Hallar medicamentos antivirales efectivos ha sido siempre un desafío para la ciencia. La causa radica en que los virus son mucho más diversos que las bacterias, incluso en la forma en la que almacenan su información genética, algunos en forma de ADN y otros como ARN como el SARS-CoV-2.
A diferencia de las bacterias, los virus tienen menos componentes proteicos propios a los que se puede atacar con medicamentos.
Para que una droga funcione, tiene que alcanzar su objetivo. Esto es particularmente difícil con los virus porque se replican dentro de las células humanas, por lo que el fármaco necesita penetrar en estas células infectadas y actuar sobre procesos que son esenciales para el funcionamiento normal del cuerpo humano.
Por otra parte, dirigirse a los virus fuera de las células, para evitar que se establezcan antes de que puedan replicarse, es posible, pero también es difícil debido a la naturaleza del caparazón del virus, que es extraordinariamente robusto y resiste los efectos negativos del medio ambiente en el camino hacia su anfitrión.
Recién cuando el virus alcanza su objetivo -la célula humana-, su caparazón se descompone o expulsa su contenido, que contiene su información genética.
Si bien este proceso podría considerarse el “punto débil” en el ciclo de vida del virus, los medicamentos que se dirigen al caparazón del virus parecen atractivos, pero algunos pueden ser tóxicos para los humanos.
A pesar de estas dificultades, se desarrollaron en la historia de la ciencia medicamentos que tratan virus como la influenza y el VIH: algunos de estos fármacos se dirigen a los procesos de replicación viral y al ensamblaje del caparazón viral. También se identificaron objetivos farmacológicos prometedores de los coronavirus, pero desarrollar nuevos medicamentos lleva mucho tiempo y -como se vio en la pandemia- los virus mutan rápidamente, lo que podría ocasionar que cuando se desarrolla un medicamento, el virus en constante evolución pronto podría desarrollar resistencia a él.
Ante este escenario, Gran Bretaña lanzó una búsqueda de antivirales para tratar el COVID-19 con el objetivo de tener al menos dos tratamientos de administración casera efectivos para fin de año, según informó el primer ministro Boris Johnson.
Johnson elogió el advenimiento de las vacunas COVID-19 y las pruebas regulares como las claves para restaurar la normalidad para el verano, pero su gobierno también está apoyando la investigación sobre terapias para ayudar en la lucha contra la pandemia.
“Nuestro nuevo grupo de trabajo sobre antivirales buscará desarrollar tratamientos innovadores que pueda tomar en casa para detener el COVID-19 en su camino”, destacó el funcionario británico, para quien “estos podrían proporcionar otra defensa vital contra cualquier aumento futuro de infecciones y salvar más vidas”.
El gobierno espera que se puedan tomar nuevos tratamientos en casa después de una prueba positiva o exposición al coronavirus para reducir la transmisión y acelerar la recuperación, y reforzar así aún más la gama de terapias ya disponibles.
La investigación realizada por científicos británicos estableció que tanto el antiinflamatorio dexametasona como el tocilizumab, un fármaco para la artritis desarrollado por Roche, redujeron el riesgo de muerte en pacientes con COVID-19 grave.
A diferencia de lo que ocurre con los antibióticos de amplio espectro, que se pueden usar para tratar una amplia gama de infecciones bacterianas, los medicamentos que actúan contra un tipo de virus rara vez funcionan para tratar otros virus. Por ejemplo, remdesivir, desarrollado originalmente para el tratamiento de la hepatitis C, se sugirió en un momento como tratamiento contra el COVID-19, pero los ensayos clínicos demostraron que sólo tiene un efecto limitado contra este coronavirus.
La investigación para comprender cómo se comporta el COVID-19 avanzó mucho en poco tiempo, pero cuando se trata de desarrollar antivirales, todavía quedan muchas preguntas por responder de parte de la ciencia. Con un posible resurgimiento de las infecciones que se espera a finales de año, en lo que sería la tercera ola en el viejo continente, el grupo de trabajo antiviral británico tiene mucho trabajo.
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