Si algunas regiones, con la ayuda de las vacunas, logran empezar a establecer un intento de retorno a la normalidad, una estrategia similar de COVID-19 cero, ¿podría esto llevar a terminar con la pandemia? La mayoría de los científicos creen que es improbable. Nature preguntó a más de 100 inmunólogos, investigadores de enfermedades infecciosas y virólogos que trabajaban en coronavirus si podía erradicarse. Casi el 90% de los encuestados piensa que se volverá endémico, lo que significa que continuará circulando en los focos de la población mundial durante los próximos años. “Es probable que eso suceda, pero el patrón que tomará es difícil de predecir”, explica Angela Rasmussen, viróloga de la Universidad de Georgetown. Esto determinará los costos sociales del SARS-CoV-2 durante cinco, diez o incluso 50 años.
El virus permanece pero, una vez que las personas desarrollan cierta inmunidad no presentarán síntomas graves. “El virus se convertiría en un enemigo que se encontraría por primera vez en la primera infancia, cuando por lo general causa una infección leve o ninguna en absoluto”, sostiene Jennie Lavine, investigadora de enfermedades infecciosas en la Universidad de Emory en Atlanta, Georgia.
Los especialistas lo consideran posible porque así es como se comportan los cuatro coronavirus endémicos, llamados OC43, 229E, NL63 y HKU1. Al menos tres de estos virus probablemente han estado circulando en poblaciones humanas durante cientos de años y dos de ellos son responsables de aproximadamente el 15% de las infecciones respiratorias.
Con datos de estudios anteriores, Lavine trazó un modelo que muestra cómo la mayoría de los niños contraen estos virus por primera vez antes de los seis años y desarrollan inmunidad contra ellos. Esa defensa se desvanece con bastante rapidez, por lo que no es suficiente para bloquear la reinfección por completo, “pero parece proteger a los adultos de enfermarse -explica Lavine-. Incluso en los niños, la primera infección es relativamente leve”.
Hasta ahora, no está claro si la inmunidad al SARS-CoV-2 se comportará de la misma manera. Un gran estudio de personas que tuvieron COVID-19 sugiere que sus niveles de anticuerpos neutralizantes, que ayudan a bloquear la reinfección, comienzan a disminuir después de alrededor de seis a ocho meses. “Pero sus cuerpos también producen células B de memoria, que pueden fabricar anticuerpos si surge una nueva infección, y células T que pueden eliminar las células infectadas por virus -explica Daniela Weiskopf, inmunóloga del Instituto La Jolla de Inmunología en California, coautora el estudio-. Aún no se ha establecido si esta memoria inmunitaria puede bloquear la reinfección viral, aunque se han registrado casos de reinfección y las nuevas variantes virales podrían hacerlos más probables, todavía se consideran raros”.
Weiskopf y su equipo todavía están rastreando la memoria inmunológica de las personas infectadas con COVID-19 para ver si persiste. Para ellos, si la mayoría de las personas desarrollan inmunidad de por vida al virus, ya sea a través de una infección natural o por vacunación, es poco probable que el virus se vuelva endémico. Pero la inmunidad podría disminuir después de uno o dos años, y ya hay indicios de que el virus puede evolucionar para escapar. Más de la mitad de los científicos que respondieron a la encuesta de Nature creen que la inmunidad menguante será uno de los principales impulsores de que el virus se vuelva endémico.
Debido a que el COVID-19 se extendió por todo el mundo, puede parecer que ya sería endémico. Pero, como las infecciones continúan aumentando, los científicos todavía lo clasifican técnicamente como en una fase pandémica. “Cuando es endémico, el número de infecciones se vuelve relativamente constante a lo largo de los años, lo que permite brotes ocasionales”, explica Lavine.
Llegar a este estado estable podría llevar algunos años o décadas, dependiendo de la rapidez con que las poblaciones desarrollen inmunidad. Permitir que el virus se propague sin control sería la forma más rápida de llegar a ese punto, pero eso resultaría en muchos millones de muertes. “Ese camino tiene unos costos enormes”, acepta Lavine.
Inyectar inmunidad
Los países que han comenzado a distribuir vacunas COVID-19 pronto esperan ver una reducción de las enfermedades graves. Pero llevará más tiempo percibir con qué eficacia las vacunas pueden reducir la transmisión. Los datos de los ensayos clínicos sugieren que las vacunas que previenen la infección sintomática también pueden evitar que una persona transmita el virus. Si bloquean la transmisión, y si siguen siendo efectivas contra las variantes más nuevas del virus, podría ser posible eliminar el virus en regiones donde se inocula a suficientes personas para que puedan proteger a las que no lo están, contribuyendo a la inmunidad colectiva.
Una vacuna que tiene un 90% de eficacia para bloquear la transmisión deberá llegar al menos al 55% de la población para lograr la inmunidad de grupo temporal, siempre que algunas medidas de distanciamiento social, como máscaras faciales y personas trabajando desde casa permanezcan así, según un modelo desarrollado por Alexandra Hogan en el Imperial College de Londres. Una vacuna tendría que llegar a casi el 67% de las personas para proporcionar inmunidad colectiva si se levantaran todas las medidas de distanciamiento social. Pero si la tasa de transmisión aumenta debido a una nueva variante, o si una vacuna es menos efectiva que el 90% para bloquear transmisión, la cobertura de la vacuna deberá ser mayor para frenar la circulación.
Vacunar incluso al 55% de la población será un desafío en muchos países. “El virus se mantendrá si partes del mundo no se vacunan”, afirma Jeffrey Shaman, investigador de enfermedades infecciosas de la Universidad de Columbia en la ciudad de Nueva York. “Incluso, si el virus sigue siendo endémico en muchas regiones es probable que los viajes por todo el mundo se reanuden cuando las infecciones graves se reduzcan a niveles que los servicios de salud puedan afrontar y cuando una alta proporción de personas vulnerables a enfermedades graves hayan sido vacunadas”, suma Dye.
La pandemia de influenza de 1918, que mató a más de 50 millones de personas, es el criterio con el que se miden todas las demás pandemias. Fue provocada por un tipo de virus conocido como influenza A, que se originó en las aves. Casi todos los casos de influenza A desde entonces, y todas las pandemias de influenza posteriores, han sido causados por descendientes del virus de 1918.
Estos descendientes circulan por el mundo, infectando a millones de personas cada año. Las pandemias de gripe ocurren cuando las poblaciones no conocen un virus; cuando se vuelve estacional, gran parte de la población tiene alguna inmunidad a él. La gripe estacional todavía tiene un costo significativo a nivel mundial, cobrando aproximadamente 650.000 vidas por año.
Jesse Bloom, biólogo evolutivo del Centro de Investigación del Cáncer Fred Hutchinson en Seattle, cree que el coronavirus podría seguir un camino similar: “Pienso que se convertirá en un problema menos grave y algo parecido a la gripe”. Otros dicen que el virus también podría asentarse en un patrón estacional de brotes anuales de invierno similar a la gripe. Esta parece evolucionar mucho más rápido que el SARS-CoV-2, lo que le permite escabullirse de las defensas del sistema inmunológico. Esta característica es la razón por la que las vacunas contra la influenza deben reformularse cada año; eso podría no ser necesario para el coronavirus.
Aun así, este virus podría esquivar la inmunidad adquirida por la infección y posiblemente ser más astuto que las vacunas. Los estudios de laboratorio ya muestran que los anticuerpos neutralizantes en la sangre de las personas que han tenido COVID-19 son menos capaces de reconocer la cepa viral identificada en Sudáfrica (llamada 501Y.V2), que las variantes que circularon antes en la pandemia. Probablemente, se deba a mutaciones en la proteína de pico del virus, a la que se dirigen las vacunas. Los resultados de los ensayos sugieren que algunas vacunas podrían ser menos efectivas contra 501Y.V2 que contra otras variantes, y algunos fabricantes de vacunas están explorando rediseños de sus productos.
El sistema inmunológico tiene muchos trucos bajo la manga y puede responder a muchas características del virus, no solo a los picos. “El virus probablemente tendrá que pasar por muchas mutaciones para que una vacuna sea ineficaz”, dice Lavine. “Los resultados preliminares del ensayo también sugieren que las vacunas pueden proteger a las personas con 501Y.V2 contra una enfermedad grave”, agrega Rasmussen.
Más del 70% de los investigadores encuestados por Nature piensan que el escape inmunológico será otro impulsor de la circulación continua del virus. Esta no sería la primera vez que se produce un coronavirus humano. En un estudio aún pendiente de revisión por pares, a cargo de Jesse D. Bloom, especialista en biología computacional del Fred Hutchinson Cancer Research Center, de Seattle, muestra que el coronavirus endémico 229E ha evolucionado de modo que los anticuerpos neutralizantes en la sangre de personas infectadas con la variante viral que circulaban a fines de la década de 1980 y principios de la de 1990 son mucho menos efectivos contra variantes más recientes.
Las personas se reinfectan con 229E a lo largo de su vida, y Bloom sospecha que podría ser más difícil evitar las variantes que han evolucionado para escapar de la inmunidad anterior. Pero los científicos no saben si estas reinfecciones están asociadas con peores síntomas. “Esperaría que durante muchos años, las mutaciones acumuladas en el SARS-CoV-2 erosionen más completamente la inmunidad de los anticuerpos neutralizantes como vimos para el CoV-229E, aunque no puedo decir con certeza cómo se compararán las tasas entre los dos coronavirus”, asevera Bloom. Cree que es probable que las vacunas contra el SARS-CoV-2 deban actualizarse, posiblemente todos los años.
“Pero, entonces, la inmunidad de una vacunación o una infección pasadas probablemente mitigará una enfermedad grave”, dice. Y Lavine señala que incluso si las personas se reinfectan, esto podría no ser un gran problema. Con los coronavirus endémicos, las reinfecciones frecuentes parecen aumentar la inmunidad contra variantes relacionadas y, por lo general, las personas solo experimentan síntomas leves. “Pero es posible que las vacunas no impidan que algunas personas desarrollen síntomas graves, en cuyo caso el virus seguirá siendo una carga importante para la sociedad”, dice Shaman.
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