Jane Goodall encarna todos los arquetipos femeninos que representan a la mujer osada y libre, comprometida con la vida y con su tiempo. Reconocida mundialmente por su trabajo con los chimpancés y su defensa de las causas ambientales, la conservacionista acaba de ganar el Premio Templeton 2021, otorgado a quienes se destacan por fusionar la ciencia y la espiritualidad.
Nacida en Londres en 1934, viajó a Kenia en 1957 donde conoció al célebre antropólogo y paleontólogo Louis Leakey, con quien empezó su revolucionario estudio de los chimpancés en lo que es hoy Tanzania. Algo que a los 26 años la hizo tomar una decisión que sintió desde sus entrañas y se animó a emprender. En 1960 voló directo desde Inglaterra y llegó a la selva de Gombe, en Africa, hoy Tanzania, un terreno vinculado a estudios científicos sobre el reino animal. Sólo de valientes, sólo de hombres. Y lo hizo.
Cuando Jane llegó al continente africano, Leakey había encontrado en sus excavaciones un ejemplar fósil del Homo habilis, de unos 2 millones de años que agitaba a los antropólogos y paleontólogos de la época a instalar la idea de un origen africano del ser humano, como había sugerido Charles Darwin en su libro El origen de hombre.
Cuando comenzó a estudiar el comportamiento de los chimpancés salvajes en los interiores oscuros de la selva de Gombe – los chimpancés habitan en en zonas selváticas sombrías, no en zonas abiertas y luminosas- tenía poco dinero, mucho talento y una belleza única . Aquella joven inglesa estaba decidida a cambiar el curso de las cosas en la relación entre los animales y el hombre. Y lo logró.
Pero para Goodall la selva y su trabajo en Gombe, Tanzania, significó mucho más que trabajo. Allí conoció al amor de su vida y primer marido, el fotógrafo holandés Hugo Van Lawick que fue enviado por National Geographic Society para documentar el trabajo de Jane en Gombe. Ambos -y la aguda y curiosa lente de Lawick fue un testigo privilegiado – se enamoraron perdidamente. En 1964 se casaron y tuvieron al único hijo de Jane, Grub, quien se crió en sus primeros años de vida en la selva.
Goodall es considerada una de las conservacionistas más admiradas del mundo y repasó con Infobae su admirable historia. Como lo hizo tantas veces, y siempre muy lejos de erigirse como una heroína que dejó todo y se fue al África detrás de sus sueños. “Lo hice porque quise, porque lo sentí”. Las investigaciones de Goodall sobre los chimpancés de verdad desafiaron el consenso científico dominado por los hombres de su tiempo y revolucionó la comprensión del mundo de la naturaleza. Así de frágil, así de enorme.
La reconocida primatóloga visitó en noviembre de 2017 a Buenos Aires – viajó anteriormente a la Argentina cinco veces desde el 2009- para participar de la avant premier del documental “Jane”, basado en su propia historia, y atrapada en más de 100 horas de material fílmico inédito y que estuvo guardado en los archivos del National Geographic por más de 50 años.
En este documental todo es único y especial: lo dirigió el talentoso cineasta estadounidense Brett Morgen. Está musicalizado con una exquisita partitura orquestal del legendario compositor Philip Glass. La película ofrece un retrato íntimo y crudo de Goodall como una verdadera pionera en lo suyo. Jane Goodall no sólo es reconocida en el mundo entero por haber estudiado durante 55 años las interacciones sociales y familiares de los chimpancés salvajes en Africa. Sino por no haber perdido nunca su compromiso con la causa por los derechos de los animales.
Goodall fue la primera investigadora en observar y documentar a un chimpancé construyendo y usando una herramienta para obtener termitas de un termitero. En respuesta a éstas observaciones, Leakey hizo una famosa declaración que aún hoy resuena entre paleontólogos, antropólogos, zoólogos y conservacionistas: “Ahora debemos redefinir la palabra ‘herramienta’; debemos redefinir la palabra ‘hombre’ o aceptar a los chimpancés como humanos”.
Cuando usted a sus flamantes 26 años decidió estudiar a los chimpancés salvajes en África y adentrarse en lo que después se denominó el conservacionismo -que por cierto no existía el término en los años '60- su objeto de estudio científico era un terreno solo de hombres. ¿Cómo recuerda esa aventura?
–Cuando yo comencé, no se hablaba de conservacionismo, no era necesario. Los chimpancés vivían en un bosque que atravesaba la costa oeste. Y la palabra 'ambientalista' no existía. Todo lo que queríamos hacer era aprender acerca de los chimpancés, lograr que confíen en mí y llevarle a Louis Leakey lo que descubriéramos, esos eran mis únicos objetivos. El conservacionismo no apareció hasta mucho después. De mi parte, todo el tiempo quería hacer cosas que los hombres hacían y las mujeres no.
¿Y cómo aparece el conservacionismo, a partir de su interacción en la selva africana?
-En 1986 en una conferencia en donde se habían estudiado a los chimpancés en 7 países africanos, tuvimos una sesión de conservacionismo que fue completamente impactante. En todos lados, los números de la especie bajaban y los bosques eran destruidos. Discutimos también condiciones de cautiverio, investigaciones médicas, los crueles sometimientos de chimpancés para el entretenimiento y los "malos" zoológicos. Ahí fue cuando supe que debía retirarme del campo y convertirme en activista, del ambientalismo y el bienestar animal.
Usted revolucionó la manera en la que nosotros pensábamos a los chimpancés, que eran seres sociables, cariñosos y otras particularidades. ¿Cómo fue ese proceso de investigación?
-Toda la primera etapa del trabajo, ellos se escapaban de mí. Luego, perdieron el miedo, pero por un tiempo se volvieron agresivos, trataban de alejarme como si yo fuera u fuese un depredador. Y finalmente me aceptaron y eventualmente confiaron en mí. Tomó un año que todos los chimps de esa comunidad confiaran en mí. Luego de 5 meses, me dejaron acercarme pero que todos estuvieran relajados con mi presencia tomó un año. Fue muy importante que National Geographic decidiera financiar el proyecto para que yo me quedara. Y fue hasta que los conocí como individuos que realmente entendí la naturaleza compleja de su comunidad.
¿Cuál fue el rol de Hugo Van Lawick , su esposo, en registrar las imágenes y acompañarla desde el comienzo con su cámara y lente?
-Su rol fue inmensamente importante, porque los científicos decían por qué le deberíamos creer a esta joven mujer que no tenía ningún título, que no había finalizado la universidad y Hugo capturó lo que hacían los chimpancés, consiguió evidencias. Y consiguió firmar un acuerdo con National Geographic. En el ámbito personal se convirtió en mi marido y más tarde en la razón por la cual yo pude ser madre.
Jane Goodall nació el 3 de abril de 1934 en Londres, Inglaterra. En 1977 creó el Instituto Jane Goodall tal vez su mayor legado con el fin de fomentar su trabajo a nivel mundial y para las generaciones futuras. El Instituto hoy continúa la investigación de campo en Gombe y se basa en el enfoque innovador sobre la conservación de Goodall, que reconoce el papel central que las personas desempeñan en el bienestar de los animales y el medio ambiente.
En 1991, fundó Roots & Shoots, un programa global que orienta a los jóvenes -en casi 100 países- a convertirse en activistas del diálogo y en líderes de su vida diaria. En la Argentina -en el 2009- se inició el programa Educativo Roots & Shoots; y tuvo tanto éxito que, en el 2011 se abrió una sede del Instituto Jane Goodall Argentina. Hoy Goodall es una de las creadoras de la Primatología moderna y es Mensajera de la Paz de Naciones Unidas desde el año 2002.
¿Su hijo -Grub- creció en Tanzania? ¿Cómo recuerda esa etapa de su vida, tironeada entre su bebé y los chimpancés salvajes?
-(Una carcajada suave que iluminó su rostro) Fue un época maravillosa. Estaba con él -Grub- todo el tiempo. Había observado a las chimpancés madres divertirse con sus hijos, y yo estaba haciendo los mismo. Jugué mucho con él y cuando estaba en Gombe conmigo, por la mañana lo dejaba con su cuidador africano y yo me iba trabajar con los chimpancés, pero luego de eso todas las tardes estuve con él. Los primeros tres años de su vida no estuve alejada de él, ni siquiera por una noche. Y cuando habitábamos lugares más seguros para el bebé como Serengeti -el Parque Nacional Serengeti, Tanzania- era increíble. Yo estudiaba a las hienas y recorría la zona en una camioneta con Grub atrás y observábamos a las hienas salvajes juntos.
A Grub nunca le gustó hacer algo, hasta no hacerlo del todo bien. Por mucho tiempo creímos que padecía algún retraso porque no podía hablar. Resultó que no quería hablar hasta no poder decir una frase completa. Un día cuando tenía dos años y estábamos en Serengeti dijo su primera frase y fue: 'león salvaje va a comerme'.
Usted que vivió y fue parte de la vida salvaje, ¿qué diferencias fundamentales encuentra con la vida de la civilización?
-Cuando comencé a vivir la vida salvaje todo era muy simple. Me despertaba muy temprano antes de que saliera el sol, comía un pedazo de pan y bebía una taza de café, me encontraba con los chimpancés y los esperaba a que despertaran. Luego escribía lo que observaba y volvía a la noche y eso era todo. Cuando vivís tu vida en la civilización no podría ser más distinta. Me despierto depende cual sea mi primer trabajo, busco desesperadamente encontrar un hueco para revisar los e-mails y agradecerle a la gente, a los gobiernos; veo si ese día tengo que tomar un vuelo y como siempre lo hago apurada. Tomo un taxi, viajo a dar otro seminario y así sin parar…
No tengo vida personal en absoluto. En la vida salvaje era maravilloso, todos los días eran distintos. Nunca sabías con qué te ibas a encontrar, y eso es lo que busco hacer con mi vida: todos los días quiero saber algo nuevo o conocer alguien interesante.
¿Es consciente del legado enorme que deja con el Jane Goodall Institute a los niños y a las futuras generaciones en un momento de profunda crisis medioambiental ?
-Mi objetivo es que los logros de mi vida beneficien a futuras generaciones y ayuden a conservar el medio ambiente. Mucha, pero mucha gente cree que si te preocupas por el planeta y los animales estás en cosas menores o banales. Y no sólo que no es así, sino que es todo lo contrario. Necesitamos del medio ambiente, necesitamos agua limpia, aire limpio y estamos destruyendo todo. Necesitamos salvarlo para las generaciones futuras y debemos parar de tomar decisiones basadas en cómo beneficiar a las campañas políticas . Hay que comenzar a pensar de verdad cómo beneficiar a las próximas generaciones. Tenemos que atar el cerebro humano al corazón y a la compasión.
SEGUIR LEYENDO: