Con la mayoría de la población mayor de 60 años vacunada contra el COVID-19 en todo el mundo, la segunda ola de la pandemia está protagonizada por los adultos jóvenes, muchos de los cuales desarrollan cuadros severos de la enfermedad.
Pese a esto, muchos de ellos no planean vacunarse, decisión que alarma a los especialistas y que, al parecer, tiene mayores consecuencias de lo que se cree.
“Realmente necesitamos vacunar a las personas de 20 a 49 años porque ellos son los que están impulsando la pandemia en este momento”, sentenció el decano asociado ejecutivo de la Facultad de Medicina de la Universidad de Emory, en Atlanta, EEUU, Carlos del Río.
Así, mientras algunas ciudades de uno de los países más fuertemente golpeados por la pandemia comienzan a retomar su “vida normal” debido a los altos índices de vacunación que trajeron aparejada la disminución de casos activos de COVID-19, alrededor del 36% de los adultos jóvenes menores de 35 años dice que no planea recibir la vacuna contra el coronavirus, según una encuesta reciente de la Universidad de Quinnipiac, de Connecticut.
Para los especialistas en infectología esto es “grave” porque incluso si la vida ya comienza a parecer más normal, EEUU nunca alcanzará la inmunidad colectiva si los adultos jóvenes no intensifican su vacunación. Esto es debido a que -se sabe- es necesario inmunizar al menos entre el 70 y el 85% de la población para alcanzar la inmunidad colectiva y controlar la pandemia.
En la Argentina, según los últimos datos disponibles en el Monitor Público de Vacunación, el registro online del Ministerio de Salud que muestra en tiempo real el operativo de inmunización en todo el territorio argentino, del total de 8.591.061 vacunas administradas en el país, sólo 545.971 corresponen a personas de 18 a 59 años con factores de riesgo.
Es que tal lo establece el Plan Estratégico de Vacunación dispuesto por el Ministerio de Salud de la Nación, este grupo se ubica en el quinto lugar de priorización luego del personal de salud, los adultos mayores de 70 años, los adultos de 60 a 69 años y el personal estratégico (docentes, personal no docente, fuerzas de seguridad, etc).
Si se toma en cuenta que en la Argentina ese grupo está conformado por 5.653.000 personas, los inmunizados contra el COVID-19 entre 18 y 59 años alcanzan poco más del 9%.
Infobae consultó con especialistas para delinear las principales razones por las que los adultos jóvenes y saludables deberían vacunarse lo antes posible.
1- Es necesario que se vacune la mayor cantidad de gente posible.
El médico infectólogo Lautaro De Vedia (MN 70640) sostuvo que “por supuesto los grupos de riesgo, las personas de mayor edad o aquellas que tienen enfermedades preexistentes son los que tienen la prioridad, pero eso no quita que deban vacunarse todos porque es la única manera de detener la propagación del virus y lograr lo que aprendimos que se llama la inmunidad de rebaño”.
El experto del Hospital Muñiz y ex presidente de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI) resaltó que “es importante poder avanzar y totalizar las 15 millones de personas que desde el inicio de la campaña fueron consideradas prioritarias, que es alrededor del 30% de la población; es clave llegar mínimo a ese porcentaje para disminuir la circulación del virus y la mortalidad. Eso no alcanzaría para lograr inmunidad de rebaño, pero englobaría a los principales grupos de riesgo”.
2- Son la población más afectada.
Según la médica infectóloga María Cecilia Niccodemi (MN 105624), “en todas las series y también en la Argentina la población entre 40 y 49 años siempre fue la más afectada por el COVID-19, con lo cual vacunar a ese grupo poblacional tiene implicancia en la transmisión de la infección a otras personas”.
“En los reportes en todo el mundo, desde el inicio de la pandemia, la curva de pacientes más afectados siempre está en ese rango etario”, resaltó la especialista del staff del Centro Médico Doctor Stamboulian y Sanatorio La Trinidad San Isidro.
3- Son los protagonistas de la segunda ola.
La segunda ola de la pandemia en la Argentina muestra que el 76% de los nuevos contagios totales se encuadra en el rango de 18 a 59 años y muchos de ellos desarrollan cuadros graves de la enfermedad.
“En esta segunda ola principalmente estamos viendo que las personas más afectadas no son los adultos mayores sino los jóvenes, principalmente aquellos con sobrepeso y diabetes, lo cual es un punto no menor porque las terapias intensivas bajaron 20 años la edad de la población que tienen internados”, señaló Niccodemi.
4- No están exentos de morir por COVID-19.
“Si bien la tasa de mortalidad en las personas jóvenes es baja, no es cero por ciento, y de hecho cada vez más vemos jóvenes de 28/30 años en terapia con cuadros graves y algunos incluso mueren -sostuvo De Vedia-. Frenar la morbimortalidad en todos los grupos de edad es una responsabilidad que tenemos que asumir entre todos”.
5- Con los mayores inmunizados, los adultos jóvenes con enfermedades de base son el nuevo “blanco” del virus.
De Vedia destacó que “aún entre las personas jóvenes hay gente que puede tener deterioro de su sistema inmunológico o enfermedades concomitantes”. Así que, independientemente de la edad, para él “cualquier persona con trastornos autoinmunes, respiratorios, cardiológicos, renales, etc, tiene que estar vacunada”.
Según muestra la Unidad de Datos de Infobae, sobre la base del análisis de las cifras provistas por el Ministerio de Salud correspondientes a la primera quincena de abril, el 76% de los nuevos contagios está comprendido entre los 20 y los 59 años de edad.
A saber, de los 197.088 casos registrados en ese período, 1.155 fallecieron y de esos 215 tenían entre 20 y 59 años; 472 fueron a Unidad de Terapia Intensiva (UTI) y 152 de ellos tenían entre 20 y 59 años. Finalmente, 243 necesitaron respirador y 71 de ellos tenían entre 20 y 59 años.
6- El impacto económico.
Para De Vedia, “la afectación aunque sea en formas leves de estos grupos tiene un impacto económico, por lo que vacunar a la población más activa laboralmente ayudará a disminuir el ausentismo en sus trabajos y frenar las consecuencias de esas bajas a nivel productividad”.
En los EEUU, muchos restaurantes, bares, cines y lugares deportivos no están aún abiertos a plena capacidad, ya sea porque el número de casos de COVID-19 todavía es demasiado alto o porque no se vacunó a suficientes personas.
Al vacunarse, los jóvenes pueden ayudar a que más negocios reabran completamente de manera segura aumentando la seguridad y reduciendo las infecciones. Eso también ayudaría a los empleados jóvenes que se han visto muy afectados económicamente.
“Tal vez no sea la razón más importante, pero es un motivo a considerar”, opinó De Vedia.
7- El long COVID afecta más a los jóvenes.
Una vez recuperados del cuadro agudo, cada vez más jóvenes están sufriendo de lo que se conoce como síndrome post COVID, también llamado long COVID o COVID prolongado.
“Incluso para los jóvenes que consideran que su riesgo de COVID grave es bajo, las consecuencias a largo plazo pueden ser bastante graves”, aseguró el doctor Francis Collins, director de los Institutos Nacionales de Salud, quien resaltó que “el COVID largo representa una razón más para alentar a todas las personas mayores de 16 años a vacunarse lo antes posible”.
Una reciente publicación de The BMJ puso números al fenómeno, que desde el inicio de la pandemia comenzó a documentarse: se estima que al menos el 10% de las personas con coronavirus tendrán síntomas persistentes que no se resolverán por meses. Extrapolado a la carga global actual de COVID-19, esto sugiere potencialmente más de cinco millones de personas con síntomas persistentes actuales.
8- Sólo la elevada tasa de vacunación detendrá la circulación del virus.
“Cuanto más vacunemos a la gente, menos posibilidad habrá de que el virus se replique y mute -consideró Niccodemi-. Lo más interesante de tener a toda la población vacunada, más allá de prevenir la enfermedad severa, es evitar que el virus se replique y al evitrar eso evitamos que se generen mutaciones que empiecen a escaparse de la protección generada por las vacunas”.
A lo que De Vedia agregó: “Cuanto más circule el SARS-CoV-2, aunque no mate gente ni ocupe camas de terapia intensiva, tendrá más probabilidad de que aparezcan variantes. El virus va a dejar de mutar cuando deje de multiplicarse y eso ocurrirá el día que esté frenada la circulación gracias a la efectividad de las vacunas”.
9- Un sistema inmunológico fuerte y saludable puede ser contraproducente.
Algunos pacientes jóvenes, previamente sanos, sufrieron enormes tormentas de citoquina por COVID-19, y eso es básicamente lo que ocurre cuando un sistema inmunológico reacciona de forma exagerada, lo que puede provocar una inflamación grave u otros síntomas graves.
“Hemos visto a personas muy jóvenes que ingresan a nuestro hospital (de poco más de 20 años) que necesitan ser sometidas a una oxigenación de membrana extracorpórea (ECMO) durante días o incluso semanas porque vienen con miocardiopatía, que es una respuesta a una tormenta de citoquinas”, dijo Jonathan Reiner, profesor de medicina y cirugía en la Universidad George Washington.
10- La erradicación de la enfermedad va a depender de que todo el mundo esté vacunado.
De Vedia resaltó que “hay en la historia enfermedades que han sido erradicadas, como por ejemplo la viruela, la cual la Organización Mundial de la Salud hace años decidió que no se vacune más contra esa enfermedad porque las campañas de vacunación fueron tan efectivas que el virus desapareció de la faz de la tierra. Y eso se logró gracias a una efectiva vacunación en todo el mundo”.
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