El primer médico que falleció en el mundo por COVID-19 fue el oftalmólogo chino Li Wenliang: desde sus inicios, esta especialidad médica ha estado muy ligada a la pandemia. Aunque la vía de contagio principal es la respiratoria, también puede ser transmitida por fómites mediante el contacto humano a través de las manos y de superficies contaminadas.
Menos conocida es la carga viral presente en la lágrima humana, así como en las células corneales y de la mucosa conjuntival. El mecanismo de entrada de los coronavirus en las células se produce mediante el receptor de la enzima convertidora de la angiotensina 2 (ACE2). Este receptor para los coronavirus y el SARS-CoV-2 también está presente en las células oculares, y esta es la razón de que estos pacientes también puedan tener manifestaciones oculares.
Por ello, la transmisión del SARS-CoV-2 a través de la superficie ocular y la lágrima es factible. Los aerosoles infectados por el virus entran en contacto con la superficie ocular y, posteriormente, al sistema respiratorio a través del conducto. Anatómicamente, la mucosa conjuntival (ojo) y la mucosa respiratoria están conectadas a través de este conducto.
La mayor parte de las investigaciones clínicas se han centrado en las manifestaciones respiratorias. Sin embargo, hay un creciente número de evidencias de manifestaciones oculares. Unas producidas por el propio virus y otras derivadas de la pandemia, bien por cambios en los hábitos de vida o bien a causa del elevado tiempo de permanencia de los pacientes en las unidades de cuidados intensivos (UCI), donde pueden llegar a estar de 3 a 6 semanas con ventilación asistida y en decúbito prono.
En este sentido, se han descrito casos de edema de papila bilateral del disco óptico y hemorragias retinianas que pueden estar asociadas con un estado de hipercoagulabilidad. También un aumento de la presión intraocular debido al edema periorbitario por la compresión directa del ojo y la órbita (síndrome de compartimentalización orbitaria) debido a largos periodos en decúbito prono (16 horas diarias).
Por otro lado, los largos periodos de confinamiento y uso de mascarilla obligatorio han supuesto un aumento en la incidencia de ojo seco y otras enfermedades de la superficie ocular. Las manifestaciones oculares producidas por el propio SARS-CoV-2 publicadas son muy variables e incluyen conjuntivitis, epiescleritis, ojo seco, sensación de cuerpo extraño, picazón, desenfoque de la visión, conjuntivitis y fotofobia.
La más frecuente en la conjuntivitis o inflamación de la mucosa conjuntival, que incluso puede presentarse como un signo temprano para el diagnóstico de COVID-19. El periodo de incubación del virus oscila entre 5 y 14 días. Puede ocurrir de forma aislada, como pródromo de la infección respiratoria e, incluso, aparecer tras el comienzo de la clínica sistémica. El tiempo de evolución de la clínica ocular también es variable. La prevalencia de la infección ocular es muy baja (0,8-9,4%, dependiendo de series). En un metaanálisis concluyeron que la conjuntivitis puede estar asociada a una forma más grave de enfermedad.
Además de la afectación de la superficie ocular, se han descrito casos de parálisis de los de los nervios que se encargan de inervar los músculos de los movimientos oculares. También están apareciendo casos aislados de neuritis óptica. Además de en la córnea, también se ha detectado ARN viral del SARS-CoV-2 en la retina de pacientes con covid-19 fallecidos.
Mediante tomografía de coherencia óptica y exploración del fondo de ojo, se han observado lesiones hiperreflectantes a nivel de células ganglionares y capas plexiformes, así como sutiles manchas algodonosas y microhemorragias a lo largo de la arcada retiniana posiblemente relacionadas con la covid-19. A pesar de todo, el debate continúa. Una serie de profesionales de la Universidad Paulista de Brasil describieron lesiones hiperreflectantes en células ganglionares y capas plexiformes internas en imágenes de tomografía de coherencia óptica (OCT) en adultos que tenían síntomas de COVID-19. Argumentaron que estas lesiones podrían estar asociadas con eventos neurológicos relacionados con COVID-19 en humanos.
Sobre la base de los principios fundamentales de la OCT, tenemos diferentes puntos de vista sobre cómo se generaron los focos hiperreflexivos y su relevancia para COVID-19. Debido a la alta absorción de luz y la reflexión de la sangre y las paredes de los vasos de la retina, los vasos sanguíneos de la retina se pueden visualizar en las imágenes de OCT como estructuras hiperreflectantes en forma de tubo con sombras debajo. Por lo tanto, todas las lesiones hiperreflectantes puede explicarse adecuadamente por los vasos sanguíneos retinianos normales que se extienden hacia las células ganglionares y las capas plexiformes internas.
El COVID-19 que se ve
Investigadores del Hospital Clínico San Carlos (Madrid) han identificado la conjuntivitis como una de las posibles manifestaciones clínicas de la enfermedad por coronavirus. Según desprende la investigación, padecerla puede suponer el primer síntoma de haber contraído la infección. Esta investigación, publicada en Graefe’s Archive for Clinical and Experimental Ophtalmollogy, es la primera de España que describe características clínicas de la conjuntivitis en una amplia serie de pacientes.
La principal conclusión del estudio revela que “uno de cada diez pacientes hospitalizados podría desarrollar la conjuntivitis relacionada con COVID-19 en alguna etapa”. Así lo afirma una de las autoras del estudio y oftalmóloga del Hospital Clínico San Carlos, Bárbara Burgos. Los investigadores señalan que este hallazgo “puede ayudar a otros médicos a un diagnóstico precoz de la infección”. La conjuntivitis puede presentarse en uno o ambos ojos y los síntomas asociados pueden ser el enrojecimiento del ojo, lagrimeo o leve secreción.
Esta condición se resuelve espontáneamente en dos o cuatro días y no se han identificado, por el momento, secuelas visuales ni complicaciones graves asociadas. Los autores del estudio consideran que la prevalencia de la conjuntivitis entre pacientes COVID-19 “puede estar infraestimada”. Según indican los investigadores, estas circunstancias pueden explicar porque pacientes leves, o muy leves, no han sido conscientes de padecer la enfermedad, así como el desconocimiento de la sintomatología.
Por otro lado, oftalmólogos del Hospital Clínico, en colaboración con microbiólogos del mismo centro, han llevado a cabo un estudio pionero en Europa sobre 36 pacientes con diagnóstico confirmado de COVID-19. Sin embargo, parece que la técnica PCR de muestras oculares no tiene una alta rentabilidad diagnóstica en la identificación del virus, detectándolo sólo en el 5,5% de los pacientes, según opinan los autores.
Este otro estudio, publicado en Journal of Infection y en Journal Medical Virology, trató de determinar la presencia del virus en la lágrima y secreciones oculares mediante PCR de muestras oculares. “La presencia del virus en la lágrima revelaría el papel del ojo como posible vía de transmisión de la infección”, sostiene la oftalmóloga del Clínico San Carlos y una de las autoras del estudio, Noemí Güemes.
A pesar de estar en estado de pandemia desde hace ya más de 10 meses, no se conoce con exactitud el comportamiento de la infección. Pero es necesario ser muy prudentes. En este sentido, es fundamental el lavado de manos continuo y evitar tocar y frotar los ojos. Esta medida es especialmente importante en usuarios de lentes de contacto (el lavado y secado de manos escrupuloso antes y después del uso de las lentes de contacto).
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