Los efectos del COVID-19 son muy variables, desde individuos asintomáticos hasta pacientes que desarrollan un síndrome de dificultad respiratoria aguda grave, con posible afectación de casi todos los órganos y sistemas, se publicaron al comienzo de la pandemia. Sin embargo, las posibles secuelas a largo plazo del COVID-19 se han convertido en una preocupación creciente.
Aunque se han informado las secuelas a largo plazo del daño orgánico individual, ha habido pocas evaluaciones integrales de las consecuencias a largo plazo de COVID-19. Además, la mayoría de los estudios han incluido pacientes que decidieron participar activamente del seguimiento.
El objetivo de un estudio, publicado en la revista especializada JAMA, a cargo de un grupo de especialistas del Hospital de Bicêtre en Francia fue evaluar sistemáticamente, cuatro meses después del alta, el estado clínico de los supervivientes de la enfermedad COVID-19 que requirieron hospitalización.
Se trató de un estudio de cohorte prospectivo no controlado. Los sobrevivientes de COVID-19 que habían sido hospitalizados en un hospital universitario en Francia, que se sometieron a una evaluación telefónica a cuatro meses de haber sido dados de alta.
Los pacientes con síntomas relevantes y todos los hospitalizados en una unidad de cuidados intensivos (UCI) fueron invitados a una evaluación adicional en una visita de atención ambulatoria.
Como resultado, el 51% informó, al menos, un síntoma que no existía antes de la enfermedad. Los síntomas más comunes fueron fatiga, problemas cognitivos y disnea de nueva aparición.
Las herencias del COVID-19
Entre los pacientes que regresaron para una evaluación adicional, la tomografía computarizada reveló con frecuencia anomalías pulmonares persistentes, así como lesiones fibróticas pulmonares en una minoría de pacientes. La disfunción cardíaca persistente y la insuficiencia renal fueron infrecuentes. Casi todos los pacientes tuvieron serología anti-SARS-CoV-2 positiva.
“Ha habido preocupaciones sustanciales sobre las secuelas respiratorias de COVID-19 -explica Luc Morin, autor principal de la investigación. Sin embargo, las secuelas pulmonares graves fueron poco frecuentes en los pacientes que consultamos, aunque todos habían experimentado una forma grave o muy grave de COVID-19”.
Los resultados de la tomografía computarizada de pulmón, realizada a todos los pacientes sintomáticos y de UCI, fueron anormales en la mayoría de ellos, pero las lesiones más frecuentes fueron opacidades sutiles en vidrio esmerilado, lo que confirma hallazgos previos. Lesiones fibróticas a partir de la inflamación inicial severa estuvieron presente solo en el 19% de los pacientes. Los cambios fibróticos afectaron a menos del 25% del parénquima pulmonar en todos los pacientes y ocurrió casi exclusivamente en pacientes de UCI.
Aunque las secuelas pulmonares graves fueron poco frecuentes, se notificó disnea de nueva aparición en el 16% de los pacientes. Si se confirma en otros estudios y se determina que es persistente, esto podría ser clínicamente importante, dada la gran cantidad de pacientes gravemente enfermos con COVID-19 en todo el mundo.
Además, si bien las secuelas parenquimatosas fueron el hallazgo más común, la disfunción respiratoria se confirmó mediante la prueba de provocación de hiperventilación en el 12% de los pacientes, hallazgo que no se ha descrito previamente. “Es muy probable que la respiración disfuncional no sea específica de COVID-19 -explica el especialista-. No obstante, podría ser la secuela de la disociación entre la disnea y la gravedad de la hipoxemia descrita en pacientes con COVID-19 en fase aguda.
En este estudio, los problemas cognitivos fueron frecuentes: el 21% de los pacientes refirió al menos uno, y el deterioro se confirmó en el 38% de los pacientes. Se desconocen los mecanismos subyacentes, pero estos síntomas podrían ser la secuela de la lesión del sistema nervioso central por el SARS-CoV-2, como ocurre durante otras infecciones virales como la fiebre glandular.
Las pruebas psicológicas se realizaron solo en pacientes que regresaron para una evaluación ambulatoria, lo que dificultó determinar la verdadera prevalencia de estos hallazgos. Se encontraron síntomas de ansiedad en el 31% de los pacientes y de depresión en el 21%. Por el contrario, la prevalencia de síntomas psicológicos en los pacientes de la UCI, evaluados sistemáticamente en la consulta externa, fue significativa. Estos parecen haber sido menos comunes en los pacientes de la UCI que en la población evaluada en general.
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