos rescatar de toda esta experiencia, ver cuáles son esas ganancias”. Y no tienen dudas: “Son muchas más de las que pensamos”.
-¿Qué ganamos?
-Para poder evaluar qué podemos ganar, primero tenemos que tomar conciencia de qué perdimos. No es posible evaluar la ganancia si uno no toma conciencia de la aceptación de esa pérdida. Por lo tanto es evaluar qué perdimos y ser capaces de tener conciencia con ese dolor y poder abrirnos al proceso del duelo que eso significa. Ahora, las ganancias son todas las que tú quieras que existan en términos bien concretos. Pero fundamentalmente hay que tomar esto como una oportunidad de crecimiento interior, a mí me parece muy potente el símbolo de la casa que tiene esta pandemia.
-¿Por que?
-Porque no solo con la pandemia nos llevaron a la casa física, sino que de alguna manera, nos llevaron a hacer algo que los Latinos hacemos particularmente poco, que es mirarnos hacia adentro y tomar contacto con dos conceptos que hablamos muy poco: la muerte y la soledad. Entonces creo que la ganancia pasa por animarte a hacer ese viaje, que se da en la casa interior y en la cual empiezan a aparecer heridas, las luces y sombras, cosas pendientes, temas por resolver. El gran desafío está en cómo en aumentar espacios de conciencia, en estar más despiertos y más alertas, en entender que la palabra “control”, “malestar”, enfrentar” son palabras que no deberían seguir en el diccionario y las deberíamos cambiar por palabras como “transitar”, por ejemplo. Hay un gran ejercicio de libertad, que también ese es otro concepto que estoy trabajando. Los cambios de paradigma que se producen con el concepto de la libertad.
-¿Cómo cambia el concepto de libertad antes y después de la pandemia?
-Hasta antes de la pandemia veníamos todos diciendo que ser libre es hacer lo que yo quería hacer. Y llegamos a descubrir ahora que estamos en este desastre justamente por haber hecho eso, ser todo lo libres que queríamos ser, hacer lo que queremos con todo. Ahora se empieza a abrir la cosa y a entender la libertad como un espacio de conciencia, donde yo me puedo sentir libre en 20 metros cuadrados y preso en 400. Porque tiene que ver con cómo acciono cada decisión que tomo en la vida, dentro de las cuales quizás la más importante de regular, es como la segunda enfermedad que yo siento que tenemos hoy en día, y que es la intoxicación informativa. Y eso no siempre aporta a que yo esté en paz, que dé lo mejor de mi, que sea más consciente. A veces hace a que yo esté más asustada, o que baje mi sistema inmunológico incluso.
-Tal vez nunca antes habíamos visto con tanta inmediatez la muerte y la soledad
-Claro, pero además no habíamos hablado nunca. El tema es que nunca se habla, porque se arranca de lo que parece como desagradable. Entonces si la abuela habla de la muerte, todo el mundo la calla y le dice: “Abuela, vos no te vas a morir nunca, dejate de hablar boludeces”, en un nivel de irrealidad tremendo. Cuando la muerte y la soledad tocan la puerta de tu casa o la del vecino, porque ya a esta altura no queda gente que no haya experimentado eso, la gran propuesta es: ¡hablemos del tema! Hablemos de cómo están mis vínculos, qué pasa si mañana mi papá le da Covid y yo no lo puedo ver, no me puedo despedir, ¿tengo todo resuelto con mi papá? Esto lo tengo que ver ahora porque, mañana, cuando me digan que se lo tienen que llevar, yo ya no voy a poder resolver el tema. Este es otro de los regalos de la pandemia y es que, nos guste o no nos guste, nos obligó a vivir en el presente. O por lo menos nos está invitando.
-A propósito de esta cuestión, y de esta invitación que hace la pandemia, decís que muchos tal vez no están aceptando vivir el presente. ¿Por qué sucede esto?
-No sé si lo está haciendo todo el mundo. Creo que el no planificar, el no poder decirte lo que voy hacer en tres meses, el que yo no pueda planificar nada de una semana a la otra porque no sé si me van a cambiar de condiciones la Comuna donde yo vivo ahora en Chile, hace que esa inmediatez a la que me lleva la pandemia, sea conectarme con el presente. Y eso me lleva evaluar mis afectos en el presente. Y eso a su vez, me lleva a tener que tocar el tema de la soledad, el de la muerte o de las despedidas. Uno de mis trabajos, es acompañar a gente en procesos de muerte. En un mes me han tocado preparar rituales que habrán sido 500 creo yo, acompañando a personas que no se pudieron despedir de sus seres queridos, y que de alguna manera tenían que empezar a hablar del concepto de muerte. Ha sido super doloroso para mí, pero al mismo tiempo hermoso en la posibilidad de acompañarlos. Creo que con esto aquí hay también una oportunidad gigante de educación emocional, de poner el tema de espiritualidad dentro de las casas.
-¿Qué sería esto de la espiritualidad?
-Empezar hablar de la trascendencia, del propósito de la vida, la palabra “propósito” se va a empezar a escuchar muchísimo, ya se está hablando mucho del tema de la inteligencia espiritual ¡Es que la emocional no dio abasto para explicar todo este proceso! El tema del propósito, de para qué te levantas todos los días. ¿Cuál es tu sentido de trascendencia?, que nada tiene que ver con lo religioso, si no con entender que tenemos un cuerpo espiritual, así como tenemos un cuerpo emocional y físico. Mucha gente está tomando conciencia que existe.
-Son muchos los que hablan de que la educación emocional es un pilar básico para los primeros años de la vida, incluso, como una parte obligatoria en los colegios ¿Qué pensás al respecto?
-¡Que creo que tiene que ser ley! Como nunca ha quedado evidenciado que los seres humanos, los latinos particularmente, no tenemos ninguna educación emocional. Seguimos llorando en los baños, solos y sintiendo que llorar es malo, en vez de llorar en familia. Seguimos traduciendo las emociones a la rabia que es la única permitida porque la tristeza está escondida. Seguimos tomando ansiolíticos y antidepresivos que han aumentado brutalmente durante esta época, porque no somos capaces de hablar, ni decir lo que nos pasa. Entonces preferimos anestesiarnos porque es más corto, más barato y pareciera que es más simple. Un horror.
Desinfección emocional
Sordo cuenta que diseñó un ejercicio que lo están haciendo ahora como 20 mil personas en América Latina, que se llama desinfección emocional. Consiste en que todos los días, o tres veces a la semana, la familia, partiendo por los adultos y luego los niños, sean capaces de poder decir verbalmente qué les da rabia, tristeza miedo y alegría. Siempre tienen que ser cosas del día. “Esto se termina con un ritual de gratitud al final de la jornada, donde cada miembro de la familia agradece diez cosas que le hayan pasado durante el día”, explica.
Según relata, de la experiencia, esto ha cambiado familias enteras. “Han disminuido las peleas entre hermanos, han aparecido secretos familiares que nunca se hablaron, se han mejorado las relaciones de parejas, de padres con adolescentes, que han dormido mejor, que se ponen menos ansiosos. Saber que al final del día se vaya hablar de las emociones, hace que se vaya limpiando todo. Porque claro, desinfectamos lechugas manos y pisos pero nadie nos dijo que teníamos que desinfectar todas las emociones que se nos van pegando en el cuerpo y que son cotidianas”, dice. Y marca enseguida: “Porque además hay otro mal hábito nuestro que es que cuando nos juntamos en familia no hablamos de nosotros, sino de otros”.
-Es más fácil hablar del otro
-¡Obvio! Hablamos del periodista tal, de la política tal, de la última medida, de la farándula, de no sé qué… El ejercicio de hablar de uno es un tremendo ejercicio. Nosotros nunca hablamos de nosotros. Y esto también tiene que ver con la consciencia del presente. La consciencia no evoluciona o no se puede aumentar si no hay contacto con el presente.
-¿Cuál es el “tip” número uno que recomendás para alcanzar este grado de consciencia del presente?
-Hay que hacer las cosas lo más lento posible, para tener el acto despierto frente a cada decisión y no pillarme comiéndome tres medialunas cuando antes había dicho que no iba a comer ninguna, o verme comprando un par de zapatillas sabiendo luego que no las necesitaba porque tengo cuatro más. La rapidez no es amiga de la consciencia. Y la rapidez está muy fundamentada por nuestros sistemas económicos que hacen que todo sea rápido para consumir el doble. Uno consume menos si es más consciente.
-¿Tenemos que ser productivos todo el tiempo? Pareciera que la pandemia nos llevó a eso también
-Es que yo creo que la pandemia lo que nos mostró es que nosotros no sabemos descansar. No sabemos cómo ser porque solo somos en la medida que hacemos y en la medida que tenemos. La pandemia puso en jaque esas dos cosas. El hacer y el tener. Por lo tanto estamos obligados a mirar al ser. Eso produce mucho miedo porque es, como dicen ustedes los argentinos, “quedarte en bolas”... La pandemia nos llevó a la simplicidad de las cosas, a hacer las clásicas preguntas de la secundaria: ¿quién soy?, ¿eres feliz?, ¿tienes sueños pendientes?, ¿qué quisieras hacer el resto de tu vida?
El viaje del silencio
Pilar Sordo está convencida que todas estas preguntas que menciona aparecieron en la medida en la que esta casa interior, la cual según explica la pandemia nos invitó a conocer, nos lleva a un viaje del silencio interior. Pero hay una cuestión más allá de la metáfora. Explica Sordo: “Ocurrió algo muy bonito que es que al disminuir el ruido de lo de afuera, los pájaros deben pensar que nosotros nos fuimos, aumentó el volumen de lo de adentro. Nosotros veníamos enganchados con el ruido externo, desde lo audífonos, la música, la televisión. Nos enfocamos mucho en lo de afuera y de golpe este virus dijo: “Señores, afuera no es, tienen que entrar””.
-Ahora, vamos a decirlo, no fue tan romántico para muchos mantener esa resiliencia, sobre todo en el hogar y con una convivencia tal vez obligada y repentina.
-Absolutamente. ¿Y sabes qué hizo eso? sacó lo mejor de cada uno. El año pasado en esta misma fecha yo escuchaba a la gente decir: “Esto nos va a hacer ser mucho mejores personas. Nos va a servir como humanidad”. En realidad lo que veo es que los buenos seguimos siendo más buenos y los malos siguen siendo más malos. Esto saco lo mejor en la medida que cada uno se lo tomó como una oportunidad de crecimiento.
¿A vos por ejemplo qué te pasó?
-Tomé contacto con muchas de mis heridas. He sanado un montón de cosas, desarrollado hábitos que no tenía antes de la pandemia. Bueno esto que decía, hacer ejercicio frecuentemente. Aprendí a cocinar. Me ha tocado transitar gran parte de la pandemia en absoluta soledad y ha sido una experiencia desafiante, con días incluso muy oscuros y otros muy luminosos. Ese tránsito a mi parecer es alucinante.
-Se habla del 2022 como un año donde todo esto puede llegar a terminar en Latinoamérica. ¿Vamos aprender algo de esta “casa”, del viaje silencioso e introspectivo, de la importancia de la conversación como llave para ser inteligentes emocional y espiritualmente, o vamos a volver a lo de antes?
-Creo que esto ocurre en tres tercios. Un tercio que no necesitaba está pandemia porque ya vibraba alto, amaba los afectos, cuidaba el medio ambiente, come saludable, etc. A ese tercio, esta historia va a reforzar toda sus conductas. Hay un tercio que no entiende nada y no porque no sean tontos. Sino porque nunca le enseñaron que se podía ser mejor persona o desde el esfuerzo se podían lograr determinadas cosas. Y hay otro tercio, en el que yo me incluyo, y es al que le están pasando muchas cosas. Ese tercio no quiere que esto pase indiferente. Ese tercio le tiene terror a la pérdida de memoria. Este tercio quiere que cuando pasen dos años y le pregunten qué le pasó en la pandemia, no tenga que decir que no tiene nada que contar. Es el tercio que migra de ciudades grandes a ciudades chicas para vivir con menos o consumir menos. Ese tercio cambió a su niños de colegio, porque ya no lo interesa que hablan tanto en inglés, sino que sean buenas personas. Ese tercio se está reencontrando tal vez con parejas antiguas, sanando relaciones tóxicas, o rompiendo situaciones de violencia. Creo que va a depender cómo ese tercio mantenga su decisión de cambio.
-Tal vez con estos dos tercios se puedan llevar a cabo verdaderos cambios globales
-Totalmente. Así será más fácil y posible el cambio.
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