Que el COVID-19 puede presentar síntomas a largo plazo incluso en personas que tuvieron cuadros leves de la enfermedad no es una novedad. Es lo que se llama COVID prolongado o síndrome post COVID.
Las manifestaciones pueden ir desde el cansancio o la fatiga muscular hasta alteraciones cardiovasculares o del sentido del olfato y el gusto y afectan todas las esferas de la vida de quien las padece. Ahora, si quien se ve afectado por este conjunto de síntomas es un profesional de la salud, seguramente verá dificultada su capacidad laboral contribuyendo así al tan temido colapso sanitario.
Mucho se ha hablado del cansancio de personal de salud de cara a la segunda ola de la pandemia. Y el COVID prolongado entre quienes deben prestar su servicio a la atención de los enfermos no es un tema menor.
Un estudio realizado en Estocolmo, Suecia, dio cuenta de ello al analizar a 2.149 empleados del Hospital Danderyd de esa ciudad, la mitad de los cuales había padecido cuadros leves de coronavirus versus profesionales que no tuvieron COVID.
Para el estudio, publicado en la revista JAMA, el equipo recopiló datos del estudio COMMUNITY que se está llevando a cabo en Suecia, que analiza la inmunidad después del coronavirus.
En el seguimiento de ocho meses los participantes informaron a través de una aplicación de teléfono inteligente la presencia, duración y gravedad (leve, moderada , o grave) de 23 síntomas predefinidos.
Cada cuatro meses, se extrajeron muestras de sangre y los participantes respondieron preguntas sobre los síntomas a largo plazo y su impacto en la calidad de vida.
Comparando participantes seropositivos versus seronegativos, el 26% frente al 9% informó al menos un síntoma moderado a grave que duró al menos dos meses y el 15% frente al 3% informó al menos un síntoma moderado a síntomas graves que duran al menos ocho meses. Los síntomas moderados más graves más comunes que duraron al menos dos meses en el grupo seropositivo fueron anosmia, fatiga, ageusia y disnea.
El síntoma más común a largo plazo fue la pérdida del olfato, experimentada por un 14,6% al menos dos meses después y por un 9% ocho meses después.
Completando los tres principales síntomas de larga duración estaban la fatiga y la pérdida del gusto, respectivamente.
“Investigamos la presencia de síntomas a largo plazo después del COVID-19 leve en un grupo relativamente joven y saludable de personas trabajadoras, y descubrimos que los síntomas a largo plazo predominantes son la pérdida del olfato y el gusto”, resumió una de las investigadoras principales del estudio COMMUNITY, la doctora Charlotte Thålin, médica especialista en Danderyd Hospital y Karolinska Institutet.
La fatiga y los problemas respiratorios también son más comunes entre los participantes que tuvieron COVID-19 pero no ocurren en la misma medida.
Thålin señaló que sólo entre el 1 y el 2% de los profesionales de la salud que habían tenido COVID-19 dijeron que estaban experimentando problemas de concentración o de memoria.
“Sin embargo, no vemos una mayor prevalencia de síntomas cognitivos como fatiga cerebral, problemas de memoria y concentración o trastornos físicos como dolor muscular y articular, palpitaciones cardíacas o fiebre prolongada”, dijo.
Según resumieron los investigadores, “los resultados de este estudio mostraron que una parte considerable de las personas de bajo riesgo con COVID-19 leve informaron una diversidad de síntomas a largo plazo, y que estos síntomas interrumpieron la vida laboral, social y hogareña” y reconocieron que “se necesitan más investigaciones para comprender los mecanismos subyacentes a las secuelas a largo plazo relacionadas con COVID-19”.
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