“Soy diseñador pero, ante todo, me gusta decir que soy costurero”, aclara el chileno Camilo Albanez (@albanezoficial) a la hora de presentarse. El término, aunque aparentemente caprichoso, acarrea una suerte de épica, un significado místico que remite a los couturiers franceses, como Coco Chanel, Cristóbal Balenciaga e Yves Saint Laurent quienes, a lo largo del siglo XX y con filosofías extremadamente diversas, sentaron las bases para la moda tal como la conocemos hoy.
Contradictorio por naturaleza, el trabajo de Albanez se basa en una moda lenta y artesanal a la manera clásica, intervenida por una estética nueva, que combina lo alto y lo bajo, la calle y la pasarela, con una estética andrógina, futurista y de alta velocidad.
Su encuentro con la costura ocurrió en su natal Iquique, una ciudad costera de poco menos de 200.000 habitantes ubicada en el norte de Chile. Allí comenzó a trabajar desarmando y reinventando piezas, aprendiendo de manera orgánica cómo construir prendas y revitalizar géneros encontrados en ferias a muy bajo costo.
Pulvis es et in pulverem revertis, “polvo eres y al polvo volverás”. O, quizá, no. “El reciclado es mágico, es salvar una tela que ya no existe”, comenta Albanez. “Y ni hablar de la calidad, el vintage es muy importante porque son las únicas telas que pueden durar años”, agrega. Para el diseñador trasandino, el futuro es la moda sustentable, “es lo único que nos queda como esperanza y como alternativa más sana”. Porque, según Albanez, como “la gente no va a dejar de consumir ropa y aquellas personas a las que les gusta la indumentaria no van a usar cualquier cosa, el consumo de este tipo de productos va a ser más consciente”.
Lo artesanal, además de dar luz al valor del trabajo del costurero, también se refleja en el poder que tiene para incluir todo tipo de cuerpos. “Nunca pude entender lo que es tener talles estándar; es muy fuerte que la humanidad tenga que entrar en un talle cuando, realmente, los cuerpos son extremadamente diferentes”, explica este diseñador, en diálogo exclusivo con Infobae.
Todas sus piezas son hechas a medida y, por lo tanto, Albanez es una marca sin talles, sin géneros y sin etiquetas. No hay una identidad esperada o definida para aquel que usa sus prendas. Un ejemplo de esto fue una de las campañas de la marca que, en una suerte de “Elige tu propia aventura” edición Vogue, fue fotografiada con un modelo con la cara cubierta.
Estas reservas sobre la velocidad y el carácter gregario de la industria, así como la ausencia de talles, producción masiva y contenido vacío e irrelevante en sus redes sociales, generaron un encuentro improbable y, a la vez, extrañamente esperable entre Albanez y el mundo de la música. Los cantantes de trap, los nuevos artistas antisistema predilectos de la moda, se encuentran a la vanguardia del estilo con una opulencia paródica, una popularización adolescente de la elegancia redefinida de una manera grotesca, obvia y enervante. Esta rebeldía que comparten llevó a Albanez a vestir a Cazzu y a Ecko en el videoclip de “Cama Vacía”, a Paco Amoroso y a Chita y, no cerrándose a un único género, también trabajó con Marilina Bertoldi, la rockstar amante de la sastrería, y Six Sex, una reciente y novedosa incorporación al género urbano.
Con una paleta monocromática signada por el negro y el blanco y una clave estilística basada en el encuentro entre el street style y la alta moda y la combinación de lo elegante y lo deportivo, la marca solo se define por el contraste. Lejos de promover un estilo, la misión de este diseñador chileno es reinventar el concepto de la moda desde una perspectiva artesanal, sustentable e inclusiva. Heredera de la gran épica de la moda y prueba de la eterna repetición de la historia, Albanez es el ejemplo perfecto de que sí es posible empezar a cambiar las cosas con telas viejas y una máquina de coser.
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