El comienzo de la vacunación contra el COVID-19 en países como Reino Unido, Rusia, Estados Unidos, Argentina, entre otros, supone un paso más en el camino hacia el fin de la pandemia ya que esto significa que cada vez falta menos para lograr una inmunidad colectiva.
Pero ¿qué es la inmunidad colectiva? De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS) la inmunidad colectiva es un concepto utilizado en el ámbito de la vacunación según el cual se puede proteger a una población contra determinado virus si se alcanza un determinado umbral de vacunación en las personas.
Esta inmunidad implica que la inmensa mayoría de una población está vacunada, lo que reduce la cantidad total de virus que puede propagarse entre toda la población. Así, no es preciso que cada persona esté vacunada para estar protegida, lo que ayuda a mantener seguros a los grupos vulnerables que no pueden recibir la vacuna.
El porcentaje de personas que deben tener anticuerpos para conseguir la inmunidad colectiva contra una enfermedad dada varía en cada caso. Por ejemplo, para lograr la inmunidad colectiva contra el sarampión es necesario vacunar aproximadamente al 95% de una población. El otro 5% estará protegido porque el sarampión no se propagará entre las personas vacunadas. En el caso de la poliomielitis, el umbral es aproximadamente del 80%. En el caso del nuevo coronavirus la inmunidad necesaria sería del 60%.
De acuerdo a Anthony Fauci, el experto en enfermedades infecciosas más destacado de Estados Unidos, la inmunidad colectiva contra el nuevo coronavirus podría requerir tasas de vacunación cercanas al 90%: “Necesitamos tener algo de humildad aquí. Realmente no sabemos cuál es el número real. Creo que el rango real está entre el 70 y el 90%. Pero no voy a decir el 90%”.
Y en este contexto, la cifra necesaria para alcanzar la inmunidad en todo el mundo ante esta enfermedad es muy alta si se tiene en cuenta que la duración de los anticuerpos varía según cada paciente lo que supone que la persona puede volver a reinfectarse en un corto plazo, el gran porcentaje de asintomáticos que no están informados que tuvieron la enfermedad y la posibilidad de que el virus mute en otras cepas que no sean compatibles con la fórmula de la vacuna.
De acuerdo a la OMS la inmensa mayoría de las personas en la mayor parte de los países sigue siendo vulnerable a este virus. Los estudios de seroprevalencia sugieren que en la mayoría de los países el COVID-19 ha infectado a menos del 10% de la población.
“No podemos hacer predicciones sobre el futuro. Lo que sí sabemos es que es un virus en el que las vacunas pueden tener eficacia, pero no sabemos si este virus va a mutar, por ende, si las fórmulas resistirán a la nueva cepa ni cuánto durará la inmunidad en las personas. Lo que sí sabemos es que no vamos a poder vacunar al 60% de la población mundial porque no hay capacidad para producir la cantidad de vacunas necesarias”, aseguró a Infobae Omar Sued médico infectólogo y presidente de la Sociedad Argentina de Infectología Omar Sued (MN 91262).
El comienzo del fin
Casi una cuarta parte de la población mundial podría no tener acceso a una vacuna contra la enfermedad COVID-19 hasta al menos 2022, sobre todo en países pobres y de ingresos medios, lo que se convertiría en un problema sanitario grave en un mundo que ya cuenta con más de 73 millones de infectados y 1,6 millones de muertos. Así lo explican dos estudios publicados este miércoles en la revista ‘BMJ’, que sugieren que los desafíos para administrar globalmente las vacunas contra el nuevo coronavirus serán al menos tan difíciles como los retos científicos asociados a su desarrollo.
En el primer estudio, investigadores de la Facultad de Salud Pública Bloomberg de Johns Hopkins analizaron los pedidos anticipados de vacunas COVID-19 antes de su aprobación regulatoria que había sido anunciada públicamente por países de todo el mundo. Ya para el 15 de noviembre de 2020, varios países habían reservado un total de 7.480 millones de dosis, o 3.760 millones de vacunas completas de 13 fabricantes, de 48 candidatos a vacunas COVID-19 en ensayos clínicos. De esto se deduce que poco más de la mitad (51%) de estas dosis se destinarán a países de altos ingresos, que representan el 14% de la población mundial, dicen los autores. Los países de ingresos bajos y medianos potencialmente tendrán el resto, a pesar de que estos países comprenden más del 85% de la población mundial.
Si todos estos candidatos a vacunas se escalaran con éxito, la capacidad de fabricación total proyectada sería de 5.960 millones de dosis para fines de 2021. Hasta el 40% de las vacunas podrían permanecer potencialmente para países de ingresos bajos y medianos. Igualmente, esto dependerá, en parte, de cómo los países de altos ingresos compartan lo que adquieren y de si Estados Unidos y Rusia participan en esfuerzos coordinados a nivel mundial. Sin embargo, los autores advierten que incluso si todos estos fabricantes de vacunas lograran alcanzar su máxima capacidad de producción, al menos una quinta parte de la población mundial no tendría acceso a las vacunas hasta 2022.
En el segundo estudio, investigadores con sede en China y Estados Unidos calcularon las poblaciones objetivo para las que se requerirían vacunas, para ayudar a guiar el desarrollo de estrategias de asignación justa y equitativa en todo el mundo. Descubrieron que el tamaño de la población objetivo para la vacunación contra el COVID-19 varía ampliamente según la región geográfica, los objetivos de la vacuna (como mantener los servicios básicos esenciales, reducir el COVID-19 grave y detener la transmisión del virus) y el impacto de la vacilación de la vacuna en la reducción de la demanda.
Señalan evidencia que sugiere que alrededor del 68% de la población mundial (3.700 millones de adultos) está dispuesta a recibir una vacuna y dicen que sus hallazgos “proporcionan una base de evidencia para la asignación y priorización de vacunas a nivel mundial, regional y nacional” y concluyen que “las variaciones en el tamaño de las poblaciones objetivo dentro y entre las regiones enfatizan el tenue equilibrio entre la demanda y la oferta de vacunas, especialmente en los países de ingresos bajos y medianos sin capacidad suficiente para satisfacer la demanda interna de la vacuna COVID-19”.
En mayo, el científico jefe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Soumya Swaminathan, predijo que pasarían de cuatro a cinco años antes de que la pandemia estuviera bajo control, y agregó que una vacuna “parece por ahora la mejor salida”, pero no era una solución milagrosa.
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