El momento en que se realiza una cirugía luego de que una persona tuvo COVID-19 puede ser la diferencia entre el éxito de la intervención y recuperación del paciente o no. Así lo reveló un reciente estudio publicado en la revista Anaesthesia, que evaluó a 140.231 pacientes de 116 países sometidos a una operación programada o de emergencia durante octubre de 2020.
Profesionales del Hospital Universitario Austral participaron del estudio de cohorte prospectivo, multicéntrico e internacional con pacientes sometidos a cualquier tipo de cirugía. Según los resultados, siempre que sea posible, las cirugías deben retrasarse al menos siete semanas después de la infección por SARS‐CoV-2 del paciente.
El objetivo del trabajo de investigación fue determinar el tiempo óptimo que debe transcurrir desde la infección por el nuevo coronavirus hasta la realización de una cirugía.
Carina Chwat, de Cirugía General, Brian Morris, de Patología Mamaria, Silvina Montal, de Trasplante Renal, y Pedro Valdez, de Cirugía de Cabeza y Cuello, del Hospital Universitario Austral participaron del estudio que determinó que “los pacientes operados dentro de las seis semanas posteriores al diagnóstico de COVID-19 tenían un mayor riesgo de mortalidad postoperatoria a los 30 días y complicaciones pulmonares postoperatorias a los 30 días”.
Asimismo, el estudio dejó ver que los datos de mortalidad y riesgos de complicación pulmonar en pacientes operados a partir de las siete semanas post infección por SARS-CoV-2 se equipararon a aquellos que no habían padecido COVID-19.
Para la investigación se recopiló la siguiente información para cada paciente: edad, sexo, estado físico ASA (escala que va del 1 al 5, que determin el riesgo anestésico, según la Sociedad Americana de Anestesiología), índice de riesgo cardíaco revisado (RCRI), presencia de comorbilidades respiratorias, indicación de cirugía, grado de cirugía (mayor / menor) y urgencia quirúrgica (electiva / emergencia).
Entre las conclusiones, los investigadores hallaron que “en comparación con los pacientes que no tenían infección por SARS‐CoV‐2, los pacientes con infección preoperatoria por SARS‐CoV‐ 2 tenían más probabilidades de tener un estado físico ASA 3-5 (que da cuenta de paciente con patología coexistente severa, severamente descompensado, o que no da tiempo a compensarlo) al someterse a una cirugía mayor y a una cirugía de emergencia”.
“Antes de esta investigación teníamos datos que utilizábamos de otros estudios pre pandemia, por ejemplo, saber que pacientes con problemas respiratorios tenían mayor comorbilidad. Pero no había un estudio realizado durante la pandemia, con casos COVID-19 positivo y gran cantidad de pacientes”. Chwat es médica de Coloproctología del Servicio de Cirugía General del Hospital Universitario Austral y explicó que “este estudio abarca muchos países y especialidades que incluyen distintos tipos de cirugías (mamaria, cardiaca, cabeza y cuello, plástica, entre otras) que permite definir de forma segura cuánto tiempo hay que esperar para la cirugía de un paciente que tuvo COVID-19”.
Entre los resultados, se destacó que “en los pacientes con un diagnóstico preoperatorio de coronavirus la mortalidad aumentó entre quienes se sometieron a una cirugía dentro de 0 a 2 semanas, 3 a 4 semanas y 5 a 6 semanas después del diagnóstico respectivamente”, señaló la especialista, quien remarcó que “si pasadas las 7 semanas de la infección, persisten los síntomas, se recomienda retrasar aún más la cirugía (hasta la resolución de los síntomas) debido a que estos pacientes presentan más riesgo que aquellos asintomáticos”.
La especialista aseguró que “luego, en la práctica, cada institución y profesional deberá evaluar cuál es la mejor acción a tomar para el paciente y determinar si los beneficios de demorar el procedimiento quirúrgico superan los riesgos de hacerlo, pero este estudio permite contar con datos estadísticos muy importantes”.
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