Jane Goodall, la conservacionista reconocida por su experiencia con los chimpancés y su defensa mundial de las causas ambientales, ganó el Premio Templeton 2021, otorgado a quienes se destacan por fusionar la ciencia y la espiritualidad.
Goodall, nacida en Londres en 1934, viajó a Kenia en 1957 donde conoció al célebre antropólogo y paleontólogo Louis Leakey. En 1960, a invitación de éste, empezó su revolucionario estudio de los chimpancés en lo que es hoy Tanzania.
Sus investigaciones transformaron el campo de la primatología y llevaron tanto a expertos como al público en general a entender mejor la complejidad social y emocional de los animales. Fue la primera en descubrir que los chimpancés realizan tareas antes consideradas exclusivas de humanos, como por ejemplo el desarrollo de herramientas, y demostró que cada chimpancé tiene su propia personalidad.
“Sus descubrimientos alteraron profundamente el entendimiento mundial de la inteligencia animal y enriquecieron nuestra comprensión sobre la naturaleza humana de manera inspiradora y exaltadora”, declaró Heather Templeton Dill, presidenta de la Fundación John Templeton, que otorga el galardón.
El premio fue creado en 1972 por el finado filántropo Sir John Templeton y es uno de los más cuantiosos del mundo, con un total de 1,1 libras británicas (1,56 millones de dólares). Lo han ganado luminarias como la Madre Teresa, el Dalai Lama y el arzobispo sudafricano Desmond Tutu. El año pasado lo ganó el doctor Francis Collins, director de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos y líder del Proyecto del Genoma Humano.
Goodall ha trabajado muchos años sola en la selva para entender mejor la naturaleza de los chimpancés. “Cuando uno está solo en la naturaleza, uno se convierte en parte de la naturaleza y el carácter humano no se te atraviesa. Es casi como una experiencia extrasensorial, escuchar sonidos distintos, percibir olores distintos y convertirse en parte de este maravilloso tapiz de la vida”, manifestó. “Cada vez que desaparece una pequeña especie, puede que no parezca importante. Pero el hilo se tira de ese tapiz y la imagen se debilita a medida que se tiran más hilos, hasta que ese tapiz, una vez tan hermoso, está colgando hecho jirones”, agregó.
A medida que su fama crecía, se expandió a una amplia gama de actividades, incluidas iniciativas humanitarias y defensa del tratamiento ético de los animales. Fundó el Instituto Jane Goodall en 1977 para sostener el estudio y la protección de los chimpancés y al mismo tiempo mejorar el bienestar de muchas comunidades locales. En 1991 fundó Roots & Shoots, un programa ambiental y humanitario cuyos proyectos prácticos han beneficiado a comunidades, animales y el medio ambiente en más de 65 países.
“Algunas personas parecen creer que podemos vivir separados de la naturaleza, pero no podemos. También somos animales, ya sabes, por definición. Simplemente tenemos (menos) cabello y hemos tenido un desarrollo explosivo de nuestro intelecto. Pero parece que fallamos cuando se trata de sabiduría, la sabiduría que dice: ‘La decisión que tomo ahora, ¿cómo afectará eso a las generaciones futuras o la salud del planeta?’ “, reflexionó.
En las últimas décadas, Goodall ha realizado un promedio de más de 300 días de viaje cada año, educando a las audiencias de todo el mundo sobre la naturaleza, la conservación y el potencial de la acción colectiva para generar cambios. La pandemia de coronavirus detuvo esos viajes, ella ha seguido teniendo una fuerte influencia a través de la participación virtual en eventos y conferencias que involucran a miles de personas en decenas de países.
También lanzó un podcast desde la casa de su infancia en Inglaterra y, a los 87 años, llega a millones de personas a través de las redes sociales.
Criada como cristiana, Goodall dijo que desarrolló su propio sentido de espiritualidad en los bosques de Tanzania, en esencia, creyendo que todos los seres vivos y el mundo natural están conectados a través de una fuerza divina. Y recordó que su madre le dijo, cuando era niña: “Serás criada en una familia cristiana, así que adoras a Dios. Pero es posible que hayas nacido en Egipto y luego adorarías a Alá, o podrías haber nacido en un país budista o con una religión hindú”.
“Y ella dijo que solo puede haber un Dios”, afirmó Goodall, “y entonces el nombre que le llamemos o, realmente no importa”. Por mucho que respete la ciencia, prefiere que tenga algunos límites. “El mundo está tan lleno de magia y sorpresas”, dijo. “Me gusta tener la mente abierta y me gusta pensar en la magia. No quiero que averigüemos todas las respuestas. … Algún día aprenderemos las respuestas, pero no en este planeta”, concluyó.
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