En el Día Mundial de la Malaria, la Organización Mundial de la Salud (OMS) celebra los logros de los países que están cerca de alcanzar la eliminación de la enfermedad también llamada paludismo, y promueve que se alcance la meta de “paludismo cero”. Se trata de una enfermedad potencialmente mortal causada por parásitos que se transmiten al ser humano por la picadura de mosquitos hembra infectados del género Anopheles y que ocasiona más de 200 millones de nuevos casos al año en todo el mundo.
Entre 2000 y 2019, el número de países con menos de 100 casos autóctonos –un fuerte indicador de que la eliminación del paludismo está a su alcance– aumentó de 6 a 27.
Durante ese mismo período de tiempo, además, 21 países notificaron al menos tres años consecutivos de cero casos autóctonos de paludismo y diez de esos países fueron declarados oficialmente libres de paludismo por la OMS: los Emiratos Árabes Unidos (2007), Marruecos (2010), Turkmenistán (2010), Armenia (2011), Kirguistán (2016), Sri Lanka (2016), Uzbekistán (2018), el Paraguay (2018), la Argentina (2019) y Argelia (2019).
En febrero de 2021, El Salvador se convirtió en el primer país de Centroamérica en ser declarado oficialmente por la OMS país libre de paludismo después de 50 años de compromiso constante del Gobierno y su gente por acabar con la enfermedad.
China, un país que notificaba más de 30 millones de casos de paludismo al año en la década de 1940, registró cero casos autóctonos en 2016 y se ha mantenido en esa cifra hasta la fecha. En 2020, el país solicitó a la OMS la certificación de la eliminación del paludismo. Como el parásito que causa la malaria afecta a los glóbulos rojos, otra forma de infección es mediante la exposición a sangre infectada, como la transmitida de la madre al feto, la utilizada en transfusiones y la restante en agujas compartidas para inyectarse drogas.
“La malaria es una enfermedad grave y potencialmente mortal. Pese a ser una enfermedad prevenible y curable, casi la mitad de la población mundial está en riesgo de padecerla”, explicó la experta en enfermedades infecciosas en Mayo Clinic de Rochester, Minnesota, Stacey Rizza.
Los signos y los síntomas de la malaria suelen empezar pocas semanas después de la picadura de un mosquito infectado, aunque ciertos tipos de parásitos de la malaria permanecen latentes en el cuerpo hasta por un año. Algunas personas con malaria presentan ciclos de “ataques” de malaria, que normalmente empiezan con estremecimientos y escalofríos, seguidos por fiebre alta; luego, se produce sudoración, hasta que, finalmente, se recupera la temperatura normal.
“Lo bueno es que la malaria no es contagiosa, o sea, no se propaga de una a otra persona como los resfriados o la gripe -ahondó Rizza-. Es también una enfermedad curable y hay varias cosas que se puede hacer para prevenirla y tratarla, como usar repelente de insectos para evitar las picaduras de mosquitos, colocar mosquiteros y tomar tabletas contra la malaria cuando uno va a salir de viaje. Todo esto ayuda a controlar y prevenir la enfermedad. La esperanza es que dentro de poco se elabore, autorice y comercialice una vacuna contra la malaria”.
El mayor factor de riesgo para el desarrollo de la malaria es vivir o visitar zonas donde la enfermedad es endémica, como son las regiones tropicales y subtropicales del África subsahariana, del sur y sureste asiático, de las islas del Pacífico, de Centroamérica y del norte de Sudamérica. El grado de riesgo depende del control local de la malaria, de los cambios estacionales en las tasas de malaria y de las precauciones que se tomen para evitar las picaduras de mosquito.
El diagnóstico y el tratamiento tempranos del paludismo atenúan la incidencia de la enfermedad, reducen sus efectos mortales y contribuyen a prevenir su transmisión. La mejor opción terapéutica disponible, especialmente para el paludismo por P. falciparum, es el tratamiento combinado basado en la artemisinina (TCA).
La OMS recomienda, antes de administrar el tratamiento, la confirmación del diagnóstico con métodos parasitológicos (ya sean pruebas de microscopía o de diagnóstico rápido), cuyos resultados pueden obtenerse en 30 minutos o incluso menos. La prescripción de un tratamiento basada únicamente en la sintomatología debe reservarse para aquellos casos en los que no sea posible hacer un diagnóstico parasitológico. En las Directrices para el tratamiento del paludismo (tercera edición), publicadas por la OMS en inglés en abril de 2015, se dan recomendaciones más detalladas.
La resistencia a los antipalúdicos es un problema recurrente. Las resistencias en P. falciparum a generaciones anteriores de fármacos como la cloroquina y la sulfadoxina-pirimetamina se generalizaron durante las décadas de 1950 y 1960, socavando la lucha contra el paludismo y revirtiendo la mejora progresiva en la supervivencia infantil.
Según el último Informe mundial sobre el paludismo publicado en diciembre de 2020, en 2019 hubo 229 millones de casos de paludismo, en comparación con los 228 millones de 2018. La cifra estimada de muertes por paludismo en 2019 fue de 409.000, frente a 411.000 el año anterior.
La Región de África de la OMS continúa soportando una parte desproporcionadamente alta de la carga mundial de la enfermedad. En 2019, se registró en la región el 94% de los casos de paludismo y de las defunciones por esta enfermedad. La certificación de la eliminación del paludismo es el reconocimiento oficial que la OMS concede a un país libre de la enfermedad. La Organización concede la certificación cuando un país puede demostrar, más allá de toda duda razonable, que ha interrumpido a nivel nacional la cadena de transmisión local de la enfermedad durante al menos los últimos tres años.
El país también debe demostrar que dispone de capacidad para impedir que la transmisión del paludismo vuelva a establecerse. Debe tener operativo un sistema nacional de vigilancia capaz de detectar casos de paludismo y de responder ante ellos con rapidez (en el caso de que se estuviesen produciendo), y un programa adecuado para evitar que la transmisión vuelva a establecerse.
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