Durante la pandemia de COVID-19 devenida por el surgimiento del SARS-CoV-2, los países informaron el número de muertes a causa de la enfermedad a diario. Sin embargo, existe una heterogeneidad generalizada en la precisión y la integridad de las muertes informadas en todos los países y jurisdicciones.
Las medidas tomadas para hacer frente a la pandemia también variaron sustancialmente entre los países, por lo que la evaluación del impacto total de la pandemia en la mortalidad debe incluir tanto el efecto directo de las muertes causadas por el nuevo coronavirus como las que ocurren de manera indirecta por otras causas, como la interrupción de los servicios de salud, la desatención de otras patologías, o por cambios económicos y sociales más amplios.
En ese sentido, los especialistas aseguran que “la evaluación del impacto general de la pandemia en la mortalidad requiere la medición del exceso de muertes, calculado como la diferencia entre el número de muertes por todas las causas que ocurrieron durante el curso de la pandemia y el número esperado de muertes basado en una línea de base histórica de años”.
La mortalidad por debajo de los niveles esperados se denomina “mortalidad evitada” o “déficit de mortalidad”, mientras que el “desplazamiento de la mortalidad” se caracteriza por un período de exceso de muertes seguido de un período de déficit de mortalidad, según publicó The BMJ.
El desplazamiento de la mortalidad indica que las personas que murieron durante el curso de un evento (en este caso, la pandemia del COVID-19) habrían muerto poco después en ausencia del evento. Esto es equivalente a decir que su muerte se adelantó por un período corto.
Es que en la actualidad interactúan dos categorías de enfermedades: la infección por el SARS-CoV-2 y una serie de enfermedades no transmisibles (ENT) y el retraso en las consultas por éstas últimas, la cancelación de controles y tratamientos en curso, sumado a un contexto de disparidad social y económica exacerba los efectos adversos de cada enfermedad por separado.
Todo eso llevó a la revista especializada The Lancet a asegurar que “el COVID-19 no es una pandemia. Es una sindemia”. “La noción de sindemia fue concebida por primera vez por Merrill Singer, un antropólogo médico estadounidense, en la década de 1990, quien argumentó que un enfoque sindemico revela interacciones biológicas y sociales que son importantes para el pronóstico, el tratamiento y la política de salud”. “Limitar el daño causado por el SARS-CoV-2 exigirá mucha más atención a las ENT y la desigualdad socioeconómica de lo que se admitió hasta ahora -destacó la publicación-. En el caso de COVID-19, atacar las ENT será un requisito previo para una contención exitosa”.
Los estudios anteriores variaron en el uso de líneas de base históricas para calcular el exceso de muertes. Algunos compararon las muertes durante la pandemia con las notificadas en 2019 o con un promedio simple de los años anteriores. Sin embargo, lo ideal es que las estimaciones de las muertes esperadas tengan en cuenta las tendencias temporales recientes de la mortalidad que probablemente hayan ocurrido en ausencia de la pandemia.
Centrarse en el exceso de muertes por todas las causas también reduce la posibilidad de una clasificación errónea de las muertes por COVID-19 y otras causas, lo que facilita las comparaciones entre países.
En este sentido, la determinación confiable de las muertes por COVID-19 depende de las pruebas generalizadas para el coronavirus y de los métodos utilizados para asignar la causa de la muerte, los cuales varían entre países. Además, dado que la letalidad por COVID-19 está fuertemente relacionada con la edad, las comparaciones entre países deberían tener en cuenta esto estratificando o estandarizando el exceso de muertes por edad.
Un estudio publicado en The BMJ informó los hallazgos sobre el exceso de muertes por la pandemia de COVID-19 en 29 países después de tener en cuenta las tendencias temporales y las variaciones estacionales en la mortalidad dentro de los países, y las diferencias demográficas entre países, para dar un exceso de mortalidad específico por edad y sexo en cada país durante 2020.
“Hicimos un análisis de series de tiempo de los datos semanales de mortalidad recopilados de 29 países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Los datos para este estudio provienen de la base de datos de mortalidad humana -detallaron los investigadores-. La base de datos recopila datos de mortalidad y población de agencias nacionales autorizadas y es mantenida por el Departamento de Demografía de la Universidad de California, Berkeley, en los EEUU y el Instituto Max Planck de Investigación Demográfica en Rostock, Alemania. Los datos se presentaron en un formato estandarizado para cada país, desglosados por edad y sexo”.
Según los hallazgos, “se estima que en 2020 se produjeron un exceso de muertes de 979.000 (con un intervalo de confianza del 95%, lo que oscila la cifra entre 954.000 y 1.001.000) en los países de ingresos altos analizados”. Todos los países tuvieron un exceso de muertes en 2020, excepto Nueva Zelanda, Noruega y Dinamarca. Los cinco países con el mayor número absoluto de muertes en exceso fueron los EEUU (458.000), Italia (89.100), Inglaterra y Gales (85.400), España (84.100) y Polonia (60.100).
En muchos países, el número estimado de muertes en exceso excedió sustancialmente el número de muertes reportadas por COVID-19.
En suma, los investigadores concluyeron que aproximadamente un millón de muertes en exceso ocurrieron en 2020 en estos 29 países de ingresos altos. Las tasas de exceso de mortalidad estandarizadas por edad fueron más altas en los hombres que en las mujeres en casi todos los países. El exceso de muertes excedió sustancialmente las muertes reportadas por COVID-19 en muchos países, lo que indica que para determinar el impacto total de la pandemia en la mortalidad es necesario evaluar el exceso de muertes.
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