El coronavirus puso al descubierto los niveles dramáticos de falta de solidaridad que hay en el mundo, y ya un grupo de 17 expertos de 15 países -incluyendo naciones de altos, medianos y bajos ingresos- debatió y consensuó un documento en el que advierten cuáles son las 5 lecciones éticas que hay que aprender para salir mejor de la pandemia y prepararse para futuras emergencias globales.
El grupo de investigadores fue liderado por Maxwell Smith, de la Universidad de Ontario, Canadá, y estuvo integrado por la investigadora de la Universidad Federal de San Pablo en Brasil, Beatriz Thomé, el filósofo argentino Ignacio Mastroleo, investigador del Conicet y Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Ezekiel Emanuel, de la Universidad de Pensilvania, Estados Unidos, con otros expertos de Nepal, China, Australia, Grecia, Nigeria, Singapur, India, Reino Unido, Australia, Líbano y Pakistán.
Con más de 107 millones de casos confirmados de COVID-19 y más de 2,3 millones de muertos en el mundo, los expertos consideran que la humanidad tiene la obligación moral de aprender de experiencias anteriores y las diferentes situaciones que se han dado por la pandemia durante el último año en el interior de los países y en la interacción global. Consideran que al repensar qué se hizo bien y qué hay que mejorar se pueden evitar errores de las olas más tempranas de la pandemia.
No aprender las lecciones sería “una transgresión a la obligación ética de usar el conocimiento disponible, la evidencia y la experiencia para proteger y promover la salud pública”, escribieron en el artículo en la revista Wellcome Open Research. El trabajo recibió financiamiento del Wellcome Trust de Inglaterra a través de la Red de Ética para la Respuesta y la Preparación para la Emergencia de Salud Pública y de la Organización Mundial de la Salud.
1- Hay que aprender a “prepararnos adecuadamente en base a la experiencia previa”
Si bien expertos en salud pública y en emergencias hicieron esfuerzos importantes, el mundo no estuvo bien preparado para reducir el impacto de la pandemia. “No hemos hecho colectivamente los preparativos necesarios para las pandemias a pesar de conocer los riesgos. También hemos tardado en aprender de las experiencias de otros países” que sufrieron la propagación del coronavirus antes que el resto del mundo, señalaron los especialistas en bioética.
¿Qué quiere decir una buena preparación? Que el sistema de vigilancia de virus, bacterias y otros patógenos se encuentre activo. Que se cuente con un stock de equipos de protección personal en hospitales. Que existan insumos para testeos, personal para hacer rastreo de contactos estrechos, que estén identificadas las poblaciones de mayor riesgo de sufrir complicaciones. Es decir, los especialistas resaltaron la importancia de que cada país se encuentre preparado con las llamadas intervenciones no farmacológicas, que “son cruciales para la prevención y la mitigación de los daños”. Subrayaron que esas intervenciones “deben reforzarse, sobre todo en ausencia de una vacuna ampliamente disponible y la existencia de tratamientos limitados”.
La falta de insumos para hacer los testeos fue uno de los temas más polémicos en marzo pasado cuando la pandemia empezó a golpear en América Latina. Pero también fue un problema que afectó a países desarrollados como Inglaterra, tal como admitió la directora médica adjunta, Jenny Harries, en mayo.
2- Hay que aprender a articular y priorizar mejor los objetivos generales
En la pandemia de COVID-19, “hubo una falta de claridad en cuanto a si el objetivo general ha sido aplanar la curva, proteger el sistema de atención médica de urgencia, reducir la morbilidad y la mortalidad, proteger la salud de las comunidades desfavorecidas, proteger a los más vulnerables a la infección, minimizar la pobreza extrema, mitigar las pérdidas económicas, o alguna combinación de los anteriores”. Consideraron que aun cuando fuese posible alcanzar a todos, “es necesario hacer más para saber cuáles objetivos deben priorizarse sobre otros, en qué contextos y en qué momento de la respuesta”. Además, consideran que debe haber una justificación para determinar el ranking de prioridades.
¿Por qué se necesita hacer un ranking de objetivos? Los expertos explicaron que los objetivos claros son claves para tener prioridades éticas y justas para la distribución de vacunas, terapias, diagnósticos y otros recursos humanos y económicos.
“Cuando los recursos son escasos, hay que elegir cómo asignarlos. Una opción es distribuir los bienes de forma aleatoria, para que todos tengan las mismas posibilidades de obtener algún beneficio. Sin embargo, muchas personas creen que eso no es ético, y que tenemos buenas razones para elegir una distribución desigual teniendo en cuenta otras características moralmente relevantes, como la reducción de la mortalidad y la morbilidad causadas directa e indirectamente por la pandemia, la reducción de las consecuencias sociales y económicas de la pandemia, con especial énfasis en la reducción de las desigualdades sanitarias, la mitigación de la pobreza y la garantía de la continuidad de bienes importantes como la educación, y el retorno de la sociedad a su plena funcionalidad”, escribieron.
3 - Aprender a trabajar en colaboración
La pandemia es un problema global. Por lo tanto, implica una respuesta global. “La mejor protección para cada país es actuar conjuntamente. Por eso nos parece lamentable e injusto que algunos países hayan elegido este momento para retirar el capital social, el apoyo, la influencia y la financiación mundiales. Se calcula que se necesitan 3.400 millones de dólares estadounidenses al año para financiar las funciones globales de la preparación para la pandemia de la OMS, pero los fondos se han quedado lamentablemente cortos”, advirtieron.
También sostuvieron que hubo fracasos en la auténtica colaboración internacional para la vigilancia y la respuesta eficaz, tal como prevé el Reglamento Sanitario Internacional. Esos fracasos incluyeron la falta de medidas de colaboración dentro de los países y entre ellos para controlar el acceso a los equipos de protección personal, los kits de pruebas de diagnóstico y los reactivos.
“Dejar que el mercado distribuya los bienes esenciales durante una emergencia sanitaria mundial da lugar a una mayor injusticia debido al acceso desigual a los equipos disponibles y a los recursos humanos capacitados”, resaltaron. En marzo pasado, había especulación con los precios de los equipos para el personal de la salud. Por ejemplo, el precio de las mascarillas quirúrgicas se había multiplicado por seis; el de los respiradores N95, por tres, y el de las batas, por dos.
Entrevistada por Infobae, uno de los coautores del trabajo, la brasileña Beatriz Thomé, consideró que “hay muchos comportamientos” que no han sido honestos durante la pandemia en cada país. “Pero a nivel mundial creo que estamos asistiendo a una falta de verdadera solidaridad que resulta sorprendente. Lo que estamos viendo con la distribución de las vacunas y el hecho de que los países ricos puedan asegurarse múltiples dosis de vacunas mientras que los países más pobres no pueden acceder a cantidades significativas es extremadamente poco ético. Hay que decir que estructuras como COVAX están trabajando para asegurar un acceso equitativo a las vacunas, pero simplemente no tienen suficiente apoyo para asegurar lo que pretenden hacer”, afirmó Thomé.
Covax es una coalición formada por 172 países y la OMS que busca acelerar la búsqueda de una vacuna eficaz, apoyar la investigación, el desarrollo y la fabricación y negociar sus precios. A través de ese mecanismo, se había intentado garantizar el acceso a la vacuna para COVID-19 al 20% de la población de cada país.
4- Proteger a los individuos y poblaciones más vulnerables
La pandemia y todas las políticas de lucha contra la pandemia afectan de manera desigual a los grupos de una población, y es probable que las desventajas previas se agraven. Los expertos sostuvieron que “las ayudas y los recursos deben distribuirse de forma desigual para lograr una mayor equidad”. Pero como hubo muy poca preparación para la pandemia, una consecuencia será que 100 millones de personas caerán en la extrema pobreza.
“En los países de ingresos bajos y medios, millones de jornaleros y trabajadores migrantes mal pagos perdieron repentinamente su empleo y se quedaron sin hogar, con escaso acceso a alimentos, agua potable y alojamiento. No se ha abordado el impacto desproporcionadamente negativo que esta pandemia tuvo en comunidades, como las que viven en barrios marginales o en lugares superpoblados como residencias, prisiones, campos de refugiados y centros de atención residencial. Las personas que viven en estos entornos no sólo corren un mayor riesgo de infección debido a la imposibilidad de distanciarse físicamente, sino que también se enfrentan a la carga adicional de la estigmatización y la discriminación debido a su asociación injustificada con un mayor riesgo de transmisión”, escribieron.
Denuncian también que hubo más hechos de violencia contra las mujeres y contra las personas trans -incluyendo niñas, niños y adolescentes. Por ejemplo, en la Argentina hubo 10 asesinatos de mujeres trans, y 67 muertes por abandono o ausencia estatal histórica y estructural, según un informe del Observatorio Nacional de Crímenes de odio de la Federación Argentina LGBT.
La pandemia también afectó negativamente a los adultos mayores o a aquellos con enfermedades previas que no pudieron ir a las consultas médicas ni a los cuidados de seguimiento de dolencias crónicas potencialmente mortales. La falta de “presencia familiar” física también fue devastadora para los pacientes con demencia, entre otros, que dependen del apoyo familiar presencial. Además, millones de niños no sólo se perdieron las vacunas rutinarias y las intervenciones sanitarias importantes, sino que se enfrentaron a la inseguridad alimentaria y se perdieron la educación presencial, el juego con los amigos y la participación en actividades físicas. Esas situaciones deberían llevar a pensar cambios para tomar medidas que tengan en cuenta a los grupos vulnerables.
5- Se debe aprender a mejorar la comunicación
Durante la pandemia, aumentó la circulación de información falsa. También creció la difusión de terapias promocionadas en estudios que luego tuvieron que ser retractados. En algunos casos, esas situaciones generaron daños para los pacientes. Para comunicar bien con base a la última evidencia, enfatizan en que la realización de investigaciones en tiempos de pandemia es “una obligación moral de todos los países. Los políticos también deben asumir la responsabilidad de sus actos y no permitirse una participación inadecuada en cuestiones de experiencia clínica. Una parte clave de cualquier respuesta a una pandemia es permitir que expertos confiables ofrezcan una traducción clara y transparente de los hallazgos científicos”, sugieren. Se deben incluir las limitaciones de los hallazgos cuando se los comunica al público.
La desinformación que ha circulado durante la pandemia puede dañar a la salud, enfatizó la doctora Thomé. “La desinformación también ha sido alimentada por los gobiernos y a menudo por la sociedad médica/científica, lo que complica aún más las cosas. A nivel de prevención, hubo medidas como el uso de mascarillas que han sido y son puestas en duda. A nivel terapéutico, hubo desinformación sobre medicamentos no probados incluso cuando ya se había demostrado que no son beneficiosos, como el caso de la hidroxicloroquina. Ahora también hay desinformación con las vacunas. “Estamos viendo niveles importantes de dudas debido también a la desinformación que se difunde alrededor de las vacunas”, advirtió Thomé en la conversación con Infobae.
Aprender a prepararse, tener objetivos claros y priorizar, proteger a los grupos vulnerables, a colaborar con otras personas dentro del propio país y con otros países, y aprender a comunicar mejor sobre las emergencias: “Son 5 lecciones que habría que tener en cuenta para que no se vuelvan a repetir los mismos errores -comentó el doctor Mastroleo en diálogo con Infobae. Si se sabe que hay probabilidad de daño, hay que trabajar para prevenirlo y administrar el riesgo. Es nuestra obligación ética que puede fundamentar inversiones, redes para reconstruir y medidas para el futuro”.
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