Mientras países como los Estados Unidos se acercan al objetivo de alcanzar un índice de vacunación del 70% de su población, otros como la Argentina apenas superan el 30% de sus ciudadanos inmunizados.
Cabe aclarar, además, que de las 15.012.734 dosis de vacunas aplicadas en el país, 11.888.649 corresponden a primeras dosis y sólo 3.124.085 de personas recibieron hasta la fecha el esquema completo de dos dosis, según datos del Monitor Público de Vacunación del Ministerio de Salud de la Nación.
En este contexto, el mundo de la ciencia comienza a preguntarse si será necesario aplicar un refuerzo de las vacunas autorizadas de emergencia por la Organización Mundial de la Salud (OMS) debido a la amplia circulación de nuevas variantes del virus SARS-CoV-2 y los casos de reinfecciones que ya se conocen.
Recién iniciado diciembre de 2020, el Reino Unido se convirtió en el primer país del mundo en aprobar una vacuna contra el COVID-19. Se trataba de la formulación desarrollada por los laboratorios Pfizer y BioNTech, que el 8 de ese mes comenzó a ser aplicada de manera masiva a la población.
A seis meses de ese hito que para muchos marcaba el inicio del fin de la pandemia, los países atraviesan las segundas olas con igual o mayor intensidad que las primeras y el surgimiento de nuevas variantes del virus hace pensar que la vacunación no sea suficiente. Y que para mantener al SARS-CoV-2 a raya hagan falta refuerzos de las vacunas, como ocurre con otros virus como el de la gripe, que muta y requiere proteger a los grupos de riesgo cada año de las nuevas cepas.
Por el momento, al parecer, los investigadores se hacen bastantes preguntas para las que tienen pocas respuestas.
Los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos (NIH, por su sigla en inglés) anunciaron recientemente que habían iniciado un nuevo ensayo clínico con personas que ya tienen el esquema completo de vacunas (con cualquier vacuna autorizada en ese país) para analizar si un refuerzo de la vacuna Moderna aumentará sus anticuerpos y prolongará la protección contra el contagio del virus.
“Aunque muchos científicos estiman que las vacunas de Pfizer-BioNTech, Moderna y Johnson & Johnson autorizadas en los Estados Unidos durarán al menos un año, nadie lo sabe con certeza. Tampoco está claro si las variantes del coronavirus que están surgiendo cambiarán nuestras necesidades de vacunación”, publicó The New York Times.
“Estamos en terrenos inexplorados en lo que respecta a los refuerzos”, dijo Edward Belongia, médico e investigador de salud pública del Instituto de Investigación Clínica Marshfield en Marshfield, en Wisconsin.
Y tras explicar que “patógenos distintos afectan al sistema inmunitario de maneras diferentes”, señaló que “para algunas enfermedades, como el sarampión, enfermarse una vez genera una protección de por vida. Pero para otros patógenos, las defensas inmunológicas disminuyen con el tiempo”.
En algunos aspectos importantes, las vacunas imitan las infecciones naturales, sin que sea necesario que la persona se enferme. Las vacunas contra el sarampión pueden producir inmunidad de por vida. Las vacunas contra el tétanos, en cambio, generan defensas que se desvanecen año tras año, razón por la que los especialistas recomiendan recibir un refuerzo contra el tétanos cada diez años.
Y, a veces, el virus puede cambiar, lo que crea la necesidad de un refuerzo para producir una defensa nueva y personalizada. Es el caso del virus de la influenza, que muta tanto que se requiere una vacuna cada año.
Acerca de cómo se comparan las vacunas anti-COVID-19 con otras en términos de protección, los expertos aún no están seguros dado que la población comenzó a inmunizarse hace pocos meses.
Kirsten Lyke es experta en vacunas de la Facultad de Medicina de la Universidad de Maryland y líder del ensayo del refuerzo de los NIH, y consideró que “incluso en los ensayos, no se sabe cuál es la respuesta inmunitaria tras un año”.
Sin embargo, los primeros indicios son alentadores. Los investigadores extrajeron muestras de sangre de los voluntarios que participan en los ensayos de la vacuna y al medir sus niveles de anticuerpos y células inmunitarias que atacan al coronavirus observaron que los niveles están disminuyendo, pero de manera gradual. Es posible que, con este ritmo lento de descenso, la protección de la vacuna siga siendo vigorosa durante mucho tiempo. Las personas que se contagiaron anteriormente y luego recibieron la vacuna podrían tener una protección aún más duradera.
“Creo que hay una posibilidad real de que la inmunidad contra la cepa original dure años”, señaló Belongia.
Si esa posibilidad se confirma, las dosis de refuerzo de la vacuna contra la COVID-19 podrían no ser necesarias durante años, pero eso está por verse.
Ante la consulta de Infobae, el médico infectólogo Lautaro De Vedia (MN 70640) coincidió en que “no se sabe mucho todavía”. “Los pacientes que participaron en los ensayos se vacunaron entre mayo y septiembre de 2020, por lo que los resultados de protección al año no se tienen todavía -evaluó el experto del Hospital Muñiz y ex presidente de la Sociedad Argentina de Infectología (Sadi)-. El tema está en estudio, da la impresión de que mientras siga circulando tanto el virus posiblemente habría que dar algún refuerzo pero todavía no se sabe; es todo muy prematuro”.
¿Cómo saber si las vacunas van perdiendo su eficacia?
Los investigadores están buscando marcadores biológicos que puedan revelar en qué momento la protección de una vacuna ya no es suficiente para contener el coronavirus. Aunque según se ve en la práctica y los expertos se esfuerzan en aclarar, ninguna vacuna previene el contagio y las personas deben seguirse cuidando de la misma manera.
Lo que se cree es que un nivel de anticuerpos determinado marque el umbral, y por encima de ese valor la persona esté protegida, pero debajo de él corra un riesgo de contagio mayor.
Algunos estudios preliminares sugieren que estos marcadores, conocidos como correlatos de la protección, están presentes en el caso de las vacunas contra la COVID-19. Se está investigando para encontrarlos.
“Eso nos enseñará mucho”, opinó H. Clifford Lane, subdirector de investigación clínica y proyectos especiales del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de los Estados Unidos.
En lo que sí coinciden los expertos es que es muy posible que se necesiten refuerzos para bloquear las variantes, pero eso tampoco está claro por el momento.
La aparición de variantes en los últimos meses aceleró la investigación acerca de los refuerzos. Algunas variantes tienen mutaciones que las hacen propagarse con rapidez. Otras llevan mutaciones que podrían reducir la eficacia de las vacunas autorizadas, pero, en este momento, los científicos sólo tienen un puñado de pistas sobre cómo funcionan las vacunas existentes contra las distintas variantes.
Por ejemplo, el mes pasado, investigadores de Qatar publicaron un estudio sobre la vacuna de Pfizer-BioNTech, que se administró a más de 250.000 habitantes del país entre diciembre y marzo. Los ensayos clínicos demostraron que la vacuna tenía una eficacia del 95% contra la versión original del coronavirus, pero una variante denominada alfa, que se identificó por primera vez en el Reino Unido, redujo su eficacia al 89,5%, en tanto una variante identificada por primera vez en Sudáfrica, conocida como beta, la redujo aún más, hasta el 75%. Sin embargo, la vacuna fue 100% eficaz según ese estudio contra ambas variantes para prevenir la enfermedad grave o mortal.
Para De Vedia, “es posible que haya que dar un refuerzo al año, pero sería aventurado afirmarlo con certeza”. “Esa información se irá generando en los próximos meses”, agregó el especialista, para quien “hacia fin de año podrá tenerse un panorama más claro porque ya estarán disponibles los datos de esos estudios que se han hecho y que terminaron avanzado el año pasado”.
“En la Argentina en caso de que haya que dar un refuerzo, hasta marzo o abril no sería necesario empezar a aplicarlos si se tiene en cuenta que el país empezó de manera tardía a vacunar masivamente a su población”, consideró.
“Está claro que las variantes son inevitables”, dijo Grace Lee, directora médica asociada de innovación en la práctica y médica de enfermedades infecciosas en Stanford Children’s Health. Para ella, la pregunta que hay que hacerse es “¿qué impacto tendrán?”.
¿Será necesario un refuerzo especial adaptado según la variante?
La misma duda tienen los científicos. Algunos sospechan que una respuesta inmunitaria elevada a la versión original del coronavirus también proporcionará protección suficiente contra las variantes, mientras otros creen que es posible que una vacuna diseñada para atacar a una variante en particular sea más eficaz.
Pfizer inició un ensayo para analizar ambas opciones. En el estudio, algunos voluntarios que ya recibieron dos dosis de la vacuna recibirán una tercera dosis de la misma vacuna como refuerzo, mientras que los investigadores les darán a otros voluntarios un refuerzo experimental diseñado para brindar protección contra la variante beta.
“A partir de lo que hemos aprendido hasta ahora, nuestra idea actual es que hasta que no veamos una reducción de la circulación del SARS-CoV-2 y de la enfermedad COVID-19, creemos que es probable que se necesite una tercera dosis, un refuerzo de nuestra vacuna, dentro de los 12 meses posteriores a la administración de la vacuna, para ayudar a proporcionar protección contra la COVID-19”, declaró en ese sentido Jerica Pitts, directora de relaciones globales con los medios de comunicación de Pfizer.
Así las cosas, para Scott Hensley, inmunólogo de la Universidad de Pensilvania, es clave que la necesidad o no de un refuerzo no se convierta en una distracción de la urgente necesidad de llevar las primeras dosis a miles de millones de personas en todo el mundo.
“Si más personas se protegen de inmediato, entonces el virus tendrá menos huéspedes para infectar y menos oportunidades de evolucionar hacia nuevas variantes”, concluyó.
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