Los seis casos de trombosis -uno de ellos mortal- informados en los EEUU en personas que habían recibido la vacuna de Johnson & Johnson y que llevaron a suspender la vacunación con esa formulación en ese país ocurrieron en mujeres.
Con la vacuna de AstraZeneca, hasta el pasado 4 de marzo la Agencia Europea del Medicamento (EMA) había detectado 222 casos de trombos entre 35 millones de vacunados, lo que equivaldría a un caso cada 175.000 inmunizados. También en este caso la mayoría de las afectadas fueron mujeres relativamente jóvenes.
En España se están estudiando 12 casos entre más de 2,5 millones de vacunados con AstraZeneca, según datos del viernes pasado. A estos hay que sumar el de un hombre de Castilla-La Mancha cuya muerte tras vacunarse está en estudio, según publicó el diario El País.
Hasta tanto la Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA por sus siglas en inglés) analice los casos ocurridos en los EEUU, la farmacéutica Johnson & Johnson suspendió la distribución de su vacuna en Europa. Respecto a la formulación de AstraZeneca, por otra parte, la agencia reguladora europea decidió no vacunar a mujeres menores de 30 años en el Viejo Continente.
Consultado por Infobae, el médico hematólogo miembro de la Sociedad Argentina de Hematología José Ceresetto (MN 74596) explicó que “el mecanismo por el que esto ocurre lo describió muy bien el alemán Andreas Greinacher en oportunidad de lo que ocurriera en primer término con la vacuna de AstraZeneca y lo denominó trombocitopenia inmune inducida por una vacuna; no es que espontáneamente se produce el coágulo sino que el virus que se inocula en la vacuna modificado para que sea inofensivo para el humano y genere defensas contra el COVID-19 genera este efecto en el sistema inmune”.
Para él, “se trata de una rara combinación que ocurre inmediatamente después de la vacuna de baja en el recuento de plaquetas y generación de trombos y algo que ya se había visto que ocurre inducido por la heparina es una respuesta inmunológica que se da por la presencia de anticuerpos contra un factor de la coagulación (el factor 4 plaquetario) que se activa y hace que las plaquetas formen trombos”.
El hematólogo del Hospital Británico la consideró una “rara enfermedad nueva” y destacó que “se vio que se da en mujeres jóvenes”. Según él, esto se debe a que “en general las mujeres jóvenes tienen predisposición a tener enfermedades autoinmunes”.
Con él coincidió el médico neurólogo Conrado Estol (MN 65.005), quien señaló que la explicación a por qué este fenómeno ocurre más en mujeres es “porque se trata de un problema autoinmune, es decir que la persona fabrica anticuerpos contra sí misma y las mujeres tienen un sistema inmunológico diferente porque la inmunidad en gran parte viene dada por el cromosoma X y las mujeres tienen dos”. “Eso hizo por un lado que hayan tenido menos infección por COVID y menos casos severos pero en las reacciones inmunológicas ellas pueden estar peor”, enfatizó.
Así, al parecer, si bien todavía no se sabe a ciencia cierta por qué los trombos afectan más a las mujeres jóvenes, los especialistas coinciden que hay factores que pueden ayudar a explicarlo. En primer lugar, “las mujeres sufren más enfermedades autoinmunes que los hombres y cuanto más jóvenes son, más activos son sus sistemas inmunes y más susceptibles pueden ser a una complicación como esta”, sostuvo Rodrigo Rial, portavoz de la Sociedad Española de Cirugía Vascular, quien sumó otro factor de riesgo que sólo afecta a algunas mujeres jóvenes: “La píldora anticonceptiva aumenta ligeramente el riesgo de sufrir trombos. El riesgo asociado a la píldora es muchísimo mayor que el de la vacunación”.
Aproximadamente una de cada 1.000 mujeres que toman el anticonceptivo sufre un coágulo de este tipo, mientras el riesgo entre vacunados es de uno entre 175.000, según los últimos datos de la Agencia Europea del Medicamento.
A la duda acerca de por qué las mujeres son el blanco de este efecto no deseado de las vacunas para prevenir el COVID-19, se suma la de por qué -hasta el momento- sólo se reportó en esas dos formulaciones.
Se especula con que puede deberse al tipo de vehículo o vector que usan las vacunas de AstraZeneca y Johnson & Johnson: dos tipos de adenovirus. La primera emplea un adenovirus de chimpancé desactivado y la segunda uno humano también deshabilitado.
Hay al menos otras dos vacunas aprobadas que también usan adenovirus, la rusa Sputnik y la china Cansino.
Para Estol, “la estructura de la vacuna es parecida en las dos pero no hay una explicación clara de por qué esta plataforma de vacunación puede haber generado una reacción inmunológica de este tipo”.
Greinacher está de acuerdo en la necesidad de más datos. Pero dice que es crucial alertar a los médicos sobre la posible complicación. Cuando se reconoce a tiempo, la trombocitopenia inducida por heparina se puede tratar con inmunoglobulinas (anticuerpos inespecíficos de donantes de sangre) que ayudan a frenar la activación plaquetaria. Para él, la inducida por la vacuna “debe tratarse de manera similar”.
Tras resaltar que “en los EEUU esta vacuna la aplicaron en poblaciones rurales, de difícil acceso, porque pensaron que serían quienes tendrían mayores dificultades para aplicarse una segunda dosis”, Estol enfatizó: “Si es detectada a tiempo, esta trombosis no se trata con anticoagulantes porque es causada por un fenómeno inmunológico por lo que se da más bien tratamiento inmunológico”.
Uno de los problemas es que no hay ningún marcador conocido que pueda advertir de quién sufrirá este efecto adverso muy raro. Lo que sí existe es un tratamiento posible que ya se usa para los enfermos que reaccionan mal con la heparina: dejar de administrar este anticoagulante y suministrar gammaglobulinas, un tipo de proteína sanguínea.
“Esto no sucede inmediatamente después de la vacunación como ocurre con las reacciones alérgicas sino más bien dentro de las dos semanas”, destacó Estol, para quien “el beneficio de estar vacunado es superior al riesgo de la infección”.
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