El 2020 fue sin dudas un año sin precedentes. Lo que arrancó como una extraña neumonía en China en diciembre del 2019 marcó para siempre el año que tenía la población por delante. Confinamientos, distanciamiento social, el uso de la mascarilla a nivel universal y el cierre de escuelas o aeropuertos fueron algunos de las decisiones que se tomaron en el mundo para evitar el contagio del COVID-19.
Pero, ¿cómo impactó la pandemia en la salud mental de las personas? De acuerdo a Elsa Wolfberg, psicoanalista y psiquiatra de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), y vicepresidente del Capítulo de Prevención Cuaternaria, Psiquiatría Preventiva y APS de la Asociación de Psiquiatras Argentinos, este año que pasó fue una prueba para la humanidad: “La nueva enfermedad nos puso a prueba la tolerancia a la frustración, nos impuso la paciencia y nos demostró los vínculos así como la capacidad a reaccionar ante algo así”.
“También fue una prueba a la flexibilidad, la vida no es constante, tenemos pequeñas variaciones diarias pero esta vez fue una variación crucial porque impuso el confinamiento, la reclusión, la distancia, entre otras medidas que hicieron que como población nos adaptemos y nos flexibilicemos ante esta situación”, explicó Wolfberg.
Un estudio publicado en la revista científica The Lancet reveló que la cuarentena puede llegar a ser una experiencia desagradable. La separación de los seres queridos, la pérdida de libertad, la incertidumbre sobre el estado de la enfermedad y el aburrimiento pueden, en ocasiones, crear efectos dramáticos. De hecho, los resultados psicológicos durante la cuarentena revelaron que el 7% mostró síntomas de ansiedad y el 17% sentimientos de ira, mientras que 4 a 6 meses después de la cuarentena estos síntomas se habían reducido al 3% y al 6%.
Las últimas cifras consensuadas por expertos en salud mental de Latinoamérica, España y Estados Unidos advierten sobre la importancia de dar visibilidad a los trastornos mentales, ya que con la pandemia se evidenció un incremento en la depresión, ansiedad, estrés e incluso suicidios: 1 de cada 4 personas en el mundo sufre de trastornos mentales; el 40% de la población está experimentando síntomas leves de ansiedad y el 23% de depresión como consecuencia del aislamiento social. En el 2030 la depresión será la principal causa de discapacidad.
En esta misma línea, Wolfberg explicó que en este año muchas personas transitaron ansiedad, depresión, desánimo, estrés, pero a medida que iba transcurriendo el tiempo, se fueron adaptando a la situación y los índices de ansiedad así como depresión fueron descendiendo: “Mientras que por otro lado, hubo personas que aprovecharon muy bien este tiempo y pudieron sacar algo de toda esta situación. Hay personas más resilientes que toman esta adversidad que ha sido la pandemia y el encierro como una desdicha insalvable o como un territorio al cual se fueron adaptando. La gente que reaccionó mejor es la que tuvo un soporte afectivo mutuo, cooperación, interés de otras personas, es decir que estuvieron contenidas”.
“La pandemia nos dejó muchos aprendizajes: el arte de sobrevivir, encontrarnos con nosotros mismos y conocer nuestros propios límites. También nos permitió pasar más tiempo en familia con ventajas y desventajas. Hemos aprendido que hay cosas que no dependen de nosotros y que en el afán de querer controlar todo a veces nos perdemos de vivir. Estar aislados nos hizo valorar los vínculos, los espacios propios, repensar cómo nos gusta vivir, cada quien tendrá su aprendizaje luego de una experiencia cómo está”, explicó la licenciada en Psicología Lorena Ruda (MN 44247).
Según su experiencia en consultorio, para Ruda, la gente estaría llegando a fin de año con necesidad de vacaciones: “Hay una necesidad de despejar la mente, desconectar un poco como se pueda. También hay una necesidad de descomprimir y a la vez tenemos una porción de la población que vive este momento con temor a lo que sucederá ya que la pandemia sigue estando. Lo que sucedió también es que muchas veces nos relajamos hasta que nos acordamos que los riesgos siguen estando cerca. Es decir, vamos y venimos con esta bipolaridad entre lo que necesitamos y la realidad misma”.
El 2021, la gran incógnita
Con pocas palabras, Harry Campos Cervera, médico especialista en psiquiatría y miembro de la Asociación Psicoanalítica Argenitna (APA), definió este tiempo pandémico a Infobae como un clima de desilusión colectiva: “Estamos próximos a un nuevo año y lo que podemos observar es que para arrancar el 2021 hay una sociedad agotada, desesperanzada y devastada. Si en algún momento volvemos al confinamiento estricto, además de todos los problemas económicos vamos a tener una sociedad que se rinde, similar a cuando un animal se congela frente a su presa, se deja morir”, apuntó.
“El año próximo puede ser bastante parecido al 2020. Quizá estamos más preparados y no va a ser algo que nos llega de sorpresa. Estamos todos ya pensando en varios escenarios posibles. Sabemos que pueden haber clases como no o que quizá no sea del todo presencial. Lo mismo con los trabajos. Muchos seguimos con la virtualidad como modo principal y suponemos que así será también próximo año. Al estar más preparados seguro podemos vivir el día día de otra manera. Pero también nos angustia suponer otro año ‘encerrados’. Suelo decirles que de la experiencia se aprende y se puede mejorar, habiendo ya pasado esto una vez podemos prever qué cosas funcionan mejor o cuales cambiarán si nos tocara otro año de aislamiento”, comentó Ruda.
De acuerdo a Wolfberg lo importante es mantener un contacto con las personas que nos hacen bien y celebrar los proyectos pequeños que se tienen que se cumplen, fortalecer los vínculos en un contexto que no es muy rico en posibilidades: “Siempre es bueno acudir a alguien, a personas cercanas, un vecino simpático a un terapeuta si siente mucha angustia pero buscar ayuda en alguien”.
“Recomiendo en casos donde se encuentran con mucho desgano o con pensamientos negativos así como sentimientos muy irascibles hacer una consulta. Siempre viene bien además de hacer catarsis hablar con alguien que pueda darnos herramientas para manejar las situaciones que se nos van presentando. Es un contexto diferente y quizá nos fuimos conociendo a nosotros mismos en modos o reacciones que no sabíamos que teníamos, tener un espacio de escucha y contención siempre ayuda para orientarnos en cómo hacer de cada convivencia un mundo”, enfatizó Ruda.
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