“No hay progreso en el arte: el gran arte es perfecto y atemporal, original y vivo” (Vivienne Westwood)
Ambientada en el Londres de los años 70 en plena revolución punk-rock, en donde el vestir de determinada forma era equivalente a ser y a hacer y la rebeldía comenzaba por el uniforme, el vínculo entre Cruella de Vil y la moda va más allá de la mera estética. Tal vez sea un paralelismo simplista y arriesgado, pero hoy, en 2021, las pautas del punk parecieran tener una vigencia inesperada. Desde el uso de prendas vintage y la sastrería a la deconstrucción y la indumentaria genderless, las tendencias son víctimas de un inconformismo juvenil que pide por igualdad y respeto hacia el planeta y las personas.
Cruella se apalanca en los vaivenes de la moda para dar forma a su relato. Enciclopédica, sus referencias estilísticas llegan a la Europa de los siglos XVIII y XIX hasta alcanzar los 90 a toda velocidad, con guiños a John Galliano y Alexander McQueen (el último vestido que Cruella diseña para la baronesa bien podría haber sido parte de Plato’s Atlantis, su colección SS10). Sin embargo, es la influencia ejercida por la multifacética diseñadora inglesa Vivienne Westwood la que es imposible de ignorar.
Primero a través de sus inicios en el punk, marcados por la aparición en 1974 de su tienda Sex, en la que abundaban las piezas voluntariamente destruidas e inspiraciones fetichistas, y luego con sus colecciones más modernas que, a partir de los 80, comenzaron a denotar cada vez más rasgos rescatados de la moda de la época victoriana.
Si bien no es posible afirmar que el estilo permaneció inalterado a lo largo de todos los siglos XVIII y XIX, hay una serie de elementos que Westwood retomó a lo largo de su carrera que pueden rastrearse hacia esas eras.
El exceso, por ejemplo, característico de María Antonieta y recuperado en Inglaterra entre 1830 y 1870, se manifestaba en forma de largas colas, voluminosas mangas y abundantes ornamentos. Desde los exagerados vestidos que Cruella porta para humillar a su rival, la baronesa Von Hellman, a la primera colección que vemos de esta última con un parecido extrañamente cercano a algunos de los diseños de John Galliano como director creativo de Dior de 1996 a 2011, la exageración es la norma.
A su vez, en el universo de la película, la vestimenta actúa como una demarcación simbólica, convirtiéndose en el lenguaje empleado para señalizar alianzas y conflictos entre lo viejo y lo nuevo, y lo viejo una vez más. La manifestación más clara de esto es el choque entre el estilo de Von Hellman, con referencias al Dior de los años 50 y los 60 y una alusión a las divas del viejo Hollywood, y la modernidad de Cruella, con su estilo que oscila entre el punk y el new romantic, la corriente de los 80 basada en la extravagancia y la excentricidad. Nada está librado al azar: en Cruella, la moda tiene tanto peso como en las épocas de las que toma inspiración, como la síntesis de un modo de enfrentar el mundo.
La apropiación de lo antiguo es para Westwood la base de la creación, “las ideas tienen que venir de alguna parte; de dónde pueden venir, sino del pasado”, reflexiona en su libro Get a Life. Para Cruella, retomar la tradición de los diseñadores ingleses que la antecedieron, como John Galliano y Alexander McQueen, es una forma de inscribirse como heredera de una postura transgresora.
La moda, lejos de un vano ornamento, se convierte en un símbolo de resistencia y de diferenciación.
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